Capítulo 22

6.5K 240 56
                                    

(Este fanfic no es mío, es una adaptación de la traducción de @Camrensweet2)

***

Luisa POV.

Me desperté extrañamente ansiosa el miércoles, empezando a recordar con más frecuencia el tiempo que aún quedaba para el sábado y también extrañando que María aún no me respondiera pese a que el mensaje aparecía como leído. De alguna manera, me calmé un poco cuando Devi nos informó que todo lo que haríamos aquel día se resumía en probar el buffet. Todo ya había sido organizado por ella y Lucía. Por eso, Amelia y yo solo tuvimos que ir hasta el lugar marcado —un tipo de salón de fiesta un poco lejos de allí— para decidir lo que entraría o no en el menú. Ellas fueron con nosotras, solo para ayudar en alguna eventualidad.

Pasamos horas probando dulces, chocolates, carnes, canapés, fríos de diversos tipos, porciones de masas, platos de sopas y otras cosas más. Lucía ayudó en la tarea, tal vez porque quería parecer útil o tal vez porque su embarazo la estaba dejando con hambre. Amelia parecía interesada en ese asunto y me acordé de su gusto por la culinaria. Como mi espalda comenzaba a doler ahora con más rapidez, me senté en una de las sillas y permití que ella resolviera aquello, eligiendo lo que quisiera. En realidad, no me importaba nada, siempre y cuando ella no faltara a la boda.

Esa noche, Amelia y yo tuvimos una pequeña discusión. Al pedir mi documento de identidad y mi certificado de nacimiento para finalizar los últimos documentos que faltaban para hacer el matrimonio posible, descubrí que había decidido, sola, que nos casaríamos en comunión total de bienes. No entendía absolutamente nada sobre asuntos jurídicos de matrimonios, pero sabía lo suficiente para estar segura de que casarse con Amelia, firmando un papel que decía que toda su fortuna también era mía, era por lo menos, injusto.

—¿Y qué sugerirías? ¿Separación total de bienes? —Ella se burló.

—¿Sería más plausible, no?

—¡No!

—Explícame entonces de qué manera tengo alguna influencia sobre tu fortuna.

—Si me estoy casando contigo, quiere decir que quiero que nuestras vidas se unan. Lo que es mío es tuyo y esa es mi idea de unión.

—¿Y por qué puedo entrar sin tener que tus cosas...?

—No estás tomando nada. Estoy compartiendo...

—¡Es injusto y claramente ventajoso para mí! ¡Solo gano con eso!

—¡Y no pierdo nada! ¿Por qué eres tan terca?

—¿Y por qué siempre decides las cosas sola?

—Pero has acordado dejar los asuntos jurídicos bajo mi responsabilidad.

—Pero yo no recordaba que teníamos que decidir el tipo de régimen de bienes.

Discutimos por algún tiempo, hasta que mi cabeza empezó a doler y Amelia pareció profundamente arrepentida de haber comenzado una discusión, demasiado preocupada con mi estado de nervios y cómo podría afectar el embarazo. Cuando ya estaba acostada y siendo debidamente mimada, ella intentó convencerme en un tono más calmado de que no había por qué optar por otro tipo de régimen de bienes, y que, si yo continuaba con la misma opinión, podríamos cambiarlo después de la boda.

Para hacer las cosas más fáciles, acepté. Sabía que si continuaba con mi idea, la boda probablemente acabaría no ocurriendo de allí a tres días. Además, Amelia estaba segura: ella no tenía mucho que perder, porque si dependía de mí, el divorcio no era una opción.

My sweet prostitute (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora