002.

246 23 9
                                    

Volví a colocar la carta en el sobre, la guardé en la caja cebra y escondí la caja en el fondo de un cajón. Luego me tendí en la cama para recuperar el aliento. La cabeza me daba vueltas, mil pensamientos bullían dentro de ella y se enredaban entre sí, como hojas secas llevadas por una tempestad.

En resumen, lo que la carta me confesaba que en realidad el abuelo, Han Jinwoo, no estaba muerto, —no al menos cuando la abuela escribía esa carta y que en todos estos años me lo habían hecho creer—y que el desvergonzado se fue de la casa, dejándola sola con una niña en brazos, la abuela sola tuvo que salir adelante y eso me enorgullece porque siempre he creído que ella era una mujer fuerte. Sin embargo, lo que me sorprendió de esa carta es que como la abuela Yeojin refleja sus sentimientos en ella, sobre todo el coraje. Supo que en realidad el abuelo no estaba muerto porque luego de unos años le llegó una solicitud de divorcio, Yeojin estaba devastada, el hombre que creyó que era el indicado y el amor de su vida la había fallado descaradamente, había formado otra familia. Desde entonces, para mi mamá el abuelo Han estaba muerto.

En la carta, la abuela me pedía que busque al abuelo y hablara con él, que lo lleve a su tumba y sobre lamente por haberla sufrido tanto. Esto era la revancha de Yeojin.

Que nadie me hubiera dicho nunca una alusión, que nada—ni siquiera por error— se hubiera filtrado nunca en nuestra vida familiar, me parecía, por decir lo menos, paradójico. O yo había sido sorda y ciega todo este tiempo o mis padres habían sido actores extraordinarios.

Dentro de la caja cebra había otro mundo y yo había caído dentro de él o, mejor. Había sido succionada de improviso. Este otro mundo o, más bien, esta otra dimensión de la existencia estaba muy lejos de mí, de la serenidad que había conocido hasta ese momento.

En mi casa nunca había habido sobresaltos, todo había marchado siempre sobre ruedas y tranquilo.

Mis padres congeniaban, el trabajo no faltaba, el dinero tampoco. En resumen la vida nos sonreía o, al menos no nos había amenazado en ninguna ocasión. Esto me había llevado creer que siempre había sido así, incluso antes que yo viniera al mundo. No podría convencerme de que esa paz, a veces hasta un poco cansada y aburrida, había llegado después de un terremoto, un drama que había sido devastada la familia de mi abuela, dejando tras de sí un vacío hecho de llanto y desolación.

Del mismo modo yo no había logrado poner juntos nuestro tranquilo presente con el pasado turbulento de mi abuela. ¿Dónde estaban los rastros de la tragedia que bien trastornado su vida? ¿Dónde estaban los restos de ese naufragio? No recordaba en un solo momento en el que en casa se hubiera hecho alusión alguna. Ni siquiera a la abuela se le había escapado nunca nada, ni siquiera un suspiro. Siempre ella tan afectuosa, gentil y serena. Siempre pronta para ver el lado positivo de las cosas. Siempre lista con sugerencias y bueno ideas.

Me preguntaba cómo no había cedido nunca, sepultando todo en el silencio. No debe ser fácil guardar para sí un secreto y por tanto tiempo. Yo no sería capaz.

Cuando la tempestad que tenía en la cabeza dejó de sacudir mis pensamientos como un ola al viento, se me presentó una duda: ¿Y si la abuela se había inventado todo?

Era una duda culpable. En realidad me avergonzaba pensarlo. Sin embargo, este era el primer punto por aclarar, antes de cualquier otro paso.

Me daba cuenta de que debía proceder con mucha cautela. Estaba caminando sobre un terreno minado. Sin contar con que la abuela, desde el más allá, se habría disgustado mucho si no hubiera actuado como ella quería. Ya el hecho de que dudara de ella, podría irritarla. No entiendo de fantasmas, era mi primera experiencia, pero por lo que había visto en mis películas favoritas de terror, sabía que casi nunca eran benévolos ni mucho menos tolerantes con los vivos. Sobre todo cuando no se cumplía con sus pedidos.

Lo que Sabemos del Amor ➳ Han Jisung ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora