Capítulo 23

8K 239 59
                                    

(Este fanfic no es mío, es una adaptación de la traducción de @Camrensweet2)

***

Amelia POV.

La mañana siguiente a nuestra boda comenzó perfecta, aunque nada fuera de lo normal hubiera ocurrido. El simple hecho de tenerla allí a mi lado, durmiendo, linda como un ángel, ya era suficiente para ponerme bien. Su maquillaje, aunque más claro, se mantenía perfecto. Sus cabellos estaban sueltos y traté de recordar en qué momento de la noche anterior había deshecho su trenza. El perfume de almendras parecía débil en comparación con el perfume natural que su piel emanaba. Ella estaba tranquila, respirando despacio, y el movimiento de ascenso y descenso que su pecho hacía era un poco hipnótico. Incluso inconsciente, Luisita parecía feliz, y eso me hizo sentir una paz de espíritu tan grande que, de repente, me di cuenta de que podría pasar el resto de la vida allí, de esa manera, viéndola sin hacer nada.

Pero en algún momento ella se despertaría. Y cuando eso sucediera, yo quería estar preparada. Era divertido como me sentía dispuesta a parecer la mejor esposa del mundo para ella, e igualmente era gracioso el hecho de que creía que realmente podía serlo. Le había prometido -y a mí misma -que cuidaría de ella para siempre, y siempre la haría feliz. Era una de las pocas promesas que había hecho a alguien algún día, y sería quizás la única que realmente cumpliría.

Contra mi voluntad, me levanté de la cama y caminé hasta el baño para darme una ducha tibia, teniendo cuidado de no despertarla. Todavía dormía en la misma posición cuando regresé a la habitación. Escogí un pantalón de chándal cualquiera para vestir y recogí del suelo nuestras prendas olvidadas la noche anterior, saliendo enseguida.

Descendí y preparé el mejor desayuno que conseguí hacer, con jugo de naranja, tostadas, jamón serrano, huevos, unos pequeños croissants, dos tipos de mermelada, mantequilla, chocolate y galletas. No sabía de dónde había surgido todo, seguramente Lucía tenía que ver con ello. Me senté en la cocina y comí un poco distraídamente, tratando de recordar todos los detalles de nuestra fiesta de bodas, pero solo consiguiendo recordar siempre lo mismo: Ella. Y de cómo ella era maravillosa. Y de cómo me sentí al verla caminando hacia mí, aceptándome, aceptando ser mi esposa. Y de cómo todo parecía girar alrededor de ella de una forma natural. Y de cuánto la amaba.

Sentí una nostalgia repentina, como si estuviéramos lejos hace tiempo. Puse en una bandeja todo lo que conseguí y subí con ella a la habitación, sin pensar que Luisita ya había despertado a esa hora. Para mi felicidad, ella se estaba estirando alrededor del edredón como una gata mansa -y la mejor parte: completamente desnuda. Por un buen tiempo todo lo que conseguí hacer fue admirarla desde la puerta, con la bandeja todavía en las manos. Me alegré cuando no hizo mención en cubrirse al verme allí.

-Buenos días mi amor. -Ella susurró contra la almohada, medio de bruces, mirándome con aquellos ojos miel perfectos.

-Lindo día. -Respondí, dejando la bandeja en el colchón a su lado y besando suavemente su espalda. -¿Con hambre, Sra. Ledesma?

Ella escondió la cara y soltó una risa baja, pero suficientemente alta para que yo oyera y me enamoré aún más.

-Lo estoy. Tu hija se está moviendo con mi apetito.

No sabía por qué todo lo que ella decía me hacía derretirme, pero oírla referirse a su barriga de esa forma definitivamente me dejó más tonta que nunca. Cuando Luisita se volvió barriga arriba, fui tomada por la necesidad de agarrarla y llenarla de besos, pero todo lo que hice fue besar su pancita.

-Ella está muy quieta... - Comencé, extendiendo mi mano allí, y como si fuera una respuesta a mi constatación, sentí inmediatamente una minúscula patada.

My sweet prostitute (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora