Capítulo XVIII

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Esperé a que saliera el sol, realmente no dormí nada. Ingresé a la página oficial de vuelos internacionales y compré en línea un pasaje con destino a Strasbourg.

El siguiente vuelo salía dentro de dos horas.

Me levanté rápidamente y me di algo así como una reponedora ducha.

Pero no dió resultado.

Igual tenía sueño.

Me vestí y alisté mis cosas lo más rápido posible.

Antes de salir escribí una nota explicando mi desprevenido y arriesgado viaje a Strasbourg.

Tomé mi teléfono y la Lidca en una mano, y una mochila con la otra.

Traté de llevar lo menos posible de equipaje por lo que dejé mi bolso en la abandonada mansión.

Finalmente, cerré la puerta por fuera.

***

Luego de una hora de trámites de embarcación, subí al avión e inicié una "aventura" que terminaría, probablemente, con mi predecible muerte.

El viaje entero me dediqué a dormir.

***

Me subí al taxi que había solicitado, aún cansada, y le indiqué la dirección a mi destino. El areopuerto estaba lejos del lugar que pretendía llegar.

Percibí que me estaba quedando dormida y no rendiría lo suficiente en mi misión, por lo que tuve que tomar una decisión.

-¡Alto! -traté de gritar, gastando mucha energía.

-¿Todo bien? -preguntó el chófer.

-Sí, digo no... digo.... -suspiré frustrada -Quiero ir a mi casa.

-Ok... -dijo algo confundido -¿Y en dónde queda eso?.

Le indiqué como pude la dirección de mi departamento que prácticamente quedaba al otro extremo de la ciudad del lugar en que pretendía ir.

-Señorita... -dijo el chófer rompiendo el duradero silencio del automóvil -¿Está drogada?

Si hubiera sido la verdadera Maggie completamente energética, lo hubiera insultado y luego me hubiera bajado del taxi sin pagar ni un peso y me iría al departamento caminando.

Pero no.

-No... solo estoy cansada, no dormí en toda la noche -respondí pacíficamente.

Luego de un rato, el vehículo se estacionó afuera del departamento en el que vivía, cancelé el dinero y luego, con mi mochila al hombro, subí por las escaleras hasta llegar afuera de mi casa.

Inserté la llave en la cerradura y la giré unos pocos centímetros hacia la izquierda, para luego encontrarme con una gran sorpresa.

-¿Qué ocurre aquí? -pregunté desde la puerta al escanear todo el lugar.

¡Elizabeth estaba en mi casa!

Y no estaba sola.

-¿Recuerdas que hace un tiempo te llamé que me quedaría en tu casa? -preguntó Collins observándome de pies a cabeza.

-Si, pero ¿Quién es él?

-Oh no... -dijo negando lentamente con la cabeza.

-¿Qué? -grité enfadada.

-No debiste preguntar eso.

De manera acelerada, el tipo que estaba junto a Collins retiró del bolsillo de su pantalón una genringa, mientras tanto Elizabeth me sujetaba los brazos. Él sujetó mi pierna, inyectando la geringa en el muslo de mi pierna derecha. El dolor fue tan intenso que sentí un fuerte palpitar en el pecho y observé como lentamente mi visión se oscurecía, quedando inconsciente.

***

Me dolía la cabeza, estaba muy mareada y adolorida. Definitivamente era 10 veces peor que cuando William me golpeaba.

No podía ver nada, me toqué suavemente la zona sensible de mi nuca y sentí húmedo.

Sangre -pensé.

Luego de unos segundos sobando la herida de mi cráneo, noté que tenía un ojo hinchado y no lo podía abrir más de la mitad.

¿Qué había pasado?

¿Elizabeth me golpeó? ¿O quizás ese otro sujeto?

Intenté levantarme, pero no pude. Mis pies estaban amarrados a la silla en que estaba sentada.

Tuve recuerdos borrosos; la geringa en mi pierna.

Sobé con cuidado mi muslo derecho para buscar la zona herida. Encontré algo. Lo retiré y me dolió mucho. Al instante sentí como me corría la sangre.

Intenté inspeccionar el objeto que había retirado de mi pierna con mis dedos. No era una geringa, más bien era un cuchillo, una navaja o algo así. Su punta era filosa y por la oscuridad no podía ver ni siquiera mi silueta.

Hasta aquí llegaba, me estaba desangrando y cada vez me mareaba más.

Este era mi fin.

Hermana voy contigo -pensé.

Ya no saldría viva de esta.

De repente, se abrió la puerta de algún costado, dejando entrar un poco de luz. Mi pantalón blanco estaba empapado en sangre y mis brazos esraban con finos cortes; desde la palma hasta el codo, por ambos lados.

De la puerta, entró una persona. Tenía la silueta de un hombre. La contraluz no me permitía verificar si era el mismo del departamento. Observó el cuchillo en el suelo, lo recogió y lo enterró esta vez, en mi pierna derecha. Se dió la media vuelta y cerró la puerta, dejándome sola otra vez.

Mis pensamientos se bloquearon para luego caer inconsiente.

[Elizabeth en galería]

El asesinato de Constanza © (#1 Mystères Infinis)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora