Capítulo Diez.

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🚨⚠️Content Warning: Escenas de transtornos alimenticios, vómito, conductas relacionadas a la bulimia

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Cuando su madre finalmente consideró su petición de mudarse a Busan para estudiar, Wooyoung fue citado en su oficina para establecer las reglas y condiciones del viaje. Y, aunque aquello no lo distinguía en nada del resto de sus empleados, se sintió importante.

Porque su madre lo había llamado, y eso significaba que quería verlo. Su madre quería verlo.

Estaba emocionado, podía decirse, por hablar con ella después de las seis semanas que había pasado solo. Bueno, solo con la servidumbre, pero solo al fin.

Por algún motivo, Wooyoung siempre había sentido que nadie en aquella casa sentía por él algo más que pena. Podía verlo en los ojos de NaNa, cuando le servía el desayuno y las píldoras que iban con éste, y en el rostro de HyukSoo cuando lo llevaba a la escuela, a piano, al nutricionista. Todos ahí lo veían como si fuera el ser más desdichado sobre la tierra.

Por eso, cuando su madre lo miró con indiferencia –y de arriba a abajo, dicho sea de paso– Wooyoung ni siquiera se sorprendió. Se decepcionó, más bien, de haber esperado un trato distinto después de no verla por más de dos meses.

-Busan es conveniente-soltó la mujer, bajando la vista de nuevo a su celular.

Estaba usando blanco ese día. Las mangas de aquella blusa caían sobre sus hombros rectos, y le daban a su piel un aire etéreo con el sol que se filtraba por el cristal a sus espaldas. Era hermosa, pensaba Wooyoung. Su madre era la mujer más hermosa que hubiera caminado sobre la tierra.

-Wooyoung.

-¿Sí?

-Juro por Dios que si subes un solo kilo, te arrastraré de vuelta a Gwanju. ¿Estoy siendo lo suficientemente clara?

Y la más aterradora también, concluyó, cruzando los brazos por delante de su estómago. Jung EunHae –porque decirle mamá se sentía raro– era escalofriante, con ese tono de falsa serenidad que le helaba la sangre.

Esa mañana, Wooyoung salió de su oficina con una pequeña caja de madera en la mano.

-¿Y qué es eso?-había preguntado Yeosang, cuando se la mostró al día siguiente.

-Una condición-respondió. El muchacho quiso tomarla de sus manos, pero Wooyoung la sacó de su alcance-iré a Busan, como tú.

Distraído con la noticia, pareció olvidar la caja. Wooyoung, sin embargo, lo guardaría por años, deseando cada día quemar lo que guardaba en su interior.

(...)

Habían pasado cerca de diez meses desde la última vez que cenó algo que no fuera té verde, y ahora el tteokbokki de Yunho tenía sabor a culpa.

Cincuenta y siete punto cinco. Wooyoung volvió los ojos a la balanza bajo sus pies y de vuelta a la cinta métrica en sus manos. No podía ser verdad, debía estar midiendo mal de nuevo.

Blame The Rain.  ~Yungi~ [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora