6. Taimmar.

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El dios, triste y enamorado,
pidió un favor algo malvado.
Que nunca muriera su amante,
que viviera por siempre errante...

Del Libro del Conocimiento. 

Capítulo del Navegante.

Capítulo del Navegante

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Taimmar.

En la lengua de los dioses, significa "regalo malvado", y no podría tener un nombre más apropiado.

El mito de la perla viene de mucho, demasiado tiempo atrás. De cuando Soros todavía no nacía, de tiempos tan lejanos que nadie sabe con certeza dónde inició la historia sobre el nácar sagrado. ¿Es de nuestra antigüedad o robada de otro pueblo? Nuestra tierra es madre de mitos muy antiguos, desde las sirenas hasta los calamares gigantes, todo es posible en el mar Blanco gracias a que ningún otro océano arrebata tantas vidas como él. Sin embargo, la perla es distinta porque su mito no nació del amor o la pasión, los típicos sentimientos que acompañan los mitos del Navegante, sino de la venganza.

Mucho tiempo atrás, cuando la arena de nuestras playas seguía sumergida en el mar y las gaviotas apenas aprendían el arte de volar, en un poblado de la montaña, una chica linda jugaba en el agua del arroyo enamorada de su propio reflejo y Andreas, nuestro niño divino del agua, se enamoró de ella, algo que la hizo muy feliz. El semidiós cedió a sus caprichos, a sus exigencias y antojos con tal de conseguir su amor, cosa que no sirvió mucho porque ella se amaba mucho más a sí misma de lo que podría quererlo a él. Todo fue bien, al menos hasta que el Extraño visitó a su sobrino y la chica, ambiciosa y soñando que podía conquistar al dios más seductor y juguetón de todos, trató de seducirlo. El señor de los muertos demostró interés y ella se entusiasmó creyendo sus propias mentiras hasta que consiguió un regalo que no supo leer.

—Un regalo, belleza a la belleza —señaló el Extraño mientras ofrecía una piedra de río insignificante que no era bonita ni interesante.

—¿Qué es? —preguntó ella dispuesta a encontrarle lo peculiar a un regalo tan simple regalo.

—¿No lo entiendes? —inquirió algo ofendido el Extraño de que la amada de su sobrino no conociera a los dioses—. Soy el dador de sueños, mi pasatiempo favorito es cumplir deseos y tú, querida sobrina, no mereces mucho menos.

Ella, ignorante de que la había llamado sobrina e ilusa de sus intenciones, aceptó el regalo pensando que era una declaración de amor.

Pero la piedra no dejó de ser una piedra ni ella una embustera así que, cuando besó al dios para agradecerle, ella se transformó en rana a la vez que la piedra robaba su belleza y se convertía en una hermosa perla azul con una rara y extraña peculiaridad: da inmortalidad a cualquiera que la tenga. Lo que no sabía ella era que Andreas había suplicado a su tío volverla inmortal, como años atrás hiciera el Productor con Helena, sin embargo, el dios de las mentiras siempre prudente en saber medir la valía de las almas, aceptó con la condición de que la chica jamás traicionara el amor que el semidiós tenía. Cosa que no sucedió. 

La herencia benignaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora