Capítulo 23: The beginning of the end

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Pasaron seis largas horas antes de que todos los profesores y aurores estuvieran libres de los hechizos de Dumbledore. Cada una de las víctimas se unió al círculo de poder a medida que se iban despejando poco a poco; añadiendo su magia para ayudar a contener y desviar la magia que el círculo de Harry alimentaba, acelerando el proceso. Para cuando la profesora McGonagall, como la más afectada, entró en el centro del círculo, Harry estaba montando un tsunami de poder, caminando por el delicado filo de la navaja para controlar el poder divino bajo su mando. Era estimulante, cautivador y seductoramente adictivo. También era increíblemente peligroso. Sólo su propio poder y habilidad le permitían mantener el equilibrio y dirigir la magia para que cumpliera sus órdenes, en lugar de quemarlo. Si el enorme poder que lo azotaba se apoderaba de él, la oleada resultante podría destruir la mayor parte del Reino Unido. Luchó por amortiguar la embriagadora sensación de poder absoluto que corría por su sangre; por no aprovechar el dominio definitivo que se le ofrecía. La ayuda llegó en la forma de Fawkes, posado en su hombro, prestando su fuerza para reforzar la de su amo en ausencia de Severus.

Finalmente, con una ráfaga de luz, lo consiguió. Exhausto de nuevo, Harry soltó la magia prestada con un más que ligero matiz de reticencia y se sentó en el suelo con un suspiro. Había vencido. Aunque el recuerdo de aquella energía seductora permanecería con él, ya había comenzado a desvanecerse, trayendo consigo una sensación de retorno de su propia mortalidad. Sonrió con cansancio mientras miraba a su igualmente agotado círculo. -Por la diosa; eso ha sido un subidón-.

La risa le rodeó; la energía nerviosa sustituyó temporalmente la que se había perdido. Sonrió a su círculo, observando lo cansados que estaban todos. -Gracias a todos. Hoy hemos llevado la victoria mucho más lejos de Dumbledore. Vayan; descansen un poco con mi gratitud. Remus, ¿quieres quedarte, por favor?- Sus amigos asintieron y salieron lentamente de la habitación, la mayoría de ellos tambaleándose ligeramente; los gemelos sosteniendo a Ginny entre ellos.

Harry se puso en pie y observó a los que quedaban. -Ahora, ¿hablamos?-.

La Sala de Menesteres brillaba con la luz de las estrellas entre los árboles del bosque

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La Sala de Menesteres brillaba con la luz de las estrellas entre los árboles del bosque. Como ninguno de los dos sentía que sería bienvenido en la sala común del otro, Draco y Neville habían subido a rastras los siete tramos de escaleras hasta la habitación. Neville había observado cómo Draco se paseaba de un lado a otro frente a la puerta, concentrándose mucho. Después de la tercera vuelta, se detuvo y, con una mirada nerviosa, le ofreció la mano a su novio.

Neville le había tomado la mano en silencio, su timidez innata amenazaba con abrumarlo. El rubio sonrió al abrir la puerta. La vista del interior hizo que Neville jadeara en voz alta. Era precioso. No sabía qué había esperado, pero las suaves alfombras tendidas sobre la hierba besada por el rocío bajo los robles y la brillante noche estrellada no habían estado en su lista. El Príncipe de Hielo de Slytherin era un romántico, ¿quién lo hubiera dicho? Toda la habitación era hermosa y romántica, y muy considerada. ¿Cómo sabía Draco Malfoy de la afinidad de Neville por la naturaleza? Más aún, ¿cómo podía entenderlo de la manera en que se mostraba aquí?.

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