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𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲

Resulta que el comandante no estaba fanfarroneando respecto a esos centinelas. Tres intentos de escape más tarde, Harry finalmente se metió a la cama a las cinco de la madrugada, se rindió al sueño en el segundo en que su cabeza tocó la almohada.

Lo que significaba que no estaba muy encantado cuando Wanda entró saltando a las ocho de la mañana.

¿El lado positivo?

Wanda le trajo el desayuno a la cama. Y aunque no era súper emocionante, ya que básicamente era una mezcla de guisantes germinados y harina de maíz, había un precioso huevo fresco.

Pero eso no fue lo que hizo que Harry se sentara en la cama de un salto y casi abrazara a Wanda. No, fue por la taza humeante llena del líquido negro que era el equivalente a oro en estos tiempos.

—¡Café! —exclamó Harry acunando la taza en su pecho como si fuera lo más precioso que jamás hubiera sostenido.

Wanda sonrió mientras Harry se lo llevaba a los labios y sorbía. Estaba caliente y amargo y era absolutamente perfecto.

—Lo sacamos en ocasiones especiales. Puedo agregarle un poco de leche si gustas.

—No. —Harry negó con la cabeza—. No quiero que nada arruine esta perfección. —Cerró los ojos e inhaló el aroma, luego bebió otro sorbo.

—Me alegra mucho que te guste. —Wanda sonaba genuinamente complacida—. Te dejaré comer y después puedes tomar una ducha y asearte. Pensé que podíamos mostrarte el pueblo hoy.

Harry espabiló y abrió los ojos concentrándose en Wanda. Echarle un vistazo al pueblo le parecía fabuloso.

Entonces quizás podría hacer un plan más sofisticado que tratar de escabullirse por la puerta principal o saltar por el enrejado a la medianoche; ambos planes eran obviamente deficientes, ya que en cada ocasión los centinelas lo atraparían cinco minutos después de llegar al patio.

Después de desayunar, Harry se dirigió a la ducha. Una ducha de verdad.

La casa del comandante tenía su pozo propio, y los paneles solares instalados en el techo daban suficiente energía para que la bomba surtiera la casa de agua, al menos en ocasiones especiales.

Aparentemente la llegada de Harry calificaba como una.

Solo había baños de esponja en el búnker y se lavaba el cabello dos veces al mes con el cubo de agua que llevaba su padrino.

¿𝘚𝘵𝘦𝘷𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢́ 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘰 𝘺 𝘵𝘶́ 𝘥𝘦𝘫𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘶𝘴 𝘴𝘦𝘤𝘶𝘦𝘴𝘵𝘳𝘢𝘥𝘰𝘳𝘦𝘴 𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘳𝘦𝘯 𝘤𝘰𝘯 𝘶𝘯𝘢 𝘥𝘶𝘤𝘩𝘢? ¿𝘘𝘶𝘦́ 𝘥𝘦𝘮𝘰𝘯𝘪𝘰𝘴, 𝘏𝘢𝘳𝘳𝘺?

Apretó los ojos mientras el champú con aroma a lila descendía por su cuerpo.

No, no era así, nada más tenía que reorganizarse. Tomarse unos días, asearse, comer de su comida, beber su agua, y después largarse. No podía seguir escapándose a medias. Salir de aquí y llegar a la costa iba a requerir planificación y paciencia.

Si el comandante no estaba engañándolo y allá afuera era tan peligroso como dijo, entonces necesitaría provisiones.

Pistolas. Necesitaría pistolas. Al menos una. Y un vehículo. Irse caminando no era realista. Y sea lo que sea que hiciera, no podía permitirse ninguna distracción.

Se enjuagó el cabello y terminó de bañarse rápidamente. Wanda le había dejado ropa para que se pusiera; se sintió increíblemente bien ponerse unos vaqueros y una camisa limpia.

Virus OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora