11. OH CÁLLATE Y SOLO ABRAZAME.

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Jackson.

Ya habían pasado dos semana donde Ayla me evitaba, apenas la veía cuando pasaba por la sala, pero no me dirigía la palabra. Se regresaba con Maru o Daniel. No podía culparla, había sido un idiota aquel día, pero no me había quedado de otra.

Siempre cagándola, Becker.

Era verdad que me incomodaba la forma que Daniel veía a Ayla, se le notaba en los ojos que ella le gustaba y a pesar de todo eso estaba bien. Ella merecía a alguien que la hiciera feliz, que la amara completo y que no esté atado a un pasado.

Yo la amaba más que nada, eso lo podía ver hasta una persona a miles de kilómetros, pero era consciente que si me acercaba a ella con otras intenciones. Las cosas no iban a acabar bien, no hasta que fuera 100% sincero y ahora no podía serlo.

Aquel día que le dije esas cosas a la ojiverde, me sentí muy mal por ver el dolor en sus ojos, pero no pude hacer ninguna otra cosa. Después de que ella salió de la habitación del paciente, esa misma mañana me había llamado el padre de Pamela y no precisamente para ser la persona más amable del mundo.

Cada palabra dicha por él se repetía en mi mente y me hacía sentir culpable. Ya había pasado por esto antes y sabía que no lo era, lo que le pasaba a Pamela no era mi culpa, pero en ocasiones esto no era fácil de recordar y que esa sensación se vaya, tampoco lo era.

Solté un suspiro y me levanté de la cama, eran las 7 de la mañana y a pesar de que hoy no tenía turno, decidí levantarme temprano. Aunque siendo sinceros, no había dormido muy bien.

Salgo de la habitación y por el pasillo puedo escuchar como de la habitación de Ayla proviene una melodía de una canción de Shawn Mendes y supuse que se estaba alistando para ir de guardia.

Hoy nos había tocado diferente turno y por eso ella debía irse ahorita mismo para el hospital. Ya me la podía imaginar levantándose tarde para ahora ir de un lado a otro intentando arreglarse.

Negué y seguí mi camino al cuarto de baño, me lave la cara junto a los dientes y luego fui directo a la cocina para tomar un vaso de agua. Miré lo que teníamos para hacer el desayuno y lo consideré un momento.

No pierdes nada con prepararle el desayuno.

Nada, solo que me mande bien lejos junto a lo que voy a preparar.

Pero que pesimista me saliste.

Te recuerdo que tu eres mi conciencia.

Pero no controlo tus emociones.

Me obligué a mi mismo a mover la cabeza pues esa conversación conmigo mismo estaba siendo rara. Solté un suspiro y me puse a prepararle el desayuno a la castaña. No lo hacía desde hace una semana, pero hoy me apetecía hacerlo, sobre todo porque extrañaba que al menos sus ojos verdes se posaran en mí unos cuantos segundos.

Hice algo que sabía que le iba a gustar, aunque fuera sencillo, corté algunas fresas y las decoré con un dulce blanco, puse un jugo de naranja en la mesa junto a los platos.

Esperé nervioso a que ella saliera, mi cuerpo estaba recostado en la encimera y yo miraba fijamente la entrada de la cocina por si ella ingresaba. A los poco minutos la vi ingresar y la analicé fijamente.

Llevaba el uniforme de la residencia con la diferencia que ahora no eran jeans, sino unos pantaloncitos cortos de color beige junto a la camiseta. La repasé de arriba a bajo y ella se removió nerviosa e incómoda.

Le quedaba genial lo que llevaba puesto, como cada cosa que usaba. Los pantaloncitos se ajustaban a sus caderas y piernas, mientras que la camiseta se amoldaba a su figura, me fue imposible concentrarme hasta que un carraspeo débil por parte de ella me obligó a centrarme en sus ojos.

Destino, Volviendo A Encontrarnos ©[En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora