Capítulo 1

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Las flores de aquel lapacho se ven preciosas, en verano es cuando florecen..
Las clases son muy aburridas, soportar a mis compañeros gritando solo porque se volvieron a ver después de las vacaciones es realmente irritante. Apenas volvieron a comenzar las clases y ya me quiero ir. Eso me recuerda que me prometí ponerme las pilas este año, para no atrasarme y tener 57 trabajos que entregar a último momento.
- ¡Hey!, ¿cómo estás?, ¿qué tal tus vacaciones?.
- Nada interesante, solo me quedé en lo de mi tía, y las últimas semanas me quedé en casa. - Volteé a mirar a Cristina.
- Que aburrido, ¿no saliste a ningún lugar?.
- No.
- Bueno…yo fuí a visitar a mi abuela en Mendoza, es un lugar muy bonito.
- No lo sé, no soy muy fan de las montañas, y menos del barrio en donde vive tu abuela, es imposible salir a comprar allá, no encontrás ni una lata de Coca Cola. - Vuelco los ojos y fijo mi mirada en sus pies, llevaba dos medias distintas que ni siquiera eran del mismo color.
- Eso es verdad, pero aún así el paisaje es hermoso y no podés negarlo.
Levanté mi mirada hacia ella.
- Claro que puedo, y una chica despistada que no sabe ni combinar un par de medias no va a impedirme nada.
Ella llevó su mirada hasta sus pies y sus mejillas se ruborizaron un poco, se notaba que en cualquier momento iba a saltar a gritarme como una histérica para que retire lo que había dicho.
- Es la moda de ahora, no entendés nada, Marco. - indignada volteó su mirada hacia un grupo de chicos que se encontraban detrás nuestro.
- Ajá… En algo estamos de acuerdo, no sé nada de moda, pero vos tampoco. - Dejé salir una leve risa burlona sin recibir un ceño fruncido y un insulto de su parte, como normalmente suele pasar. - ¿Todavía te sigue gustando ese idiota?.
- ¡Callate!, no es un idiota, a parte ya cortó con Michelle. - Dirigió su mirada al suelo.
- Solo te boludea, Cristin.
Desde hace años que le digo así, es  una forma "cariñosa" de decir su nombre, supongo.
- No es así, él cambió, a parte no voy a suplicarle..ya no.
- Me gustaría creerte.
Sonó el timbre. Como de costumbre, los primeros días de clases no solemos hacer nada.
No extrañaba para nada estos pasillos, mucho menos a las personas que veo pasar por ellos, pero son más soportables cuando uso los auriculares, estaba escuchando “Don't stop me now” de Queen esta vez. Siempre fuí de las personas que piensan que la vida es mejor con música, siento que es una manera de desconectarnos de nuestras vidas y viajar a una donde los problemas se resuelven fácilmente, las dudas no existen y la paz florece. Hasta que te cruzas a un idiota que te desconecta de ese “mundo perfecto”, en mi caso, tiene nombre y apellido, y es Lucas Blythe. No entiendo como una persona puede ser tan odiosa como lo es él.
- ¿Otra vez estorbando en los pasillos, Williams?
- No molestes, Blythe. No quiero soportarte ahora - En un intento de quitármelo de encima, sentí como tironeó de mis auriculares y los enredó entre sus dedos. - ¡Qué carajo, Lucas!.
- Cuándo te estoy hablando, mirame a la cara, tarado. - Me restregaba en la cara mis auriculares y los tambaleaba en forma de burla.
- No quiero ver tu estúpida cara, ya no molestes. - Agarré mis auriculares e intenté darme la vuelta, pero al parecer no estaba en sus planes dejar de molestarme.
- ¿Por qué tenés el pelo tan largo?, cortatelo.
- ¿Por qué sos tan irritante? - dije un poco irritado, y aumenté mi velocidad dirigiéndome hacia la salida.
- No te hagas el chistoso que no te queda. - empezó a tironearme del brazo logrando acabar con la poca paciencia que me quedaba.
- ¿No tenés nada mejor que hacer en vez de molestarme?.
- Nah, es mejor molestarte a vos, te enojas rápido.
- ¿Eso es diversión para vos?, retiro lo dicho, se nota que no tenés nada que hacer más que seguir jodiendo. - A medida que iba hablando, disminuía el volumen de mi voz.
- ¿Qué dijiste?. - Dijo con un tono amenazante.
Algunas personas estaban pasando por la salida, aproveché y me perdí entre la multitud hasta que logré salir y librarme de ese idiota.  Agarré mi bicicleta y me dirigí hacia mi casa, aunque faltaban 2 clases más para que acabara este día de tortura, ya no quería estar ahí, no era la gran cosa perderse 4 horas de mí vida escuchando a un viejo de 73 años preguntándome que hice en mis vacaciones y que encima pronuncia mal mí apellido.
Saqué las llaves de mi mochila y abrí la oxidada reja negra que no resalta para nada entre las otras mil casas con rejas oxidadas que hay en este barrio. Al entrar a la casa, me dirigí a mí habitación y tiré la mochila a un lado de la puerta, y me di la vuelta para ir a la cocina.
- ¡¡Marco!!. - se tiró sobre mí para abrazarme, tenía una sonrisa de oreja a oreja, no entiendo porqué le causaba tanta emoción verme.
- Hola, ¿Qué hacías?. - Con sus brazos aún entrelazados en mi torso, acerqué mi mirada a la mesa y me quedé observando el dibujo que él estaba haciendo hace un momento.
- Dibujaba, ¿no ves?. - Dijo con un tono algo obvio, marcándome que mi pregunta no tenía sentido. - Esa es mamá, ese es Dylan, Flor, Tommy, yo y vos.
Dylan, Flor y Tommy son nuestros primos, aunque no nos visitaban, ni nosotros a ellos, Adam aún los nombraba como si los hubieramos visto hace tres días.
- Se dice “Vos y yo”. - Dije mientras dejaba salir una risita burlona.
- Es igual, el punto es que está increíble.
- Ajá, lo está, pero recordá que Dylan tiene cuello.
- ¡LO OLVIDÉ!. - Inmediatamente su mano se dirigió hacia la goma que estaba a su lado y comenzó a borrar parte del dibujo.
- ¿Mamá sigue trabajando o está durmiendo?. - Miré atentamente cómo empezó a trazar una raya en el pedazo de papel.
- Trabajando, dijo que cuándo vuelvas, tenés que ordenar tu habitación que está muy desordenada, y que retires las pastillas azules de la farmacia.
- Bien, pero que no cuente para lo de la habitación. - De repente dejó de dibujar y fijó su mirada en mí.
- ¿Puedo acompañarte?.
- No, sabés qué mamá no quiere que vengas conmigo, y menos por el camino que suelo tomar para llegar al centro.
- Pero no le voy a decir nada, vamos a tener cuidado.
- Ya te dije que no, Adam.
- Bueno.. - Bajó su mirada al suelo.
- Pero puedo pasar por el kiosco de la esquina y te puedo comprar un alfajor, ¿te parece?.
- Dale dale. - Su mirada volvió a clavarse en mí  con un brillo en ellos, un brillo tan resplandeciente que podía iluminar una habitación oscura.
- Bueno, en 15 minutos vuelvo, haceme el favor de hacerle cuello a Dylan. - Dije en tono de súplica y un poco burlón.

                                                                                   ***

Siempre tomaba el mismo camino para ir al centro, era el más corto, aunque mi mamá odiaba que caminara por ahí, dice que es peligroso, y lo es, pero siempre digo que si vas con cuidado, “vas a salir con vida”. Además, el grupo de tontos no siempre estaba ahí para molestar, tienen sus horarios, así como todos en esta ciudad, todos con la misma rutina, pero no puedo decir nada, soy igual.

Una vez que llegué a la farmacia, entré y subí por las escaleras eléctricas que se encontraban a un costado de la puerta. Saqué un ticket para un turno, por suerte solo quedaba una persona antes de mí.
- ¡Siguiente!. - Me acerqué a la mujer y sin mirarla directamente hablé:
- Aspirina Prevent, venía a retirar esa orden.
- ¿A nombre de..?
- Laura Miller, mi mamá
- Enseguida.
-Después de 5 minutos, vi a una mujer distinta a la que me había atendido anteriormente, acercándose con la bolsa repleta de esas cajas azules.
- Todo tuyo, Marco. Saludá a tu madre de mi parte.
- Ajá. - Agarré la bolsa e intenté dar una sonrisa amigable y retirarme rápidamente de allí.
Siempre que voy a buscar un pedido a la farmacia, comienzo a recordar el día que operaron a Adam, recuerdo bien ese día. Los doctores corriendo de un lugar a otro, mi mamá con lágrimas desbordándose de sus ojos, esas puertas cerrándose… Ese día intenté espiar por las cerraduras de las puertas que daban hacia la habitación en la que lo estaban operando.
Cuando Adam nació descubrieron que tenía “Síndrome de down”, cuando cumplió 2 años descubrimos que tenía CIA, tiempo después le terminó agarrando arritmia y tuvieron que operarlo del corazón. Mi mamá se veía muy afectada en el momento, no era fácil procesar que tu propio hijo iba a ser operado y que no sabías si iba a vivir para contarlo.
Es impresionante todas las patologías que puede traerte el Síndrome de down, a veces me da bronca e impotencia pensar en ello.
Mientras los recuerdos pasaban por mi mente, en mi camino se interpuso un hombre, se notaba perfectamente que sus intenciones no eran nada buenas.
- ¡Sacá la billetera! - Me amenazó con una navaja, se lo notaba desesperado por agarrar la plata e irse, pero mis neuronas no pudieron conectarse y me quedé paralizado. - ¡QUE ME DES LA BILLETERA TE ESTOY DICIENDO, PIBE!.
Cuando logré recordar que estaba en una situación crítica, ya era demasiado tarde.

Recuerdos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora