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Capitulo dedicado a EmiliNieves

CAPÍTULO 12

Emilio cerró los ojos y saboreó el olor del cuerpo de Joaquín sobre el suyo; la sensación de sus brazos envolviéndolo. Era suyo. Podía sentirlo temblar y latir alrededor de su mano, mientras su cuerpo se retorcía bajo sus caricias.

En cualquier momento llegaría al clímax.

Con ese pensamiento ocupando su mente por completo, le quitó el pantalón e inclinó la cabeza para dar una pequeña mordida a un lado de su ombligo.

No recordaba que alguien supiese tan bien como él.

Su sabor se le quedaría grabado a fuego en su mente, jamás podría olvidarlo.

Y estaba completamente preparado para recibirlo; ardiente, húmedo y estrecho, exactamente como a él le gustaba.

Rasgó de un tirón el bóxer que se ceñía a las caderas de Joaquín y que le impedía el acceso total a aquel lugar que se moría por explorar completamente.

Él escuchó como le rompía el bóxer, pero no fue capaz de detenerlo. Su voluntad ya no le pertenecía; había sido engullido por unas sensaciones tan intensas, que lo único que quería era encontrar alivio
¡Tenía que conseguirlo!
Alzando los brazos, enterró las manos en los rubios cabellos de Steve, incapaz de permitir que se alejara, aunque solo fuese por un segundo.

Emilio se quitó los pantalones a tirones y le separó los muslos.

Con el cuerpo envuelto en puro fuego, Joaquín aguanto la respiración mientras él colocaba su largo y duro cuerpo entre sus piernas.

La punta de su miembro presionaba justo en el centro de su entrada. Arqueó las caderas acercándose aún más, aferrándose a sus amplios hombros. Deseando sentirlo dentro con una desesperación tal, que desafiaba a todo entendimiento.

Y de repente, sonó el teléfono.

Joaquín dio un respingo al escucharlo y su mente recobró repentinamente el control.

-¿Qué es ese ruido? - gruñó Steve

Agradecido y no tan agradecido por la interrupción, Joaquín salió como pudo de debajo de Emilio; le temblaban las piernas y le ardía todo el cuerpo.

-Es un teléfono - dijo, antes de inclinarse hacia la mesita de noche y coger el auricular.

La mano no dejaba de temblarle mientras se lo colocaba en la oreja.

Lanzando una maldición, Emilio se puso de lado.

-Niko, gracias a Dios que eres tú - dijo Joaquín, tan pronto como escucho su voz ¡En ese momento agradecía muchísimo la habilidad que tenía Niko de saber el momento preciso en qué llamar!

-¿Qué pasa? - preguntó su amigo

-Deja de hacer eso - le espeto a Emilio, en ese instante, el cual se dedicaba a apretarle las nalgas con una mano.

-Pero si no estoy haciendo nada - le dijo Niko.

-Tú no Niko-
El silenció cayó sobre el otro extremo de la línea

-Escucha - le dijo Joaquín a Niko con una dura advertencia en la voz - Necesito que busques entre la ropa de Eduardo y traigas algunas cosas, ahora.

-¡Funcionó! - el agudo chillido estuvo a punto de perforarle el tímpano - ¡Ay, dios mío! ¡Funcionó! ¡No puedo creerlo! ¡Voy para allá!

Tony colgó el teléfono justo cuando las manos de Emilio iban directo a...
-¡Para ya!-Él se echó hacia atrás y lo miró con el ceño fruncido, estupefacto.

dios del sexo emiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora