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¿Podría ser peligroso buscarlo?

Puede que sí, después de todo era lo que quería hacer. Aquel chico era un extraño, uno que por azares del
destino salvo mi vida. Incluso con una extraña velocidad, y ojos de un color hipnotizante, sin embargo, a
lo poco que sé, quería volver a verlo.

Quizás para decirle la verdad, quizás contarle que fue una de las razones por la que pude continuar, por la
que tuvo la confianza de gritarle a aquel hombre aun si él se sobresaltaba, incluso cuando tenía miedo
de que mi vida terminara en sus manos, como alguna vez lo hizo con mi hermana. Tomé entre mis manos aquella agallas que sus palabras me dejaron, golpeando mi pecho a pesar de mis lágrimas escurrían mis ojos.

Grité verdades y abandoné aquel lugar al que no podía llamar hogar.
Entonces, el aire que lleno mis pulmones se volvió un confort a la vida que desee acabar. No me importaba si era en la calle, en el frío de la acera o algún callejón. Después de todo lo vivido, sufrir hipotermia era algo que me podía permitir sin miedo.

Solo que jamás pude dejar de escuchar en mis sueños aquella sonora risa, aquellas palabras que bombeaba
la energía de mi ser, incluso en lo más profundo de mi subconsciente, aun podía sentir su tacto frío y la
brisa cálida de esa noche, como un recuerdo tan deseoso de volver a vivir.

Pero, los años pasaban y no lo encontraba, aun cuando no abandone la misma ciudad donde quise caer, no
aparecía.

Sin embargo, mis manos aun recordaban su toque, lo suficiente como para que mí corazón faltara cada
vez que mi subconsciente quería. No quería olvidarlo, quería hacerlo una parte. Y en aquella pequeña
habitación en la que vivía, plasmé su imagen, en cada hoja blanca, él se convirtió en el boceto único que
adornaban mis paredes.

Sus ojos, profundos y a la vez coloridos, debajo de uno, una sonrisa permanente, a la que desconozco su brillante historia.

Mi cuerpo cambió, ya no era delgado, mi altura aumentó, y ya no era uno de las opciones por las que otras
personas querían lastimarme, pero mi ser tímido jamás se fue. Me volví fuerte y acabé mis estudios a duras penas, pero lo hice. Incluso grité al cielo, queriendo agradecerle aun sin saber su nombre.

Subí a ese edificio ahora abandonado, queriendo hacerle un fin a lo ocurrido, y nuevo empiezo en mi carrera. Entonces, lo vi o deseé que lo fuera y no se convirtiera en una más de las alucinaciones. En aquella azotea, en el mismo borde, era él, su espalda cubierta con aquella chaqueta roja y su cabello
negro, igual que la noche, por lo que corrí hasta donde se encontraba. Y con mi mano temblorosa, toqué
su hombro.

Queriendo que fuera así, y el destino me lo permitió.

Él volteó y sonrió, y mi cuerpo cayó sin creerlo.

“Aun vives” lo escuché decir, casi como si se alegrara de mí. Lo único que pude hacer, fue asentir, sintiendo como mi corazón golpeaba contra mi pecho.

“Lo hago”

Quise abrazarlo, y contarle todo, pero él solo cerró sus ojos y cayó a mi lado. Débil, pero sin abandonar su
sonrisa. Tuve miedo, porque no había heridas.

Sin embargo, se acercó a la herida de mi mano, olfateando la herida que quedó en mi mano al caer al
suelo, susurró un “Lo siento…” y abrió su boca, y de allí crecieron dos colmillos, y mordió.

Y allí conocí su verdadero secreto.

El Recuerdo En Sangre Fría, NingXianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora