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CAPÍTULO 4

En sus labios cosquilleaba una sonrisa mientras deslizaba los ojos por el cuerpo de aquel pequeño castaño. Sus ojos cafés y pupila dilatada. La pálida y suave piel de sus mejillas. Era tan adorable como su suave e insinuante voz.

No es que eso importase demasiado. Sin tener en cuenta cuál fuese su apariencia, él estaba ahí para servirle sexualmente. Para perderse al saborear aquel cuerpo, y tenía toda la intención de hacer precisamente eso.

-Vamos — le dijo sujetándolo por los hombros — Déjame ayudarte

-Estás desnudo — murmuró Joaquín mirándole de arriba a abajo, totalmente perplejo, mientras se ponían en pie — Estás muy desnudo

Él le colocó hacia atrás unos cuantos mechones pequeños de cabello que se colaban en su frente

-Lo sé

-¡Estás desnudo!

-Si, creo que ya lo hemos dejado claro.

-Estás tan contento y desnudo

-Confundido, Emilio frunció el ceño-¿Qué?

Joaquín miró su erección-Estás contento — le dijo con una intencionada mirada — Y estás desnudo

Así le llamaban entonces en este siglo. Debería recordarlo.

-¿Y eso te hace sentir incómodo? — le preguntó asombrado por el hecho de que a alguien le preocupará su desnudez, cosa que jamás había pasado anteriormente

-¡Bingo!

-Bueno, conozco un remedio — dijo Emilio bajando el timbre de su voz mientras miraba la camiseta de Joaquín y su diminuta cintura a través de la tela. No podía esperar para tenerla entre sus manos.

Se acercó a él, y Joaquín se alejó un paso con el corazón desbocado. Esto no era real. No podía serlo. Estaba borracho y tenía alucinaciones. O quizá se había golpeado la cabeza con la mesita del sofá y estaba desangrándose, muriéndose poco a poco. ¡Sí, eso era! Eso tenía sentido. Por lo menos, tenía más sentido que aquel palpitante estremecimiento que hacía que su cuerpo ardiera. Un estremecimiento que le pedía que se lanzará al cuello de aquel tipo. Y de justos era decir que tenía un bonito cuello.

Emilio se acercó a él y le encerró el rostro entre sus fuertes manos. Joaquín no podía moverse. Se limitó a dejar que le alzará la cabeza hasta que pudo mirar de frente aquellos penetrantes ojos, que con toda la seguridad podían leerle el alma. Lo hipnotizaban como los de un mortífero depredador sosegando a su presa.

Joaquín se estremeció bajo su tacto. Y entonces, unos ardientes y exigentes labios cubrieron los suyos. Joaquín gimió en respuesta. Había escuchado hablar toda su vida de besos que te harían flaquear las rodillas, pero esta era la primera vez que le sucedía. ¡Oh! Aquel hombre olía estupendamente, daba gusto tocarle y además sabía muchísimo mejor. Por propia iniciativa, sus brazos envolvieron aquellos amplios y fuertes hombros. El calor del pecho del hombre se introdujo en su cuerpo, invitándolo con lo erótica y sensual promesa de lo que vendría a continuación. Y, mientras tanto, él se dedicaba a embelesarlo con sus labios con tanta maestría como un vikingo con la intención de atrasarlo todo a su paso. Cada centímetro de su magnífico cuerpo estaba íntimamente pegado al suyo, acariciándolo con la intención de despertar todos sus instintos. ¡Oh dios! Su presencia lo estimulaba como ningún otro hombre lo había hecho jamás. Deslizó la mano por los esculturales músculos de su espalda y suspiró cuando sintió que se movían bajo su mano. Joaquín decidió en aquel preciso momento que, si era un sueño, definitivamente no quería que sonará el despertador, ni el teléfono, ni nada...

Las manos de Emilio acariciaron su espalda antes de agarrarlo por las nalgas y acercar más sus caderas, mientras su lengua seguía danzando en su boca. El aroma a sándalo inundaba sus sentidos. Con el cuerpo derretido, exploró los duros y firmes músculos de su espalda desnuda, mientras los cabellos rubios de él le rozaban las manos en una erótica caricia. Emilio sintió que su cabeza daba vueltas con el cálido roce de Joaquín, con la sensación de sus brazos envolviéndolo mientras sus propias manos recorrían su suave y delicada piel, un deleite para el hambriento

Cómo le gustaban los sonidos inarticulados con los que el pequeño provocativamente le respondía. Estaba deseando oírlo gritar de placer. Ver cómo su cabeza caía hacia atrás mientras su cuerpo se convulsionaba espasmo tras espasmo envolviendo su miembro. Hacía muchísimo tiempo que no sentía las caricias de un humano.

Mucho tiempo desde que no gozaba del más mínimo contacto humano. Sentía un deseo candente que le recorría todo el cuerpo; si está fuese su primera vez, devoraría a Joaquín como un trozo de chocolate. Lo tumbaría y gozaría de él como un hambriento invitado a un banquete. Pero tenía que esperar a que se acostumbrara un poco a él. Muchos siglos atrás, había aprendido que los humanos siempre se desvanecían tras su primera unión. Definitivamente, no quería que el chico se desmayara. Al menos todavía. No obstante, no podía esperar un minuto más para poseerlo. Lo tomó en brazos y se encaminó hacia la escalera...




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Holaaa!

Adivinen quien termino de editar el capitulo antes de lo esperado? Yo!

Sucede que no puedo dormir y me duele la cabeza y esto me relajo un poco así que se los traigo hoy y mañana si puedo les tengo otro capitulo.

Espero tengan una hermosa noche y duerman bien No olviden cuidarse y tomar awuita


Lxs amo gracias por todo 

Hasta mañanaaaaaa

dios del sexo emiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora