Capítulo 22: No mercy

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Harry estaba de pie detrás de la mesa del personal, escuchando en su cabeza las negaciones de su compañero, aún petrificado. Externamente, la sala estaba en silencio mientras todos asimilaban la escena que tenían ante sus ojos incrédulos. ¿Harry Potter y Severus Snape estaban casados? ¿Potter tenía alas? ¿Dumbledore era... malvado?. Podrían haber permanecido allí inmóviles para siempre, si el hechizo que retenía a Snape no hubiera desaparecido.

-¿Har... ry?- El silencioso y roto sollozo de su compañero espoleó al furioso hombre a la acción. Con un grito, envolvió a su pareja con sus alas y sus brazos, protegiéndolos a ambos del mundo. Acunándolos juntos, murmuró palabras sin sentido de amor y consuelo.

Fuera de su acurrucado abrazo, más de un rostro estaba mojado por las lágrimas. Neville, con sus propias lágrimas corriendo libremente, se puso al frente. Entrando brevemente en el papel que, de no ser por el capricho de un loco, podría haber sido el suyo, atrajo la atención de la sala hacia él y la alejó de la afligida pareja de la mesa.

Habló con su recién descubierta y tranquila confianza, sin dejar dudas de que era un hombre que tenía el control.

-Por favor, todos los estudiantes regresen a sus dormitorios. Prefectos, por favor, acompáñenlos-. A pesar de su aplomo exterior, se sorprendió en privado cuando los estudiantes siguieron sus órdenes. No se pronunció ni una palabra mientras la sala se vaciaba. Cuando sólo quedaban los adultos y el círculo, Neville se volvió hacia su líder.

-Harry-. Se acercó cautelosamente a la pareja, manteniendo la voz baja y sin confrontación. Supo que había sido escuchado cuando Harry se calmó. -Harry, tienes que llevar a Severus a tus habitaciones. Tiene que ir a sus habitaciones ahora-. Canturreando las palabras con suavidad, se acercó lentamente a la mesa. Finalmente, el rostro empapado de lágrimas de Harry se levantó del santuario de sus alas. La mirada del joven hizo que los demás en la sala se quedaran boquiabiertos. Tanto dolor... nunca habían visto tanto dolor en alguien tan joven.

-Oh, Harry...- El sollozo ahogado de Hermione le recordó al ex-Gryffindor que había otros en la habitación. Asombrados y descaradamente embelesados, todos los ojos observaron cómo se componía visiblemente.

-Auror Shacklebolt, directora en funciones McGonagall-, comenzó Minerva al ser dirigida por su nuevo título. -Mi compañero me necesita. Lo llevaré a un lugar seguro y luego regresaré para responder a sus preguntas y planear nuestro próximo movimiento. Por ahora, mi círculo le dirá lo que pueda. Les agradecería que no se fueran hasta que yo haya hablado con ustedes-. Intercambió miradas con sus lugartenientes, que se repartieron despreocupadamente por la sala, cubriendo a uno o dos adultos cada uno. Harry pidió que se quedaran, y su círculo se encargaría de que lo hicieran. Cuando estuvo seguro de que todos estarían como él había ordenado, Harry se puso de pie, con cuidado de mantener a su todavía tembloroso compañero oculto bajo sus alas, y se aparto del Gran Comedor fuertemente protegido.

-¿Cómo demonios ha hecho eso el chico...?- Uno de los aurores expresó el pensamiento que tenía en mente cada uno de los no iniciados.

Con una mueca digna de Malfoy, Ginny tomó la palabra. -Todos esperan que derrote a Voldemort y, sin embargo, siguen subestimándolo. Les sugiero encarecidamente que dejen de pensar en Harry como un niño. Hace mucho tiempo que no lo es, y no apreciará que lo traten como tal ahora-.

-Quizá tenga razón, señorita Weasley, quizá tenga razón. Creo que deberíamos sentarnos y tomar una buena taza de té y luego ustedes, niños, pueden volver a sus habitaciones mientras nosotros hablamos con el señor Lupin. Debemos planear qué hacer ahora y cómo controlar esto antes de que la gente pierda la esperanza-. La nueva directora interina de Hogwarts le habló tranquilamente a la joven pelirroja.

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