Capítulo Treinta y Ocho.

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Fue cuestion de un par de meses para que Mingi descubriera el tipo de intimidad con la que se sentía cómodo

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Fue cuestion de un par de meses para que Mingi descubriera el tipo de intimidad con la que se sentía cómodo. Ahora sabía que le gustaba la intimidad tranquila y cuidadosa, justo como Yunho, que comenzaba despacio, pero lo consumía de a poco hasta dejarlo sin respirar.

Y más que eso, todavía, le gustaba la forma en la que Yunho parecía haberse aprendido de memoria sus lugares favoritos y la reacción de su cuerpo a cada toque.

Y era maravilloso, porque ahora Yunho podía acariciarlo y besarlo sin restricciones. Podía poner sus manos en sus rodillas e ir subiendo por sus muslos, y besar y morder despacio el interior de ellos, y Mingi podría deshacerse un poco más a cada segundo sin pensar en que las cosas saldrían mal.

El podía tocar a Yunho, e intentar todo a su alcance para hacerlo feliz.

Y a pesar de que nunca admitiría en voz alta lo mucho que le gustaba hacer el amor con él, estaba seguro de que Yunho lo sabía.

Ese domingo por la noche, mientras Yunho repartía besos en su cuello, su teléfono sonó.

Y sonó, y sonó, y siguió sonando.

Pero Mingi tenía los brazos del mayor sosteniéndolo contra su cuerpo, y la idea de separarse de él para ver su celular le pareció horrible.

Así que lo dejó sonar, y se concentró en las caricias que las manos gentiles dejaban en la zona más alta de su muslo, decidiendo que se preocuparía por lo demás durante en la mañana, cuando el calor en su vientre hubiera desaparecido.

-¿No vas a ver quién es?-murmuró Yunho, dejando un beso en su mandibula.

Mingi negó, y preguntó de la forma más tierna si podía seguir besándolo.

Y se olvidó del teléfono, y se perdió en lo que sentía.

Y a la mañana siguiente, lo lamentó.

Se despertó cerca de las seis y media, solo en la cama, oyendo a lo lejos la voz de Yunho. Hablaba con alguien, pero no con él, y creyó que quizás Hongjoong había ido de visita, a desayunar, como solía hacer.

Pero conforme terminaba de despertarse, entendió que Yunho parecía estar hablando por teléfono. Así que se levantó rápidamente y de buen humor, queriendo bajar a la cocina para darle los buenos días antes de entrar a la ducha.

Bajó alegre las escaleras, usando esa vieja camiseta como pijama, y lo halló recostado en el desayunador, con el teléfono pegado a la oreja.

-Está bien-dijo Yunho, sonriéndole y rodeando su cintura con un brazo automáticamente-yo le digo que la llame, señora Song. De nada, sí, adiós.

Al oír el apellido de su madre, Mingi frunció el ceño. ¿De qué podrían estar hablando esos dos a las siete de la mañana?

Yunho colgó el teléfono, y lo miró con una expresión rara, como si estuviera decidiendo que hacer. Mingi no tuvo tiempo a preguntar que pasaba.

Blame The Rain.  ~Yungi~ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora