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Comenzamos a frecuentarnos. El primer encuentro duró una media hora o un poco más, después él se fue deprisa porque tenía un compromiso con su grupo musical. El segundo, dos horas. Al tercero, regresé a casa y encontré mis padres que con parsimonia ya tomaban su copa.

— Estás atrasada.— refunfuñó mi madre.—Sabes que cenamos a las ocho.

Yo ni siquiera le respondí, quizás por no decir otra mentira. Ya le estaba contando un montón de ellas y siempre con Jennie de por medio. El hecho es que Jisung y yo hablábamos tanto. Después de un rato teníamos que salir del Ice Café, porque los camareros venían a pedirnos que ordenáramos de nuevo. Por suerte, no muy lejos, había una fuente dentro de un parque y algunas bancas. Estábamos bien allí, el burbujeo de agua que salía de los chorros creaba una isla de frescura en todo el rededor. Nadie se fijaba en nosotros. Y nadie venía a sacarnos del lugar.

Hablábamos de cualquier tema, de cómo pasábamos los días, de los estudios, de las películas o de los grupos musicales, de los que nos gustaba comer, de lugares que habríamos querido visitar, de nuestros sueños, a veces. Cosas así. Debo decir que no me aburriría en absoluto. Los temas nunca faltaban.

Por lo demás, poníamos juntos los pedazos de historia de nuestros abuelos. O mejor, los comparábamos, en las dos versiones contrapuestas creados por los abuelos que se rechazaban como dos palos magnetizados. Yo repetía que él era un marido desleal y sin corazón, que había abandonado a mi abuela con una niña en pañales sin siquiera meditarlo. Jisung sostenía que había sido la abuela que le había prohibido volver a poner un pie en la casa, porque se había cansado de él, de su trabajo gitano y ya no lo quería.

Sin embargo entre nosotros había una diferencia que se notaba, que yo estaba obligada a notar. Y seguramente lo había notado Jisung también, aunque muy adecuadamente todavía no me lo había echado en cara. Al contrario de mí, que hasta hace poco había sido tenida a oscuras de todo, él había estado siempre al corriente de todo, no solo de su familia, sino también de la mía. Era como si no existieran secretos en su casa, como si no tuvieran problemas para enfrentarse con su pasado. El abuelo había hablado libremente del tema con la nueva esposa, con el hijo, con el nieto. Por eso Jisung sabía porqué mi madre se llamaba Amelia. Salió diciéndolo una vez porque fuimos al cine a ver El aviador.

—Amelia Earhart fue la primera mujer en sobrevolar el Atlántico. A tu abuela no le gustaba para nada ese nombre, pero el abuelo insistió hasta que se salió con la suya. No me digas que no lo sabías.

Ciertamente no podía explicarle que en mi casa el nombre del abuelo Jinwoo era tabú, el convidado de piedra y nuestros discursos. Y para mí incluso siempre estuvo muerto. Solo sabía que era piloto

—No conocía su historia.

—Porque no conociste al abuelo. Él te había hablado de ella hasta el cansancio.—suspiró con una sonrisa al recordar.—Él hubiera contado sobre los viajes que hacía, las experiencias que tenía de sus vuelos. Sus historias parecían sacadas del libro de Las mil y unas noches, eran muy fantasiosas aunque él decía que todo era verdad, pero aún así me encantaba escucharlo. También le apasionaba hablar sobre el Vuelo nocturno y todo lo que tenga que ver con las avionetas.

Escuché atentamente todo lo que dijo. Realmente no sé si creer si ese es el abuelo, que traicionó a mi abuela, que Jisung intenta describir. Las palabras de la abuela seguían fijas en mi cabeza y que alguien trate de cambiarlas es muy difícil. Pero no quería perder el hilo de la conversación con Jisung, aunque no me convencía del todo, quería saber más lo que sabía de Jinwoo.

Lo que Sabemos del Amor ➳ Han Jisung ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora