XII

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Epílogo II

MI querido simbionte

Oh Cariño, ¿sabes que te extraño? No puedo evitar pensar que estas feliz con otra persona que no sea yo, pero, también estoy feliz porque finalmente puedes ser tu, ¿no? No tienes porque preocuparte por un adolescente más, uno obsesionado con su físico y que solo hacía daño a su alrededor.

Yo te hacía daño, lindo. Yo te causé muchas inseguridades y por eso no eras tú, ni actuabas como querías ser. Me veías a diario, con mis ojos tristes y llenos de lagrimas, mi cara roja por ellas y tú las secabas pensando que todo podía mejorar. Yo te hice creer que mis sonrisas no iban a volver y eras el causante de mis actos.

Fui un adolescente muy estúpido, ¿sabes? No sé cuando nos volveremos a ver o si al menos me quieres ver, pero desde el accidente, la noche de Navidad, hace tres años, me ha dejado la inquietud de si vives como realmente quieres vivir. De si vives en paz y dejaste de lado al chico con problemas para comer y lloraba si comía de más; me burlo de mi mismo por eso, ¿cómo es que permití hacer eso? Sin duda, ese niño de diecisiete años creía que su mundo se iba a caer.

¿Me veo diferente? Bueno, me recuperé de mi anorexia, me costó mucho tiempo y paciencia hacerlo. ¿Soy diferente? Ya no soy como antes, alguien inmaduro con un mundo deprimido visto desde blanco y negro, mi mundo es a color, con esa vibra que nunca creí que viviría de nuevo. ¿Pero sigo guardando esos chocolates en el cajón izquierdo, a lado de la estufa, en la cocina? Todavía lo sigo haciendo, todavía están esos chocolates que tanto amabas.

Y solo quería decirte que me hiciste fuerte, te recuperaste y me hiciste recuperarme. Me quiero disculpar, de verdad; lo siento tanto por todas las cosas que hice y me negaba a aceptar que yo estaba mal. Lo siento por esas noches largas y ásperas, donde no podía dormir y lo único que pensaba era en esa almohada húmeda por las lagrimas y en un futuro donde yo, yo no estaba ahí. Lo siento por todo, nunca fue mi intención de dejarte con ese sabor malo en tu boca y pensaras que soy un egoísta, pero fui ese niño que nunca pensó en los demás.

Lo siento, cariño, me arrepiento de todo lo que hice, y quiero que sepas que todavía sigo amándote. Eres un recuerdo bonito de mi adolescencia y estaré aquí, en el parque del centro de la ciudad, sentado en el césped cerca del lago, esperándote a que quieras verme.

—Con amor, Eddie.

My Dear SymbioteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora