MENZOGNA

CAPÍTULO XIV: Ironía

Dedicado a Hewllmond_

—Mick tiene razón. Tomas todas las decisiones de su vida. Lo hacemos. ¿Cuándo aprenderá a tomarlas por su cuenta sino se lo permitimos ahora? —reprocha la reina.

—Fue la mejor decisión.

—¿Lo fue? —pregunta, frunciendo el ceño.

—Créeme. —traga saliva y baja la mirada. —Lo es.

La reina nota que su esposo solo evade su mirada mientras gira hacia un lado con los brazos cruzados.

Tal como sabía cuando algo le sucedía a su hijo y quería ocultárselo, lo sabía cuando lo hacía el rey.

Ella los conocía tan bien.

Se acerca a su esposo tomándolo de un brazo, trata de girarlo buscando la verdad oculta en sus ojos, esa que con tanto recelo guardaba solo para él. Inútilmente.

—¿Me dirás qué sucede con Mick, que te tiene tan preocupado? Soy su madre y tu esposa. Y si esos papeles no te son suficientes, te ordeno como reina decirme toda la verdad.

El rey guarda silencio por un momento.

—¿Es tan grave? —pregunta con lágrimas contenidas.

—Ramón—le cuesta tanto. Sabía del aprecio que le tenía la reina. Ramón fue más que solo un guardia, casi siempre se sintió como familia. —Él—suelta un pesado suspiro. —Está muerto, cariño.

Ella permanece atónita por unos minutos, con sus celestes ojos bien abiertos y su ceño fruncido. —¿Qué? No. —niega con la cabeza mientras deja escapar su llanto. —¿Cómo sucedió?

El rey se acerca y la abraza cálidamente, mientras llora junto a ella.

—No lo sé, cariño. Lo encontramos en una cabaña en el bosque.

—¿En- en el bosque? —se aparta de inmediato. —¿Dónde fue encontrado Mick? —pregunta con notable temor a la respuesta.

—No. Ramón estaba mucho más alejado. Alejado de todo. En un parte del bosque que ni siquiera yo conocía.

—¿Y dónde está su cuerpo? Ramón es merecedor de una digna sepultura.

—Lo sé, pero ahora mismo no podemos hacer eso. Los guardias se han encargado de su sepultura.

—Oh, no. Ramón. Él ni siquiera tenía familia, siempre estuvo para nosotros. No puedo imaginar el dolor que le causará esto a Mick. —acerca su cabeza sobre el pecho del rey y continúa su llanto.

—No quiero decírselo. No aún. Verás, cariño. Me temo que, Mick corre peligro. Sea lo que sea que asesinó a Ramón, quiso meterse con nuestro hijo. Existe esa posibilidad y no puedo permitirlo.

—¿Y si fueron esas cosas?

—No, las bestias están lejos del pueblo. Además, no tenía mordidas. Lo habían dejado para que muera desangrado.

—Oh, no. Pobre Ramón. —lamenta.

—Haré lo que sea para ponerlos a salvo, cariño. Mick, tú y ese futuro príncipe o princesa, son todo lo que más amo. Moriría por protegerlos, ¿lo sabes?

La reina asiente con la cabeza mientras aún tiene las mejillas húmedas. Deja un beso en los labios de su esposo y lo abraza. Parece recordar algo y se aparta. —Pero ¿un matrimonio?

—No puedo proteger a Mick estando solo. Y tampoco podré proteger al pueblo para siempre, no con esas bestias.

—Oh, no Por favor, no me digas que