Prefacio.

847 34 9
                                    

En cualquier otro momento habría dicho que no.

Primero, porque no creía en lo sobrenatural. Ni en los fantasmas, ni en los espíritus que vienen del más allá para asustarte o contarte sus secretos, ni en los ángeles custodios que caminan a tu lado para encaminarte por la buena senda o salvarte de algún peligro mortal.

Segundo, porque con todas las cosas concretas e interesantes qué hay por descubrir en esta tierra, me parecía verdaderamente tiempo perdido ir a fisgonear en el otro mundo, para luego regresar sin respuestas seguras y a ciencia cierta.

Pero esa noche hice una excepción.

Estaba demasiado agitada, demasiado eufórica. Y estaba dispuesta a creer incluso en la existencia de los gnomos o de los extraterrestres, con tal de continuar divirtiéndome hasta el último minuto de ese magnífico día.

La fiesta de mi cumpleaños había salido muy bien. Había alquilado, por la tarde, la piscina del club que hay cerca de casa. Nos divertimos de muerte, bailando las coreografías de mis grupos favoritos, aunque parecía ridícula imitando los pasos puesto que tengo dos pies izquierdos a la hora de bailar pero hacía el intento, nos zambulléndonos en el agua haciéndonos bromas absurdas.

Es la suerte de haber nacido en verano, en otras estaciones no se podría realizar una cosa igual.

De la piscina nos trasladamos a mi casa, para comer algo juntos. Había pizzas y bocadillos para todos, más una gran torta de cuatro pisos comprada en la mejor pastelería de la zona.

Hacia las ocho y media los chicos se fueron en masa, porque había un partido nocturno de fútbol que no querían perderse. Después, de poco a poco, se fueron las chicas, excepto mis amigas íntimas: Lisa, Jisoo, Jennie y Rosé. Con ellas había programado una especie de "noche blanca", como se le quiera llamar.

Por eso nos encerramos en la habitación más grande de mi casa, aquella donde dormía la abuela hasta cuando falleció el año pasado. Allí estaba su enorme cama matrimonial, además un diván y un sofá-cama. En resumen, lugares para dormir no nos faltaban, aunque dormir era la última cosa que pensábamos hacer.

Por un rato comentamos los sucesos del día, chismeamos sobre nuestras ex compañeras de estudios y también hicimos la lista de los chicos: los estúpidos pero simpáticos, guapos pero insípidos, odiosos pero atractivos, infantiles pero prometedores, fascinantes pero inalcanzables, etc.

Luego jugamos un poco a las cartas, pero nos aburrimos inmediatamente. Yo primero, porque no me parecía digno de un remate de cumpleaños que había sido, por decir lo menos, memorable. Entonces Jisoo, por pedido de todas, comenzó a contar cuentos de terror, y que sabe hacer muy bien, tan bien que todas estábamos muy pendientes de lo escuchábamos y sin rechistar.

Cuando faltaba poco para la media noche, Jisoo miró el reloj y propuso:—¿Qué dices si llamamos a un espíritu, eh, Gayoung? La hora es propicia.

—Porqué no.—respondí con simpleza.

Mis amigas se estaban empeñando para que la diversión no terminara nunca y por primera vez yo también podía fingir aunármeles, pertenecer a la banda de los simplones que se llenan la cabeza con los mensajes de los pobres difuntos.

—Yo sé de verás cómo se hace.—precisó Jisoo.

—¿Has probado alguna vez?—Intervino Lisa.

Lo que Sabemos del Amor ➳ Han Jisung ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora