Capítulo 2

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Entré a casa e intenté dirigirme directamente hacia mi habitación después de dejar la bolsa de pastillas en la mesa, pero fué imposible.
- ¡¿Qué te pasó?!. - Intenté no darme vuelta y cubrí mi ojo violeta con mi mano.
- Me tropecé, Adam, no es nada.
- No te tropezaste, seguro fueron Bruno y su grupo de amigos tarados.
- No fueron ellos, ya te dije que no fué nada y mamá no tiene que enterarse, ¿entendiste?.
- Mmm… - La respuesta que me dió, no fué del todo clara, sin embargo, decidí tomarlo como que iba a cerrar la boca.
Mientras agarraba hielo del freezer y lo apoyaba sobre mi herida, se le ocurrió la maravillosa idea de acordarse de ese maldito alfajor.
- ¿Trajiste mi alfajor?.
- Uhh, me olvidé. Pero mañana pasamos por el kiosco cuando salgas de la escuela y te lo compro, ¿dale?. - Notaba su cara de decepción, pero no iba a salir otra vez solo por un tonto alfajor.
- Lo quiero ahora.. - Encaprichado como niño de 5 años, se cruzó de brazos y frunció el ceño, haciéndome notar que, obviamente, no le había gustado mi propuesta.
- No puedo salir otra vez, este horario no es muy bueno, ya viste lo que me pasó.
- Vos mismo lo dijiste, te caíste.
Parecía chiste, no podía creer que se lo creyera, o tal vez sólo lo hacía adrede para conseguir lo que quería.
- No voy a salir solo por un alfajor, Adam.
- ¡Lo quiero!.
- Te dije que no… - miré hacia abajo y masajeé mi frente con mi dedo índice y pulgar.
- ¡Dale!, por favor..
- ¿Y si mejor vemos una película?, la elegís vos. - No es fácil convencerlo para que deje de hacer berrinche, sólo hay que conocerlo bien, saber sus intereses.
- ¡Sii!. - Fué corriendo a encender la tele y puso Netflix. - ¡Está  “Alicia en el país de las maravillas”, Marco!.
Era raro verlo entusiasmarse por una película que habíamos visto más de 80.000 veces.
- Ponela, dale.

                                                                           ***

Es chistoso ver que reacciona tan sorprendido a una película que ya había visto antes, aunque era algo repetitivo y agotador algunas veces, de vez en cuando me pongo a ver películas viejas que mirábamos de chiquitos. Amábamos las  “clásicas”, él le dice así a las que cree que son las mejores, en ese grupo entran: “Coraline y la puerta secreta”, “El Lorax”, “Un monstruo en París”, “Toy Story”, “Monster INC”, y por supuesto, “Alicia en el país de las maravillas” formaba parte de ese grupo.
El momento era muy agradable hasta que fue interrumpido por el molesto sonido de la puerta rechinando.
- ¡Mamá!. - Se fué directo a abrazarla.
- Hola, Adam, ¿qué tal mi amor?.
- Bien, Marco puso Alica. - Dijo mientras tenía su dedo índice apuntándome.
- Hola, hijo. - Su sonrisa iba a ser inmediatamente interrumpida por una ola de enojo que sentía que se aproximaba. - ¡¿Qué te pasó en la cara?!, ¡¿Te peleaste?!.
- Dice que se cayó, pero yo creo que lo golpearon.
- ¡Callate, pibe!.
- ¡No le hables así a tu hermano y tampoco le mientas!.
Di un suspiro y me encerré en mi habitación. A veces me molestaba que ese mocoso abriera la boca, parecía que lo hacía a propósito. Me limitaba a enojarme con él o echarle la culpa de algo, sólo porque tengo que tenerle más paciencia, tengo que entender que es inocente y que no lo hace a propósito, pero es devastador tener estas discusiones estúpidas e interminables con mi mamá, para después terminar aceptando que ella tiene la razón y que Adam nunca tiene la culpa de nada.

                                                                           ***

- Deberías dejar de pelear con tu mamá, arreglar las cosas hablando como dos personas civilizadas.
Cristin siempre intenta ayudarme con mis temas en casa, pero realmente no le suelo prestar atención, siempre repite lo mismo, fingir que escuchas a una persona para después darle la razón sin siquiera saber qué dijo, es mi especialidad.
- ¿Estás escuchándome o estoy hablando al pedo?.
Levanté levemente mi cabeza para dirigirme a ver esos ojos cafés claro que estaban fijados en los míos, tenía una de sus cejas levantadas, quería decir que hizo una pregunta la cuál debía contestar rápidamente, o sino se pondría histérica como siempre.
- Ajá..
- A ver, ¿qué dije?. - Su mirada se clavaba más sobre mí, obligándome a responder.
- Lo mismo de siempre, que hable las cosas con mi mamá e intente arreglar mis problemas con “amor”. - Hice una sonrisa falsa, indicando que lo que yo había dicho era pura ironía.
- Me gustaría poder ayudarte más, en serio.
- No te preocupes, no es la gran cosa. - Desvié mi mirada hacia su cabello castaño oscuro y lo miré detenidamente. - ¿Te bañaste ayer?. - Dije en tono de burla.
- Si, tarado. - Frunció su ceño y no pude evitar largar una leve carcajada al ver su cara de niña indignada. - ¿De qué te reís?.
- No, nada, solo que pareces una nenita chiquita, era solo un chiste, tampoco para que te pongas así. - Recosté mis piernas en una de las sillas vacías del salón.
Volteé a ver la puerta del salón por la que estaba entrando un chico de pelo oscuro y tez pálida casi como la nieve, por alguna razón se dirigió hacia mí. Creía en la posibilidad de que terminara dirigiéndose hacia otro lugar, pero definitivamente esa posibilidad salió de mi cabeza cuando abrió sus labios rosados para decir una simple palabra.
- Hola, Marco.
Definitivamente sé quién es, pero dudaba que aquel chico de cabellera oscura supiera siquiera de mi existencia, ¿qué hacía Gilbert Davis hablándome?.
- ¿Hola..?.
- Necesito tu ayuda, te vá bien en inglés, ¿no?.
Era obvio que algo iba a necesitar, aún así es raro que me hable hasta para pedirme un favor.
- Si, ¿por qué?.
- ¿Me podrías ayudar con una tarea?, no entiendo nada y es para entregar en la próxima clase.
Miré fijamente a Cristina, la cuál desde hace rato venía clavándome la mirada y haciéndome señas sorprendida de que estaba Gilbert Davis frente a mí.
Me quedé mirándola por unos 3 segundos que fueron los más largos de mi vida solo para recibir un “Andá, yo te espero” de su parte.
Lo seguí hasta su salón y me llevó hasta su mesa para mostrarme el trabajo.
- Se supone que tengo que escribir una oración de mínimo 15 renglones, usando estos verbos.
- ¿Es en serio?.  - Sabía que Gilbert era un asco en inglés, pero hasta un chico de primaria sabe hacer esto. - Podés usar el traductor.
- Si, pero sabes que no traduce todo bien, por favor.
Por alguna razón se me hizo imposible negarme a esos ojos verdes y accedí como imbécil.
- Listo, pero, ¿quién te dijo que soy bueno en inglés?.
- Raquel, dijo que la ayudaste a aprobar el año pasado.
Raquel va a mi curso, no sé cómo no se me pasó por la cabeza que podría habérselo contado a su primo.
- Tiene sentido. - Bajé mi mirada y comencé a notar lo tonta que fué mi pregunta.
- Gracias por esto, de todas formas.
- No hay de qué. - Me levanté lentamente y me dirigí hacia mi salón en el que se encontraba Cristina queriendo que le cuente algún chisme interesante, pero no tenía nada para contarle. Ella esperaba algo romántico, y dudo que hacer una oración de mi rutina del día en inglés sea una situación romántica.
- Contame, contame.
- No hay nada que contar, lo ayudé con su tarea y listo.
- Podés explicarme ¿por qué estás tan tranquilo si acabas de hablar con Gilbert Davis?.
- Porque no hay ninguna razón para estar alterado, es sólo un niño lindo que me pidió que le hiciera la tarea.
- Exacto, (LINDO). - Intentó marcarme asintiendo y abriendo sus ojos lo más posible, parecía que en cualquier momento se le iban a salir de sus órbitas.
- El físico no lo es todo en la vida, Cristina. No voy a interesarme por un idiota que no sabe ni hacer su propia tarea.
- Tenés razón, pero tenés que admitir que Gilbert es lindo.
- No voy a negar que tiene lindos ojos y un cabello espectacular, pero como persona no es muy agradable.
Antes de que Cristina pudiera seguir con su interminable conversación acerca de Davis, un hombre viejo con olor a cigarros, invadió el aula para comenzar a dar la aburrida clase de Lengua.

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