27. El cambio justo

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¿Por qué temes a la muerte?
Escucho tu corazón a través del mar.
¿Por qué lloras el presente?
Hay algo entre tus huesos que atrae al mal...

El poema que un dios susurró a un alma muerta.

Decir que la cena está siendo incómoda es un eufemismo

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Decir que la cena está siendo incómoda es un eufemismo. Libia ha tratado de convencerme de que Alexia está en lo correcto y debería aprovechar la oportunidad de irme. He girado los ojos más veces aquí que en las peores de las fiesta de té a las que fui en toda mi vida.

Mi hermana está igual.

Desea con fervor que me vaya de este palacio. Lo que ninguna de las dos entiende es que es mi palacio.

—¿Al menos lo has considerado?

Insiste mi hermana.

Bufo mientras revuelvo la cena. Pollo frito con verduras salteadas. Bah. Libia muerde con una intensidad rabiosa el muslo de pollo.

—No es un tema que admita discusión, Lexia.

—Deberías considerarlo—susurra Libia con la boca llena de comida.

Lo que me pone de peor humor. ¿Ella dándome consejos a mí? ¿En serio? La audacia de algunas.

—Ahora mi destino está en tus competentes manos, querida Libia. Si logras convencer a su Majestad de no matarte nunca tendré  que casarme con él.

Traga con dificultad y no réplica.

—¡Valeria!—Me increpa Lexia—. Respeta.

Justo cuando estoy por mandarlas al jodido inframundo un alteradisímo rey entra al comedor.

—¡Libia! ¿Está aquí?

¿Dónde  está  el rey solemne que conozco y quién es este lunático? Sus ojos buscan por toda la habitación y se ve particularmente aliviado cuando advierte la presencia de mi esposa.

Diábole. ¿Quiere calmarse?

—¿Qué ocurre?

Libia pregunta con voz de ratón al mismo tiempo que yo. Obviamente, Arián  solo escucha mi voz. Se dirige hacía mí.

—Necesito audiencia con usted, señorita Antero. Con carácter de urgente.

Por la desesperación que transpira no le veo mucha utilidad a discutir. Salimos al pasillo, aunque Arián no se detiene y sigue caminando hasta llegar al balcón  en el otro extremo.

—¿Qué diablos le sucede?

Está sudando. Como si hubiera corrido por toda la ciudad.

—Necesitamos casarnos. Ahora.

Espera, ¿QUÉ?

—¿Cómo? ¿Qué sucederá  con Libia? No me diga que pien...

—No, por supuesto que no. Pero digamos que Libia dejará  de ser un problema pronto.

La herencia benignaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora