11

785 97 14
                                    

Me di cuenta que Emilio es una persona bastante divertida, es algo infantil pero me resulta sumamente tierno pero cuando baila derrocha sensualidad. Se transforma a un chico diferente, uno muy sexy y nada torpe.

Eso lo note el día de la presentación, sus movimientos era cautivadores y muchas chicas suspiraron por el.

Estábamos cerca del campo de fútbol ya que acababa de llover y fuimos para tomar un poco de aire.

-¿Desde cuando estas en silla de ruedas? Preguntó mientras andábamos, él estaba a lado mío y no empujaban como todos suelen hacer

-Casi dos años, fue un accidente.

Respondí tranquilamente, no me molesta que pregunten lo sucedido porque gracias a las terapias que tomé en el pasado me ayudaron a entenderlo.

-Lo siento...

Dijo bajito prácticamente en un leve sonido, como si no supiera que decir.

-No lo hagas, es bueno que no haya terminado muerto.

Solté de repente y Emilio me dedicó una mirada de preocupación Sabía que no debí decir eso pero para no darle mas explicaciones aumenté la velocidad.

-Vamos a la cancha de Basquet.

Dije y el me siguió sin reprochar, cuando llegamos todo se entraba mojado y con grandes charcos de agua.

-Hay que jugar.

-Pero, no hay pelota y no sabía que, bueno, personas ya sabes... cómo tú, les gustara el básquet.

-No seas bobo.

Reí y el se sonrojó.

-Vamos a jugar con los charcos

Le explique y el solo se dedico a observarme.

-Me gustaba jugar en los charcos cuando era niño, buscaba los mas grande y solía saltar en ellos, es evidente que yo no puedo, pero tú sí.

-¿Quieres que solté en los charcos y me moje?

Yo asentí con una sonrisita

-Pero mis tenis son blancos.

Se quejó como un niño pequeño.

-¡Tu arruinaste mi pantalón el primer día!

-¡Si pero dije que lo sentía!

Se defendió Pero al final terminó aceptando.

-¡Salta en este!

Grité aun lado de un gran charco.

Emilio no espero a que yo me quitara y solamente saltó.

Cerré los ojos y pude sentir el impacto del agua fría.

-¡Oye!

El se encontraba igual o mas empapado que yo.

-¡No te rías!

Dije tiritando por el frío, estaba sumamente helada el agua.

-Tengo una idea, pero tienes que confiar en mi.

Mencionó -No me agrada mucho eso-fuí sincero.

El puso la mano en su pecho ofendido.

-Nunca te haría daño, confía en mí. Yo lo miré no muy convencido pero al final le hice caso.

En verdad espero salir ilesos de esto.

El se colocó detrás de mi, agarro los mangos y me volteó quedando enfrente de toda la cancha, pude ver todos los charcos a lo largo de ella. Me di una idea que lo que quería hacer y tragué grueso.

Puse mi mano derecha en la suya y la apreté.

-No me dejes caer.

-Nunca... ¿estás listo? Suspiré, me agarré del reposabrazos lo más fuerte que pude y asentí.

Emilio empezó a correr y yo cerré mis ojos mientras gritaba esperando algún golpe pero mas agua fría cayó sobre mi una y otra vez.

Los dos estábamos empapados pero tenía que admitir que fue divertido.

-¡Wow! Estuvo fantástico, ¡otra vez!

Grité feliz mientras limpiaba el agua de mi rostro.

No escuche decir nada a Emilio así que preocupé, giré mi torso y pude ver como el cabello negro de Emilio estaba todo pegado a su cara por lo largo del mismo, solté una fuerte cargada y llevé los brazos a mi estómago.

-¡No te rías!

Con sus manos peinó su cabello hacia atrás, recorrí su torso y note que la camisa holgada que traía se pego a su cuerpo dejando ver su fabulosa figura.

-O por dios pareces un Playboy que salen de las revistas

Chillé emocionado y el me miró extraño.

-Ya entiendo por qué muchas chicas estan detrás de tus huesitos. Yo tambien quisiera tener abdominales.

Dije picando mi pancita.

Estaba en el baño intentando secar nuestra prendas ya que hacía frío y nos podíamos enfermar.

-Ya estoy aquí.

Anunció Emilio entrando con ropa en la mano, por lo que pude ver era un buzo y dos remeras

-Solo tenía mi ropa de la práctica y otra de repuesto en mi casillero, tu ponte la remera junto al buzo. Me aventó las dos prendas y noté que eran muy grandes pero se veían calentitas.

-A-h... yo puedo solo ponerme la camisa.

-No, te vas a enfermar y no quiero eso así que ponte todo-me ordenó.

Yo vi las prendas entre mis manos, mientras me mordía el labio interior

-¿Qué sucede?

Preguntó Emilio

-Es que yo no puedo ponerme el buzo solo.

-¿Qué?

Yo me sentí muy avergonzado y mis mejillas se pusieron levemente rojas.

-¿Cómo le haces para vestirte?

-A-h bue-no mi mamá me ayuda, a veces...

El suspiró con una mano en la cintura y la otra acomodando su cabello.

-Está bien ayudaré a vestirte.

-¡No!, es vergonzoso Le grité mientras negaba, no iba a dejar que me viera desnudo.

-Somos hombres, tengo lo mismo que tu o al menos que tengas algunas cosas escondidas.

La respuesta era sí y muchas.

-De acuerdo, pero no mires de más.

El levantó los brazos de forma inocente dándome entender que no haría nada que yo no quisiera.

Se acercó a mi y se puso en cuclillas para quitar quitar mis zapatos, cuando llego a los calcetines me avergonce ya que iba a notar mis cicatrices .

-Tranquilo, no te haré nada.

El se levantó y sabía que intentaría quitar mi pantalón, se acercó y como mi mamá lo hacía pasó un brazo por mi cintura y me levantó con cuidado.

Cuando lo tenía casi en mis muslos me dejó en la silla y se retiró para no incomodarme, sin embargo su mirada su pasó rápidamente por mis piernas haciéndole sentir incómodo.

No solo mis tobillos tenían cicatrices si no todas mis piernas, gracias al accidente y de las múltiples operaciones.

-Deja de mirarme así.

Le dije, él ntentaba apartar la mirada pero sin ningún éxito ya que regresaba al mismo sitio con una expresión de incomodidad.

-Ah sí-aclaró su garganta-lo siento.

Sillas de RuedasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora