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Después de la tristeza los primeros dos días, pasaba a dos días de molestia absoluta y luego la mezcla de aquellas dos.

Diciembre me hacía odiar Enero con toda el alma.

Mi madre tocó mi hombro para pasarme el teléfono, la voz de mi tía del otro lado me martilló el cerebro. Solté un bufido para responder a ella mientras que mi madre terminaba de servir el desayuno.

Restregué mi cara. ―Hola tía...sí, todo bien.

La inspiración en la conversación de su parte estaba muy alta, me contaba sobre mis primos y lo que fuese que hicieron, mi prima en el extranjero y de otras personas más que tal vez no me interesaba para nada pero no sería grosero para interrumpirla.

Debía aprovechar esa primera semana de enero para descansar y organizar toda mi mente antes que la universidad me consumiera el resto del año.

Sunghoon, ¿te sentirás bien? ¿Estarás bien?

Mi mente viajaba alrededor del pelinegro de lunares, con la mirada perdida en el waffle que mi madre había dejado en mi plato hace unos minutos pero yo parecía no responder.

Chasqueó sus dedos frente a mí, sobresaltándome.

―Ah sí, sí, tía, me parece muy excelente...voy a desayunar, adiós ―le pasé el teléfono a mi madre.

Devoré el waffle sin mucha tardanza, quería lavar el plato y acostarme a dormir, el cansancio me estaba colmando desde hace días.

Cinco días específicos sin poder dormir como se debía.

Miré aún las decoraciones de navidad en mi casa y solté un gruñido. ― ¿Cuándo vamos a guardar eso?

Mi madre dejó su teléfono a un lado para ver las decoraciones. ―Mañana.

Layla entró a la casa, corriendo de un lado al otro inquieta, se subió al sofá provocando un llamado de atención de mi madre, la cachorra quería jugar así que terminé mi comida para lavar el plato y así poder ir al patio con ella.

Agarré una pelota de goma y la lancé suavemente a una distancia considerable. Layla no tardó el correr a buscarla para traerla de vuelta.

Era increíble la cantidad de tiempo que había pasado ahí afuera con ella jugando y acariciando su hermoso pelaje. ―Tenemos que darte una ducha, Layla.

―Avisa antes de hacerlo para que no pase como la última vez ―dijo mi madre desde la ventana de la cocina.

Reí un poco al recordar cuando había bañado a Layla y esta muy inquieta entró a la casa ensuciando muchas cosas a su paso lleno de barro en sus patas. Mamá iba a morir cuando justo al llegar vio eso.

Me regañaron, la regañaron.

Pero fue muy gracioso, las risas no faltaron.

―Tranquila mamá, lo haré.

Era impresionante lo gris que se volvían mis días luego de diciembre, como si toda mi alegría se desvaneciera junto a Sunghoon.

Sunghoon se desvaneció.

Mi mente me atormentaba de nuevo con aquella imagen del chico tornándose tan traslúcido y perdiendo la fuerza en su agarre.

Por aquel recuerdo fue automático mirar la mano que me sujetó antes de irse, como quisiera sacarlo de ese ciclo extraño en el que estaba metido.

―Hijo, ¿Por qué estás tan decaído?

La miré avanzando por el patio con una taza de chocolate caliente. Yo estaba recostado en la única sombra que había allí, producida por el árbol de mi vecino que daba vista a mi patio.

🎄 𝑬𝒗𝒆𝒓𝒚 𝑫𝒆𝒄𝒆𝒎𝒃𝒆𝒓 𝟏𝒔𝒕 🎄 «𝗝𝗮𝗸𝗲𝗛𝗼𝗼𝗻»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora