28. La boda

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Cuentan un mito las olas
Cantan con sabia verdad
Que tres coronas forjaron los dioses,
Una para cada deidad.

Una el agua evapora,
Otra envenena la sal.
La última, el cielo devora
En fin, consuelo no hay.

Arián

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Arián

Entre los Grandes Ritos de los Soros, con seguridad los matrimonios reales eran los más variados. Podían celebrarse desde los eventos propios de la era de Helena Soros, con los novios sangrando para jurar ante los dioses, como los correspondientes a la alta sociedad, donde existía el matrimonio por representación que no requería la presencia de la pareja. Aunque la más extendida de las formas seguía siendo la aprobada por el Templo de la Aurora, que consistía en leer parte de los sagrados mitos y hacer oración a Aurora por un matrimonio próspero y fecundo.

Si bien los Soros no siempre se apegaban a las modas, en los últimos cien años, se habían vuelto protocolarios para la Corte los de éste tipo. Como bien decía su madre, la Corona sobre la cabeza y el corazón escondido en un baúl. Incluso sus ochenta y cuatro bodas anteriores había seguido la tradición: realizadas en un gran salón, con ropa de hilo de oro y promesas solemnes que nunca podría cumplir. Era un Soros, con una responsabilidad hacía un linaje más grande que cualquiera de sus aspiraciones. Era un semidiós, un descendiente directo de los Padres Celestiales que ataron las estrellas al lejano firmamento y construyeron un mundo vivo desde el polvo estéril. La divinidad estaba en sus venas. Sus ancestros se habían asegurado de jurar fidelidad ante escenarios igualmente majestuosos que la brillante historia de la familia. Pero, por algún motivo, sabía que su boda con la señorita Antero no podía seguir esa directriz.

Ella nunca sería como la Corte exigía, ni la tradición o el linaje obligaba. Sus modales eran horribles, sus deseos, malvados. Y ni hablar de sus expectativas inexistentes. Valeria Antero entraba en el matrimonio que sería su ruina ansiosa de destruir; con poco temor a ser destruida. Una naturaleza tan ardiente no comulgaba con ese mundo de reglas protocolarias o los vestidos de seda.

Así que Arián ordenó que su próxima boda fuera diferente, algo más adecuado para su futura esposa, tal y como lo había solicitado su cuñada Alexia.

—Por favor, Majestad—había rogado su futura cuñada—. Si es posible, que vuestra boda sea más acorde a...ella, hágalo.

Al rey le hubiera encantado recordale a la señorita Antero que su matrimonio era un arreglo destinado al fracaso desde las entrañas, que sus esperanzas no deberían existir y que, para empezar, no conocía para nada a su futura esposa. Por muy cruel que fuera la historia, Valeria Antero con mucha probabilidad moriría sería arrojada al Ojo como todas sus antecesoras sin importar cuan ardiente fuera su valor. Muerte. Desde la cuna hasta la mortaja. Esa profecía se había cumplido a la perfección toda su vida ¿Por qué engañarse creyendo que lady Antero era diferente?

La herencia benignaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora