Capítulo 2.

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                                                                                                                Jay.

Desde que Izzy había aparecido por esa puerta, todo se me había complicado, estaba cabreado de la hostia, ¿pero quién cojones se creía que era para hablarme así? Me reí por no acabar gritándola a la cara y dar una peor imagen, aunque ya peor que lo que soy, no creo que lo haya. Me subí corriendo a mi cuarto y en cuanto oí la puerta de la calle cerrarse con un portazo pude volver a respirar normal, esta chica me saca de quicio, no la quiero aquí, ni ella a mí y eso me agrada para hacerla la vida imposible, es muy fácil. Es tan frágil frente a mí, frente a mis caricias, con ese pelo liso largo hasta las caderas y esos pantalones cortos blancos le hacían unas piernas que hacían perder la razón a cualquiera y maldita sea, tuve que averiguar donde cojones se había ido. No debería dejarla sola, pero tampoco quería parecer el típico desesperado que ante una pela ya se ablanda. Tampoco tenía su número para llamarla, así que le pregunté a mi madre y lo único que me dijo fue:

—No Jay, cariño, no la he visto, ¿habéis acercado posturas?
Me la imaginaba al borde de mi cama, con las piernas alrededor de mis hombros y su pelo hasta las caderas suplicándome que no parase, mirándome con esos ojos que me quita el aire de un soplo mientras le besaba la piel de los muslos, tan sensible, tan dulce y suave, me la imaginaba debajo de mí...

—no mamá da igual, me voy, salgo a... adiós
Al salir por la puerta, sentí que pude volver a respirar, pero en que narices había pensado, ¿porque se me vino esa escena a mi cabeza? Es verdad que mi medio hermana no estaba nada mal, pero era una niñata y en mi no había ni una pizca de interés, al contrario, le quería lo más lejos posible de mí y de los míos. No la soporto.

Todo el aire me vino de cara y lo agradecí, me sentía tan mareado y no se porque sentía que necesitaba encontrarla, no me gustaba que andase ahí perdida con esa ropa que lleva, que me hace perder los papeles, estuve un rato corto buscándola. Pensándolo bien, tiene su gracia, puede llegar a ser divertida cuando se enfada y eso no me desagrada, pero no quiero tensar la cuerda porque no se donde llegará esta situación ni de lo que será capaz de hacer, ni de cuáles serán sus límites, porque los míos  si los conozco muy bien. Maldita sea Izz, ¿dónde te has metido?

Hasta que la vi, seguí andando hasta acercarme a ella, estaba sentada en un banco, se la veía tranquila, más tranquila que antes en nuestro encontronazo, pero eso acabaría pronto, lo sentía en el pecho. Tenía el pelo recogido en una coleta alta y esos malditos pantalones, no podrían ser más largos, le hacían unas piernas de escándalo, ¿la habrá visto alguien? ¿Alguien habrá notado algo? Creo que me quedé mirándola bastante tiempo porque al rato, que digo segundos, me pareció tenerla enfrente de mi medio zarandeándome, y volví a mí.

—¿Que haces?- le dije mirándola con tal presión que no se como no apartó la mirada, era resistente... ya veo.
—Te has quedado embobado mirándome
—A ti no te miraba, engreída.
—Excepto nosotros dos, no hay nadie más en esta calle...¿como es tu nombre?
—Jay.
—Bueno Jay, te perdono por lo de antes...
Entonces me entró la risa y seguro que estaba disfrutando, pero yo no.
—¿Qué tú me perdonas a mí?¿ El que?-pero ésta¿quién se cree?
—Que me hayas hablado mal y todo lo que me dijiste-no se movía de su sitio, no se acercaba a mí, así que con esas íbamos....
Me acerqué a ella, pero ella esta vez retrocedió y la miré con una expresión fría no quería que retrocediese, quería tenerla debajo de mí, poder oler su aroma y volverme loco, ¿pero que mierda es esta? Me acerqué a su oído, acorté el retroceso y dije:
—No te debo nada Izz, no  tienes nada que perdonarme por que lo que dije lo decía de verdad, no te quiero cerca de mí, y me vas a pagar cada desprecio  que me hagas-dije suspirando en su oído.

Noté como se quedaba quieta  y como le afectaba tanto mi manera de actuar, y mis palabras, pero esta chica no se rendía y mucho menos conmigo, por supuesto.

Avancé en dirección contraria, para ir a casa, tenía frío y esta chica solo me calentaba y no se buenas maneras, y entonces me detuve y la miré y supe dentro de mí, que esta chica iba a darme muchos problemas. Pero cada paso que daba ella me lo recriminaba.

—Yo no te echo nada payaso, para que me odies tanto, esta situación nos desagrada a los dos, o nos llevamos bien o nos llevamos mal.

—Prefiero morder piedras antes que llevarme tan solo un momento bien contigo, no puedo soportar tu mera presencia, me incomodas y me haces daño, no quiero una hermana, quiero mi puta soledad y mis amigos y mis fiestas, no te quiero a ti, tú no encajas a aquí o ¿es que no lo ves?

Tan rápido como dije eso empezó a soltar unas palabras que yo ya me conocía muy bien e intenté hacer un esfuerzo por no cargarla en mi hombro y llevara la a rastras a casa y en plena calle me adelantó y se fue corriendo los pocos metros que quedaban a casa y así fue como poco a poco me embaucó en su mundo. Me dejó muy solo. Pero yo ya estaba solo hace mucho tiempo.

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