Capítulo 4.

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El día por fin había terminado y sentía que por fin podría irse a descansar. A su punto de vista, había sido una semana muy pesada.

Estaba orgulloso de sí mismo porque sentía que comenzaba a acoplarse a esa dimensión tan diferente a la suya, ya no se sentía tan nervioso ni mucho menos. Empezaba a creer que no sería una misión tan complicada después de todo.

Abrió la puerta del hogar que compartía con el cobalto y le dejó entrar, recibiendo únicamente un pequeño "gracias" suyo.

Ingresó también a la casa y cerró la puerta. Se quitó el abrigo y también recogió el de su compañero de vida, colgó el par de prendas en el perchero y dio una rápida mirada alrededor, buscando alguna otra cosa que hacer. Realmente la casa estaba ordenada, no habían cosas tiradas y casi no habían platos sucios.

Dirigió sus rubíes hasta el erizo que se había dejado caer en el sillón sin cuidado alguno. Podía saber que estaba cansado, muy cansado; había estado arreglando papeles desde muy temprano y también se había encargado de los exámenes físicos de sus oficiales. No le sorprendería que en algunos días estuviera lleno de moretones.

También notaba diminutos pero notables cambios en su persona. Se sentía un poco más.. abierto de cierta manera. De igual manera estaba trabajando en su paciencia y sus maneras de tratar con la gente; aunque se aseguraba a sí mismo que cuando volviera a casa todo volvería a ser como antes. Sonaba poco creíble, incluso para él.

Miró la hora en su reloj de muñeca, apreciando en él los números diez y veintiocho.

—Ya es algo tarde —murmuró esta vez sentándose en el sillón contiguo al que estaba el cobalto; el susodicho dirigió su mirar hasta su compañero, recargando su mejilla aún en el reposabrazos a modo de almohada—. No creo que quieras cocinar algo, ¿verdad? —Zonic negó—. ¿Te parece si pedimos algo para comer?

—¿Algo cómo qué? —interrogó usando esta vez su puño como soporte para su cabeza y recargando su codo en donde antes estaba su mejilla.

—No lo sé, algo como una pizza o algo así.

No estaba del todo seguro que su idea surtiría efecto, sin embargo no perdía nada con intentarlo.

—Mmm.. 

El silencio se prolongó por un par de segundos. Aún no conocía lo suficiente al cobalto como para leerlo como seguramente hacía la pareja de éste, pero sí podría asegurar que, como no había querido almorzar en el trabajo, debía tener hambre.

—Está bien —terminó por acceder—, pero que no tenga piña.

No pudo evitar reír levemente ante su, algo infantil, petición. 

Aunque también rio por la pequeña comparación que hizo inconscientemente con su erizo cobalto en ese tipo de cosas; pequeños detalles que regularmente no prestaba atención y que eran lo que al final del día más extrañaba. 

Tomó el teléfono y comenzó a marcar el número que estaba en el imán del refrigerador, justo del que tenía la imagen de una pizza y una motocicleta. Esperó pacientemente a que atendieran la llamada para poder pedir.

Algunos tonos después escuchó una voz al otro lado de la línea que le indicaba el nombre del establecimiento y seguidamente preguntaba por su pedido. Él dio la orden que tenía sin más al chico y este le confirmó, pidiendo también su dirección para entregar los alimentos.

Una vez terminó colgó la llamada y dejó el teléfono en una de las pequeñas mesas que habían en la sala, dirigiendo sus pasos hasta uno de los sillones nuevamente. Su compañero se había dedicado a buscar alguna cosa interesante que pudiera ver en el televisor.

Cada vez se sentía un poco más intrigado con él. Poco a poco descubría algunas cosas que no sabía del todo cómo tomar; algunas eran buenas y otras no tanto, sin embargo, había una pequeña espina en su interior que no le dejaba estar del todo en calma. Era irónico, tal vez así se sentía Sonic con respecto a él.

El cobalto hizo un ademán de que se sentara con él. No rechazó la invitación y cambió al sofá en el que su compañero estaba. Aún se sentía un poco incómodo cuando se trataba de abrazos o cariño en general, fuese físico o verbal; no se le daba muy bien expresarse y mucho menos si era un amor que —al menos con este cobalto— no sentía.

Por el momento se limitaba a dar sus abrazos al erizo que se había acurrucado sobre él, no le molestaba. 

Recargó su cabeza sobre la del menor, entre sus azuladas orejitas que se removían de vez en cuando debido a su respiración. Aquello le causaba cierta diversión, sabía por experiencia propia lo sensibles que eran y lo raro que se sentía el más mínimo contacto con ellas. No estaba de más hacer una pequeña maldad que normalmente no se permitiría.

Sonrió con malicia al momento en que sopló dentro de una de ellas. La respuesta no tardó en hacerse esperar.

—¡Zhadow!, ¿por qué rayos haces eso? —regañó separándose de él para tallar su orejita en busca de aliviar la sensación extraña que en ocasiones genera escalofríos.

—Nada más —respondió jocoso.

—Sabes que no me gusta eso.

La mirada seria que el cobalto le regaló por un momento le hizo pensar que tal vez debería disculparse si quería evitar los problemas.

Sí, apenas llevaba una semana ahí y ya habían tenido una discusión, bastante estúpida a su punto de vista. Al final, había tenido que tragarse su orgullo y lanzar su dignidad por el segundo piso —únicamente por el segundo porque más pisos no habían en el edificio —para disculparse; le golpeaba el ego ser él el que debía ceder.

Sin embargo no dijo nada al respecto. Por lo menos no frente al cobalto puesto que después fue a quejarse con Zails.

Algo le aseguraba que esta vez no los habría, al menos no si lograba suavizar su faceta. No se le ocurrió más que acercarse y depositar un pequeño beso en su nariz.

Al volver a mirarlo rio ligeramente viendo su rostro colorado y sus esmeraldas avergonzadas. Pudo ver que infló levemente sus mejillas y volvió a sentarse para mirar la pantalla de nuevo.

—¿Qué? —interrogó divertido—, ¿qué pasa, Zon?

—Nada.

—¿Enserio?

—Sí, muy en serio.

—Mmm, claro.

Ya no preguntó más, simplemente lo miraba de reojo, contemplando sus facciones por algunos minutos sólo para molestarlo; hasta que el timbre sonó, indicándoles que ya había llegado la comida que habían ordenado.

Se levantó del sillón, seguido del cobalto, y abrió la puerta para recibir los alimentos y pagar. Por el contrario Zonic se encaminó a la cocina para comenzar a sacar platos y vasos. Los llevó al comedor, acomodándolos uno junto a otro.

El azabache llevó la caja de la pizza hasta la mesa. 

Tomó asiento con su compañero y abrieron la caja para comenzar a comer.

Nunca pensó decir lo que diría a continuación:

—No te molestes ya, eres un amargado.

Don't Touch Me [Shadonic/ZonZadow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora