Capítulo 8.

12 2 2
                                    

                                                                                                                               Izzy.

Ahora que había vuelto a recobrar el aliento, una vez arriba tuve que tener fuerza de voluntad para no echarme atrás, porque eso no serviría de nada, mientras me miraba al espejo, veía lo poca cosa que era, pero ¿qué iba a hacer? No me queda de otra que luchar yo sola. Me fui a mi habitación y me sentí pegajosa y antes de nada, me fui al baño y me lavé los restos de bebida que quedaban en mi cuerpo, en mi clavícula y mi pecho, maldita sea.

Yo no tendría que estar así, tendría que estar mirando otra vez su risa, y no aquí, aquí definitivamente no, pero el empeñado de mi padre, no podía hacer otra cosa, no pudo quedarse quieto, no pudo seguir su vida delante como lo hago yo sin Nick. Mientras me secaba la parte del esternón, no pude evitar pensar en que este chico tiene genio y yo no me quedo atrás, no soy tan endemoniada como él, pero se defenderme.

¿Le habré parecido lo suficientemente fuerte sabiendo lo que me pasa?

Serás mi luz personalizada, serás todas esas cosas por las que luchamos y no podemos quedarnos atrás, lucha conmigo, atraviesa mi dolor y cálmalo, solo tú puedes, mi reina.

¿Qué había sido eso?Esas palabras me las dijo horas quizás, antes de desparecer de mi vida, en un hospital, con todo mi dolor en cada poro de mi piel, pero no puedo dejarlo atrás.

Salí del baño y me fui a cambiar a mi habitación, me puse un pijama cortito, para dejar respirar a mis piernas y mientras me daba crema con olor a arándanos, llamaron a mi puerta y ahí estaba él, tan guapo y tan él...

—Hola, pasa—le dije, cerrando este la puerta tras de sí.

—¿Te gusta la habitación?—me dijo con un tono bastante calmado y sentía que iba a perder todo lo que estaba consiguiendo

—Eh, sí, es bastante más grande que la que yo tuve, aunque tampoco me sirve de mucho, gran parte esta tan vacía como la que lo ocupa—no se porque dije eso, pero estoy harta de fingir.

Guardaba las distancias, pero su respiración se oía inquieta y mis manos me estaban pidiendo que lo tocara, pero eso era imposible, no sucederá nada entre nosotros, por ahora y porque yo no quiero.

Me quité la cola de caballo y me fui hacia la cama, estirando las sábanas, haciéndole un hueco en lo que iban a ser nuestros próximas 7 horas juntos, pero en qué estaba pensando.

Tienes que vivir por mí. Cállate, no sabes lo que me estás pidiendo.

—¿Porque has querido que durmiera contigo?

Me metí en la cama y me quedé a horcajadas, pensando en cómo sería nuestro final...

—Esto podría ser una tregua—Este chico está loco y no lo sabe.

—¿Una tregua?¿Para qué? No tiene ningún sentido, tú me odias desde que entré por esa puerta y yo te correspondo, es muy sencillo—Le dije sonando súper confiada de mi respuesta, incluso esbozando una sonrisa, que si a él le parecía tierna, a mi me parecía desagradable.

Se acercó a mí, y me besó en el hombro desnudo, haciendo que perdiera el hilo de mis pensamientos y hasta el rumbo de mi decisión.

Me levanté de la cama y fui a la mesita a por un chicle, creí leer que era de fresa, porque me estaba poniendo de los nervios.

Tenía su mirada en todas las partes de mi cuerpo, me sentía vulnerable, así que mordí fuerte el chicle hasta morderme yo.

En la cama ya le dije:

—Buenas noches, Jay

—Buenas noches Izz...

Rato después, estando ya casi inconsciente noté su mano en mi cintura, tan caliente en mi piel, tan grande que me hacía cosquillas, pero por unos segundos conscientes lo permití, pensando en que era otra persona, que realmente necesitaba a mi lado.

Era muy oscuro y no sabía con exactitud que pasaba, hasta que las luces se prendieron y lo supe, ¿qué hacía yo en un mortuorio tan gélido y solitario?
Había espejos, muchos espejos y una sala infinita, como un pasillo muy largo y muy ancho y grande, con varias salidas.
Empecé a caminar despacio,sin estar segura de a donde iba y con un frío nada bueno en mi espalda y mis piernas, estaba temblando y no había nadie que me diera calor, pero seguí caminando y las luces al menos eran estables.

Me paré en uno de los espejos y me miré, me veía rara, difuminada y cuando fui a tocar mi imagen... apareció Nick asustándome, pero me daba miedo su imagen, ¿porqué estaba ahí? Debería estar muerto y enterrado... porqué estaba asustándome de esta manera, yo no lo entendía.

—¿Enserio Izzy? ¿Eso es lo que yo te he enseñado? Acostarte con otro, no te va a hacer olvidarme—me hablaba a través del espejo y este creaba los movimientos como si estuviera detrás, dándole vida.

—Amor... nunca intento olvidarte, siempre estás en mí, desde que te fuiste estoy súper perdida, no se seguir adelante, te necesito, vuelve a mí—le suplicaba casi de rodillas, casi rozando el espejo, rozando esa cara tan perfecta, pero eso era todo, casi.

—Tú ya no me necesitas, te dejé volar, acuérdate de todas nuestras conversaciones, eres libre, ya no estás atada a mí—y desapareció del espejo, oyéndose un eco por el final del pasillo que me dejó verdaderamente helada.

Intenté correr pero algo me detenía, no se que era y cuando levanté la vista hacía los espejos, ví las imágenes que me atemorizaban, era mi Nick, desangrándose  y sonriendo como si estuviese sintiendo el mayor de los placeres...

—¿Te has divertido Izzy?—Ostras... no.

Se acercaba a mí con sus manos verdes y sin color y me cogió del cuello presionándome contra los espejos, su aliento era horrible, pero si le tocaba a lo mejor podría volver a mi mundo, acerqué mi mano a su mejilla y le acaricié, haciéndole temblar, y pase mis manos por su cara, aunque me costaba respirar, solo quería llegar a la gloria.

—Nick... vuelve, por favor—le rogaba llorando y entonces todo se volvió oscuro y me abandonó otra vez.

Izzy, despierta, estoy aquí, no estás sola—me decía una voz, que no quería oír, quería oír una única voz.

—Estoy bien, déjame por favor, tienes que irte—le dije sin darme la más mínima importancia.

—No voy a dejarte, tienes que superarlo, ¿qué mierda estabas soñando Izzy? Te veías realmente mal, me tenias asustado, nena—me dijo muy cerca de mí y con las sábanas de testigo.

—Tengo que irme de aquí, no puedo estar aquí, necesito salir, necesito volver...

Entonces un abrazo me recorrió y comencé a llorar, aunque yo creo que ya había empezado mucho antes, lloré sin fin y unos brazos me sostuvieron y por unos segundos muy confusos me sentí segura y cada pieza encajaba.

La luz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora