Capitulo 1

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Bachillerato, nunca fui consciente de lo que iba a temer esa palabra hasta que me encontré a las puertas del instituto cuyos pasillos eran inexplorados para mi. Me había pasado todos los años de mi vida, desde que tenía uso de razón, estudiando en un colegio concertado de monjas, por lo que, es de entender que me supusiese todo un reto comenzar de cero en un lugar completamente nuevo para mi. 

Por desgracia, mi colegio no ofrecía ningún tipo de enseñanza superior por lo que, acompañada de un par de amigas, me vi en la obligación de abandonar aquel lugar que era gran parte de mi infancia y adolescencia para iniciarme en el mundo de las escuelas públicas. Si bien no estaba sola, pues María, mi mejor amiga, me acompañaba; yo no podía dejar de sentir esa sensación de vértigo que me hacía pensar que todo en mi vida estaba a punto de cambiar.

Aquella mañana de Septiembre estaba bastante agobiada, no sabía bien qué ponerme, estaba acostumbrada a llevar el uniforme reglamentario del centro y utilizar mi propia ropa para algo tan rudimentario como ir a clase me parecía de lo más incómodo y me hacía sentir insegura.

Tras varios minutos rebuscando en el armario finalmente me decidí por algo sencillo pero bonito, no quería para nada llamar la atención. Opté por un pantalón vaquero marrón que me quedaba ligeramente holgado así como una blusa color crema que conjuntaban a la perfección con mis sandalias de esparto.

Me miré al espejo y, tras acicalarme y echarme un poco de rímel, sonreí satisfecha, me encantaba como combinaban los colores oscuros con el castaño de mis ojos. 

Bajé las escaleras de casa y un rico olor a café me hizo despertarme de pronto, no me gustaba tomar nada que tuviese cafeína pero, la simple sensación de poder disfrutar de su aroma me bastaba. Me adentré entonces en la cocina y me senté en una de las tres banquetas de la isla.

—Buenos días Alicia, ¿ Qué tal has dormido?— Preguntó mi madre a la par que se daba la vuelta para dejar un cuenco de cereales frente a mi .

—Pues, si te soy sincera...no he podido descansar mucho —. Le dediqué una leve sonrisa y acerqué el cuenco hacia mi, para, acto seguido, comenzar a devorar su contenido.

—Normal, si yo hubiese tenido que dejar la enseñanza privada para empezar a estudiar entre ratas tampoco habría sido capaz de llevarlo muy bien.—Dijo con cara de desagrado y se dirigió a la nevera para tomar algo de zumo para mi—. Sabes que si a tu padre le hubiesen concedido el ascenso no hubiésemos tenido problema en mandarte al mejor instituto de toda España— Dijo melancólica

Sabía perfectamente que la situación económica que nos encontrábamos pasando no era precisamente la mejor y que, por ello debía conformarme con lo que podían ofrecerme, para mi no era nada más que una nueva experiencia, sin embargo, mi madre parecía realmente afectada por lo que, decidí reconfortarla y seguirle la corriente.

 - Sin duda será difícil, pero, no te preocupes, junto con María, seré capaz de no dejarme llevar por las malas influencias. - O al menos, eso quería pensar

- Ojalá dios te escuche y así sea .- Sonrió y me besó la cabeza, no sin antes servirme algo de zumo en un vaso.

Asentí con la cabeza aún con la nariz metida en el bol de cereales. Terminé mi leche y dejé escapar un sonido de satisfacción. Justo cuando iba a dar el primer sorbo al jugo sonó el timbre de mi casa.

- Debe ser Julián, que chico tan encantador, ha venido a recogerte y todo - Sonrió.- Termínate eso que voy a ir a abrirle, no quiero que se quede en la calle -  Mi madre abandonó la estancia y se fue flechada a la puerta de la entrada para recibir a mi novio, en ocasiones ella parecía quererlo más que yo.

A Julián lo conocí en catequesis, ambos frecuentábamos bastante la iglesia y no tardé en fijarme en él. Era un chico alto y pelirrojo, con el pelo ligeramente largo y unos bonitos ojos café. Al principio casi no hablábamos pero él empezó a demostrar cierto interés en mí, de vez en cuando, a la salida, me buscaba para hablar sobre lo que había dicho el cura o preguntar mi opinión sobre algún versículo de la biblia, lo sé, apasionante.

Ambos teníamos bastantes gustos en común, no solo nuestra fuerte pasión hacia la palabra de Dios, sino también nuestro amor por el arte y la lectura. Podíamos pasarnos horas y horas leyendo en silencio uno frente al otro sin la más mínima incomodidad. Esta sensación no tardó en convertirse en algo más, una atracción que no había sentido antes, quería pasar más tiempo con él y el hecho de no verle ponía triste. Mi propia madre fue la que me dijo que eso era que estaba enamorándome y que debía esperar para ver si era correspondida. Afortunadamente lo fui, Julián se me declaró y me pidió salir en segundo de la ESO y desde entonces llevamos juntos. Mis padres lo adoraban y los suyos a mi, nosotros siempre estábamos bien, nos queríamos y, no sentía que necesitásemos nada mas.

Por supuesto las relaciones sexuales se encontraban obsoletas hasta el matrimonio, fue un acuerdo al que llegamos al empezar y decidimos mantener a lo largo de toda nuestra relación. Para mí no suponía ningún tipo de problema y no entendía a las personas de mi edad que casi parecían dependientes del sexo para todo, "por algo la lujuria era pecado", pensaba.

- Buenos días ovejita, ¿Lista para irnos? - Apareció entonces ante mi el susodicho chico pelirrojo, en esta ocasión mi chico iba vestido con unos vaqueros y una camisa blanca, preparado también para su primer día de clases.

Terminé el culito de zumo que quedaba en el vaso y me limpié la boca con una servilleta, para, acto seguido levantarme y depositar un beso en su mejilla.

- Eso creo...- Forcé una sonrisa y lo tomé de la mano. - Tu solo no me sueltes.

- Por supuesto - Aferró con fuerza mi mano y, despidiéndonos de mi madre, salimos de mi casa.

Comenzamos a caminar en dirección al instituto que se encontraba a no más de 15 minutos de mi vecindario, sentía una bola en el estómago y, el hecho de que nos encontrásemos completamente en silencio sin duda no ayudaba, por lo que decidí romper aquella atmósfera.

- Oye cielo, vas muy guapo hoy - Realmente le quedaban muy bien las camisas, pero, no era más que un intento de encontrar un halago que me hiciese sentir más segura conmigo misma, en aquel momento que tanto lo necesitaba.

- Gracias ovejita, la camisa la llevé el mes pasado a misa ¿Recuerdas?, el día ese que el padre dejó caer la ostia consagrada frente a todos.

- Ah, si, es verdad, lo había olvidado - Aparté ligeramente la mirada, sus palabras perdieron el sentido en mi mente sin siquiera haberme parado a analizar su significado. Por algún motivo el hecho de que no me devolviese el cumplido me hizo sentir algo vacía y eso era lo único en lo que podía pensar, entiendo que no se encontraba en la obligación de responder, así como el hecho de que a lo mejor realmente no le gustaba cómo vestí ese día, sea cual fuere la respuesta, lo único que puedo decirte es que realmente me hizo sentir infravalorada.

Se hizo de nuevo el silencio incómodo, y volví a sentir como cada vez me costaba más y más tragar saliva, el suelo comenzó a darme vueltas, y notaba cómo el nudo en mi garganta aumentaba con cada paso. Lo achaqué a la ansiedad por mi primer día de clase, pero ahora, mirándolo con retrospectiva, creo que pudo haber tenido mas que ver con la situación en general que me llevó a sentir un fuerte dolor de barriga.

- Julián, creo que voy a vomit...

Como si fuera pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora