CUEVA

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El horizonte se desdibujaba reflejado en sus pupilas, estaban en el lugar y momento justo para poder contemplar, mientras sus dedos se rozaban inocentemente, el destello verde del atardecer. Uno de los fenómenos más alucinantes de la naturaleza.

Desde que su madre le contó aquella historia cuando era más pequeña, ella no se la pudo sacar de la cabeza, y ahora que la estaba viviendo en sus propias carnes, solo consiguió sonreír ante aquella sensación de felicidad que le invadía todo el cuerpo.

Sintió a las mariposas de su estómago batiendo las alas con más fuerza que nunca antes.

Giró su cabeza para observarle

Salí de cueva siguiendo aquella pequeña luz que llevaba toda la noche revoloteando en la oscuridad, una pequeña luciérnaga. La seguí, desconfiada, tal vez un tanto perdida, pero era luz, era algo diferente a lo que estaba acostumbrada.

Me guió fuera de cueva, donde la luna brillaba justo en medio de un manto estrellado, como si me invitara a bailar, a tumbarme y observar hasta que se apagase.

Me producía una sensación de calidez y plenitud, una que cueva no me brindaba.

Mi boca se curvó hacia arriba, parecido a una sonrisa.

La luciérnaga seguía revoloteando, alrededor de mi, como si ella también se alegrara.

Luna seguía brillando, cada vez con más intensidad, como si de la promesa de un final feliz se tratase.

Pero entonces una fuerte ráfaga de viento provocó que mi pelo enmarañado se pusiera sobre mi cara impidiéndome ver por tan solo unos segundos, pero cuando lo aparté, buscando ansiosa la luciérnaga, sus alas estaban rotas, y con ellas yo también. Me duele, siento la oscuridad apoderarse punzante de todo mi cuerpo. Luna cada vez brilla menos, cada vez cuesta más verla.

¿A dónde vais? - Grité con todas mis fuerzas - Llevadme con vosotras, no quiero volver a cueva

Pero eso no era decisión mía

Abrí los ojos, todavía desorientada, todavía cegada por tanta luz y de pronto oscuridad. Mis pupilas se acostumbraron a la penumbra de cueva .Busqué la luz, busqué la salida, intenté recordar el camino que Luciérnaga me había enseñado, en vano.

¿Dónde están Luna y Luciérnaga?

¿Por qué ya no brillan?

¿Por qué ya no me guían?

Hace frío, la humedad de cueva no me gusta, me duele el cuerpo sin la intensidad de Luna, me duele la vida sin la luz de Luciérnaga

LiriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora