Capítulo 1: Avistamiento tardío

666 62 109
                                    

No es algo que diga en voz alta, pero Chifuyu ha estado esperando su turno de enamorarse. Cree que es algo que ha escondido muy bien, aunque es posible que sus más allegados sospechen que su colección de manga shoujo y su habilidad para idear planes románticos vengan de estar preparándose para su momento.

Había pensado que su ingreso a la preparatoria le permitiría conocer a esa primera persona en acaparar sus pensamientos, pero más bien consiguió al único tipo que considera genuinamente genial. Cualquiera diría que exagera o que es irónico, tomando en cuenta que es un repitiente de la clase 3, sin embargo, ¿cómo no admirar al chico que le salvó el trasero en una pelea solo porque haberlo ayudado con su ortografía unos minutos antes fue suficiente para convertirse en su amigo? Además, son vecinos. ¡Por supuesto que se harían cercanos!

Si compara cómo son ahora, medio año escolar después, debería admitir que Baji lo ha suavizado un poco. Su tan practicado mohicano no ha vuelto en meses, es más amigable y no regresa a casa tratando de disimular sus moretones tan a menudo, en parte porque ya no pelea tanto, en parte porque el otro se encarga de la mitad de los contrincantes, incluso más si no se da prisa. Su llegada transformó su cotidianidad, aun si no es por el romance que esperaba al iniciar las clases. Le toca seguir siendo testigo de las experiencias de los demás.

De su grupo de amigos, dos están enamorados. Uno de ellos pone su paciencia a prueba por lo reacio que es a confesársele al chico en su fondo de pantalla —¡su jodido fondo de pantalla y no es ningún idol!—, al otro lo ha tenido que auxiliar un par de veces para no quedar mal con su novia —ni siquiera se ciñe a sus estrategias, pero lo intenta y de algún modo que no entiende le funciona—. En resumen, ambos lo desesperan en sus días malos. Tienen suerte de que su mecha se haya alargado.

De todos modos, con quien pasa más tiempo por todas sus coincidencias es con Baji. No solo van a la misma escuela —aunque en secciones opuestas— y viven a tres pisos de diferencia, sino que hasta cuidan al mismo gato desde antes de saber del otro. Aun si confirmaron que Chifuyu lo encontró primero por unas semanas, el muy traidor prefirió el nombre que eligió el mayor —a veces hasta piensa que también le gusta más su comida—, así que Peke J es de dos casas. Si no están jugando con él, están estudiando, compartiendo comida o simplemente conversando en las escaleras.

Los días en que no comparten tanto tiempo juntos son en los que Baji se reúne con sus otros amigos, algunos lo son desde la infancia. Aún no los conoce más que de nombre o de cara —excepto a uno, el jodido fondo de pantalla al que no se le confiesan—, pero ya se ha hecho sus impresiones de cada uno a partir de lo que le cuenta de ellos. La más notoria: Kazutora le irrita. ¿Lo peor? Está muy seguro de que es el favorito de Baji junto a Mikey.

El muchacho en cuestión asiste a la misma preparatoria que ellos, solo que un año más adelante, el mismo que estaría cursando Baji de no haber repetido. Nunca ha hecho más que topárselo por los pasillos o en los alrededores del edificio, pero le basta oír de él para entrecerrar los ojos —nunca frente a Baji, eso sí—. Le costó aceptar que sean amigos. Kazutora es de esos que la mayoría de los estudiantes ubica, incluso se atrevería a decir que todos, porque es imposible que un chico con un tatuaje en el cuello pase desapercibido.

Es el protagonista de varios rumores —los más repetidos: intentó flirtear con una profesora, tiene prohibido usar objetos afilados luego de un incidente en Economía Doméstica por el que casi lo expulsan, le han decomisado revistas para adultos que lee durante clase, amenazó al dueño de un onsen para que le permitieran la entrada a pesar de su tatuaje— y, de algún modo, también lo es en las fantasías de varias chicas que lo encuentran apuesto. Chifuyu se reserva su opinión, pero incluso Baji está de acuerdo con ellas; prefiere quedarse con la parte en la que es genial que pueda reconocer el atractivo de otros hombres sin avergonzarse. Por lo menos, no ha oído de nadie que se haya atrevido a confesársele, así que preservan algo de sensatez.

A veces son tres tercios [BajiToraFuyu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora