Capítulo 7

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Entre la multitud de personas que se encontraban rondando en los pasillos, me era imposible dar con Cristin, casi todos en el secundario eran rubios o castaños.
Mi búsqueda parecía imposible hasta que logré dar con mi objetivo. Me dirigí a ella y le toqué el hombro.
- ¿Qué querés?. - Al verme, frunció el ceño y se cruzó de brazos.
- Quería pedirte perdón por lo de ayer. - Miré hacia otro lado.
- Bien por vos. - Siguió buscando algo en su mochila.
- ¿Me perdonas?.
- No, Marco. No te perdono. - Una vez encontró lo que buscaba, se dirigió al salón.
- Pero fué sin querer, a parte vos también te pasaste. - Trataba de seguirle el paso
- Si, me equivoqué, pero tampoco para que me grites y me mandes a la mierda. - Aceleró más su caminar.
- Bueno, perdón. Estaba alterado.
- Como digas, pero yo no merecía ese trato de tu parte. - Entró al salón y se sentó en su silla. Apoyé mis manos sobre su mesa y la miré fijamente.
- No, no merecías ese trato, yo fuí un idiota y me pasé. De verdad lamento haberte gritado, no era mi intención. ¿Podés perdonar a este idiota?.
- Lo voy a pensar. - Desvió su mirada hacia la ventana.
- ¿Ya lo pensaste?.
- No.
Hago una pausa.
- ¿Ahora?.
- No. - Una sonrisa empezó a formarse en su rostro, así que seguí insistiendo.
- ¿Y qué tal ahora?.
- Bueno, bueno. Pero si me volvés a gritar, vas a acabar mal.
- Correcto. - Esbocé una sonrisa y me senté a su lado. - Debo contarte tantas cosas.
- Soy toda oídos.
- Creo que me gusta Gilbert…
- ¿Davis?. - Dijo en un tono emocionada.
- Ajá.
- ¿Gilbert Davis?.
- Que sí.
- ¡¡Lo sabía, te lo dije y me dijiste que nada que ver!!.
- ¡Bajá la voz, tarada!.
- Bueno bueno.
Empecé a contarle a detalle todo lo que había pasado con él, también le conté lo de la fiesta, aunque dudo ir, pero va a estar Gilbert, así que capaz si voy.
Era agradable volver a hablar con Cristina, realmente no creía que el enojo llegara a durar para siempre. Nuestras peleas no duraban más de 3 días.
Una vez que solucioné todo con Cristin, no paraba de pensar en que mañana iba a ver a Gilbert, por mi cabeza no pasaba otra cosa que no fueran sus bellísimos ojos, su perfecta sonrisa y su cabello tan esponjoso. Cuando quise recordar la sonrisa de Gilbert, por mi mente pasó la imágen de alguien sonriendo, alguien a quien se le marcaba un bellísimo hoyuelo. No recordaba a quién le pertenecía, y aunque ninguna sonrisa se pareciera a la de Gilbert, ese característico hoyuelo robaba toda mi atención, la curiosidad por saber a quién le pertenecía me carcomía por dentro. A partir de ahora, le prestaría atención a la sonrisa de cada persona que hable conmigo.

Antes de que pudiera seguir con esa batalla en mi mente, el sonido de notificación de mi celular me interrumpió.
“Muero por verte, avísame cuando llegues ;)”
- Gilbert Davis.

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