11: 11 Besos - Morat

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Dicen que cada alma tiene una distinta clase de forma. Unas eran únicas, y otras buscaban un brillo especial. Otras recorrían el mundo en busca del compañero ideal, y otras un encuentro consigo mismo. Las almas eran diferentes, las almas pedían lo que realmente necesitaban. Era... como tener un propósito del cual ella se encargaría de cumplir.

Un propósito del que habían desistido desde hace tanto tiempo. Decían, que si lograbas encontrar a tu alma gemela, no existirían esas mariposas en el estómago, ni esos sonrojos vergonzosos, esos nervios ni esa clase de atracción tan común que encontraban en cada persona. Decían, que si una vez lograbas encontrarte con tu alma gemela, aquel sentimiento que se apoderaría de tu cuerpo, mente y corazón era del: "siento que te conozco desde hace más de cinco vidas"

Es como, una fuerza inexplicable que te hacía hacer las cosas de un modo, en que sabías que esa otra alma le gustaba. Era aprender a conocerla, aprender a amar sus imperfecciones. Y una vez que aprendieras de ello, podías sentir todo aquello tan común de un enamoramiento.

Encontrar tu otra mitad, era mirarlo a la cara un gran tiempo, preguntándote si lo conocías de algún lado, porque su presencia era extrañamente familiar. Cuando la verdad era que nunca lo habías visto en esa nueva vida.

Pero puede que en otra sí lo hayas hecho.

Yoongi en verdad pensó que conocía aquel tema de las almas al pie de la letra. Y no era por especializarse en ello. Sin embargo, durante un tiempo, le acompañó un alma soñadora, un alma que en su momento había perdido su propósito, un alma que se había perdido, y por causalidades del destino... esa alma se encontró con la suya en una nevada. Tocando dos veces su corazón, pidiendo alojo para toda la vida.

Fue difícil, y en verdad algo tortuoso desprenderse de su antiguo yo para poder acoger a esa alma en su vida. Ya ni recordaba cuantos cambios tuvo que hacer a su corazón, y de buena manera. No recordaba el día en donde la inseguridad ya no predominaba en su vida, en lugar de eso, una gran paz y seguridad por sí mismo, y por lo que le apasiona, reemplazó todo mal recuerdo. No recordaba cuándo fue el día que perdonó a todo aquel que en su tiempo le hicieron tanto daño, pero ahora podía darse cuenta que en verdad le enseñaron a ser más fuerte.

No recordaba el primer amor que le hizo sentir mariposas en el estómago, tampoco su primer beso... pero sí recuerda a la última persona a la quien le dio su todo. Fue la que tomó su último beso, fue al quien le dio su último te amo, su última sonrisa que gritaba a los cuatro vientos un amor tan puro.

Por supuesto que lo recordaba.

Después de todo, fue aquella alma que había pedido alojo en su corazón ese día en que calló la primera nevada en la ciudad. A la cual le tendió un abrigo para que no muriera del frío. A la cual quiso besar sin razón alguna. A la cual... miró a la cara, y se preguntó... ¿Desde hace cuántas vidas nos conocemos?

Él fue el motivo de aquel océano que dibujó en lo último del callejón. El motivo de la melodía salió de su cabeza sin pensarlo. Porque quizá el destino sabía, incluso antes de nacer, que él sería el motivo, la razón y el impulso de querer encontrarse a sí mismo por primera vez. Porque le había dado millones de razones, millones de recuerdos que atesoraría para toda la eternidad.

– ¡Se hace tarde! – gritó una vocecilla, estaba seguro que corría de un lugar a otro buscando lo que le faltaba. Pudo sentir cómo saltó en la cama, brincando con fuerza –aunque debido a su complexión y peso, no lograba casi nada– ¡Papá, se hace tarde! ¡Despierta, despierta, despierta! – se tiró a la cama, escuchó el sonido de indignación que hizo cuando se tapó todo el rostro. Quería seguir durmiendo– ¡Tío Tete, a papá no le gusta que Tannie orine el sofá!

Once Besos - Jinsu*/Completa/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora