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—¿Nos tenemos que casar?— ironizó Jisung, cuando le conté que quizás éramos parientes.— Todavía no está entre mis planes, Gayoung, lo siento.

—Tampoco en los míos... según creo es sólo una excusa porque mis padres no quieren que nos veamos. Pero no me importa.

—De todos modos puedes decirles que estén tranquilos. Tú y yo no somos primos. Cuando mi abuela conoció a tu abuelo, era viuda y yo tenía un hijo. Mi padre, precisamente.

—¿Y entonces por qué se apellida Han? Está escrito en el timbre.

—¡Ah! —Jisung me ha lanzado una mirada burlona.— ¿Significa que no me crees?

—Solo es curiosidad.— rebatí, con una sonrisa desafío. —Ya que nosotros dos nos decimos siempre como están las cosas también quisiera saber esto.

—Claro, tiene razón. —alzó sus manos, mostrando las palmas de sus manos.—Entonces, las cosas fueron así: después de haber obtenido divorcio de tu abuela, el abuelo Jinwoo quiso reconocer a mi padre como si fuera su hijo. Y entonces su apellido Han se le fue agregado remplazando al esposo fallecido de mi abuela. ¿Me sigues?

—Puedo hacerlo, sí.

Jisung sonrío y esta ha sido una señal positiva para ambos. Es decir, que ninguno de los dos tenía la intención de polemizar. Luego retomó la explicación.—Mi abuela había vivido aquí con su anterior esposo, habían construido esta casa juntos. La abuela pasó de ser llamada Yang a Han. Y Yang se quedó justo en la verja, para confundir a los visitantes.

—Como me sucedió a mí.—sonreí ante el recuerdo.

Él asintió.—¿Satisfecha?

Estaba más que satisfecha. Es más, ya saboreaba el momento en que, a la hora del almuerzo, habría podido decir a mis padres que estuvieran tranquilos, que ninguna ley natural prohibía que Jisung y yo tuviéramos una historia juntos y una docena de hijos si nos daba la gana. O quizás no contaría nada, tendría la verdad escondida como ellos habían hecho conmigo. Jisung se acercó a mí.

—¿En qué estás pensando, Gayoung?

—En que ahora puedo besarte sin preocupaciones o no dejar de pensar en lo que dice las tres leyes de la genética.—Jisung soltó una risotada.

—Te adoro, porque eres bella, pero aún más porque eres muy perspicaz.

—La segunda cosa ya lo sabía.—le respondí sonriendo.

—Bueno...—tomó mi mamo y la entrelazo con la suya.—y ahora dime qué te gusta de mí. Si no, no vale.

— La simpatía.—dije simple.

—¿Eso es todo? Es lo que se acostumbra decir a los feos, feos.

—Bueno...

—Adelante, entonces.

Jisung se estaba divirtiendo fastidiándome, pero yo estaba incómoda revelando así mis sentimientos.

—Está bien, también eres un buen tipo,

—Oh, gracias. Peor aún. Esto se puede de cualquiera que esté en el promedio. Vamos, dime algo más personal. No me decepciones.

Estaba bromeando, pero por cómo cerraba el círculo de las posibilidades, estaba claro que quería también ir al grano. Y yo deseaba intensamente poner fin a este discurso que me avergonzaba.

—Tú tienes algo que me hace latir fuerte el corazón.—dije, todo de un tirón.

—¡Oh, Gayoung!—Me abrazó fuerte y ya no me quería dejar ir.

Lo que Sabemos del Amor ➳ Han Jisung ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora