Érase una vez una mujer que vendía sus lágrimas;
Fueron tan escasas que murió de hambre...Frase célebre de Ladivia.
—Y la reina eligió a su sobrino—termino el cuento por ella.
La condesa lanza una sonrisa enigmática.
—¡Impertinente, impertinente!—grita el loro desde su jaula.
Me abochorno con la señora. No por interrumpirla, sino por imaginar lo delicioso que sería su mascota bien asada...
—No. Algo sobre la venganza: quien da una puñalada, debe prepararse para recibir diez. Quizá la reina era sabia e intuyó que el pez sólo quería causar problemas...
—Entonces, ¿Qué eligió?
La mujer revuelve el té, luchando por disolver toda el azúcar que agregó.
—No lo sé. Dariana murió antes de llegar a esa parte. Aunque sé que la elección no era importante. Verás, en el cuento los hijos son lo menos importante y se centra en las madres. ¿Qué debería ser más importante para esa mujer? ¿La vida de su hijo o la de su reino? El fin de la historia es, en esencia, un insignificante manchón de tinta. Los hombres nacen y mueren, la naturaleza nos ha condicionado a hacerlo, sin embargo, no todas las vidas pesan lo mismo. Hay quienes son capaces de asesinar a sus hijos por ver un plato de comida en la mesa...Y viceversa. Lo importante en el cuento siempre lo elige el narrador.
No se me escapa que fue la madre de Arián quien se lo contó a ella. ¿La reina Dariana estuvo en una situación parecida? ¿El señor del río es el gran pez que quiso causar problemas?
—¿Qué cree que deseaba transmitir la madre de Arián?
Deja al té en paz mientras una expresión de devastación la inunda.
—Sus propias elecciones—responde solemne—. Le confesé mis sentimientos cuando aún era una princesa. Pasamos meses analizando qué lugar podría acogernos sin juicios porque es horrible sentir vergüenza al querer. Pensar que tus sentimientos, puros y naturales, son malas hierbas que debes eliminar antes de que se note. Yo sabía que nunca estaríamos juntas en el sentido estricto de la palabra, pero existía amor y creí que esa era una moneda difícil de gastar. No lo fue.
“Cuando el rey falleció inesperadamente, Daria se volvió igual de humana que las estatuas del jardín. Era piedra fría y dura. Si bien en el fondo quedaba algo del amor de mi vida no bastaba. Tuve que escuchar cómo elegía amantes para tratar de concebir mordiéndome la lengua para no reclamar y admitir que me hería. Era una reina, repetía que su obligación era tener hijos. Así que sostuve su mano en privado después de cada encuentro furtivo con algún hombre, cuando lloraba al ver el sangrado menstrual o se molestaba con las implicaciones de tolerar a la pequeña Edelmira. Yo no podía hacer nada de eso en público, era la mejor amiga de la reina, no una reina consorte. Luego de años y años de clandestinidad, me atreví a buscar su mano en público...Ella me abofeteó. Duro. Ese día conocí a mi esposo.
Cuando salí llorando después de semejante humillación, Franz se acercó a mí y me abrazó.
—Déjalo ir—me dijo—. Yo sé que duele.
Lo vi a los ojos y supe que era mi alma gemela. Ambos estábamos atrapados en la misma situación creyendo ser las únicas víctimas del miedo que causa mostrarte como eres. Pero no. Mi dolor era el suyo y, con el tiempo, descubrí que también podíamos compartir la fortaleza, la resiliencia en el prado de espinas que es amar a alguien fuera de tu alcance.”
Es una historia tan personal que la duda del por qué me la está contando es lo único en que pienso. Ésta mujer me está confiando un escándalo, uno tan salvaje que me inquieta que siga aquí dispuesta a hablar. Pero...el cuento es sobre las madres. Dos.
—¿Quién es la otra madre?
Levanta la taza con ademán de beber. Ugh. De forma asombrosa la vuelca en la maceta a su izquierda.
—No eres tonta. Eso es bueno. Un consejo, cariñito. Si los demás actúan como idiotas no sigas la corriente. ¿Riegas mi helecho?
Cojo el té y lo derramo igual que ella.
—Cuando Arián nació se extendió un rumor malicioso. Decían que nuestro príncipe no era hijo de Daria, para ser específica, afirmaban que ella lo había robado. Y era una posibilidad. La reina había tratado de concebir durante quince años sin que se lograra un nacimiento. Si no sucedió cuando era joven y más fuerte, ¿De verdad lo logró a los treinta y cinco años?
—Si la reina era como dice existió una ejecución.
—La hubiera habido de no ser porque la mujer que lo difundió era Edelmira Soros.
—¿La tía de Arián?—digo conmocionada.
—O la madre. Dependiendo de si el gran pez de nuestro cuento logró causar problemas o no...
Dedicado a AlikMiVaron25 por ser una lectora adicta ;)
Para debatir en familia. ¿Quién es el gran pez?
—Amelia.
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La herencia benigna
FantasyEl país de Soros es famoso por dos cosas: su riqueza y el desfile de reinas ahogadas que sucede en palacio desde hace dos años. Cuando la orden real de matrimonio llega a a la casa Antero, Valeria sabe el destino cruel que acaba de caer sobre su am...