CAPÍTULO 14

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Abrí la puerta del departamento, ella sonreía. Tenía puesto un vestido violeta

Me quedé parado sin entender

Martín apareció unos segundos después, se había quedado encerrado en la puerta del ascensor; tenía una botella de vino en la mano y el estuche de una guitarra colgando en la espalda

-Espero que no te molesté que no te haya avisado- dijo- Terminamos de ensayar y Alejandra no tenía planes, así que la invité a cenar con nosotros-

Sacha daba vueltas alrededor de Martín moviendo la cola, se llevaban bien los dos. Ya estaba limpio, sin barro y sin nudos en el pelo. A pesar de que lo cepillaba dos veces por día no podía evitar tener la ropa llena de pelos. Me los sacudi en vano

Estaba haciendo pollo con hierbas, me pareció que la comida no iba a alcanzar para tres. Fuimos a la cocina, Alejandra abrió la heladera, vacía, las alacenas, igual. Me pidió la llave y bajo a comprar verduras

Martín fue a mi habitación y se burló de mi, de mis "hábitos monocales", creó que fue la frase exacta que utilizó

El departamento había sido de mi abuela, pero ella no había vivido ahí por años. Lo primero que hice al llegar fue buscar el Chelo de Ezequiel. Estaba en el estuche

Lo saqué despacio, lo acaricie, le quite el polvo, estuve un rato contemplandolo. Pensé en Ezequiel, recordé el abrazó que nos dimos, llorando, cuando terminó de tocar para mi su versión de la Suite de Bach; había logrado interpretarla antes que lo intentarán por última vez

Tal vez, si hubiera tenido más tiempo podría haber sido un buen instrumentista. Me gustaba pensar en eso, pero nunca podré saberlo

Luego de ventilar el departamento para quitarle el olor a encierro fui cerrando habitaciónes. Limpié y vacie para mi el cuarto de servicio. No utilizaba ese lugar más que para dormir, la cocina y el pequeño baño lindero. No usaba la puerta principal y sólo iba al living a abrir las ventanas para que entre aire y luz

En general compraba comida hecha o comía afuera. Además del colchón solo había comprado un molinillo para moler café y beberlo fresco en cada desayuno

Mi habitación tenía una pequeña ventana por la que entraba la luz durante las mañanas; por la tarde era bastante oscura. Además del colchón tenía una lámpara, una silla y tres o cuatro libros que había comprado en esos días

Cuando Alejandra volvió cargando algunos alimentos y otra botella de vino improvisó una cena con lo que yo había preparado más sus compras. Hizo un plato delicioso que a mi me supo a tailandés

Cenamos en la pequeña mesa de la cocina, la del comedor era enorme, como para doce personas. Nos hubiéramos sentido y  poco ridículos allí

Terminamos de cenar y destapamos la segunda botella de vino. Martín sacó la guitarra del estuche y se puso a tocar. Hacía años que no lo escuchaba, saltaba a primera vista lo mucho que había avanzado

Entonces sucedió

Alejandra apoyó su copa en la mesa y sucedió el milagro. Era una cantante extraordinaria, expresiva, sutil. Como abrir una ventana y que entre el sol

Yo no conocía las canciones que cantó y no me importaba. No había nada que conocer ahí. Las canciones son seres vivos, y Alejandra sabía como tratarlos

La voz de Alejandra crecía y ocupaba la cocina y el departamento. Ojalá la ciudad y el mundo

Estaba conmovido. La miré diferente

Entendí que era esa mirada: Así se mira a una artista

Bajo el cielo del Sur Donde viven las historias. Descúbrelo ahora