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𝐇𝐚𝐫𝐥𝐞𝐲

Harry le sostuvo la mano durante todo el viaje de dos horas. No se permitió pensar en lo que podría pasar cuando el helicóptero aterrizara. No se permitió pensar en el hecho de que había estado tan extraño y retraído las últimas dos semanas, que apenas dormía en las noches preocupado por Harry.

No se permitió pensar en nada excepto en memorizar la cálida fuerza de su mano en la suya y la sensación de su cuerpo a su lado en el asiento. No podían hablar en el viaje. Había mucho ruido.

Así que Harley se aferró a Harry y lo miró a hurtadillas cada vez que pudo. Y el viaje de dos horas pasó demasiado rápido.

«No, todavía no, no puede terminar todavía», pensó Harley cuando Jason miró el dispositivo GPS que Dick le había prestado y comenzó a descender.

Estaban aterrizando en un campo abierto.

Sin duda, llamaron la atención de todas las personas que habían pasado las últimas dos horas, pero este lugar en particular estaba deshabitado. Dick había verificado dos veces la señal satelital esta mañana y había habido mínima actividad humana y ningún campamento o asentamiento conocido en las cercanías.

Donde quiera que estuviera Tierra sin Alfas, no estaba en un radio de cincuenta kilómetros del lugar de encuentro. Solo había tierras de cultivo en los alrededores. La costa estaba de quince a veinte minutos al sur. A unos cien kilómetros al sureste estaba la zona desmilitarizada.

De todos modos, Harley levantó la pierna y sacó las dos pistolas que tenía guardadas en los tobillos. «Mejor estar seguro que lamentarse» ha sido su mantra desde hace mucho, y especialmente para esta misión.

Bueno, junto con: «es mejor pedir perdón que pedir permiso». Nunca le preguntaron al comandante si podían usar el helicóptero. Solo porque Harley sabía que diría que por supuesto que no.

Siempre era mejor evitar desobedecer una orden directa cuando fuera posible. ¿En cuanto al infierno que se les vendría encima a él y a los chicos cuando llegaran a casa? Bueno, se enfrentarían a eso cuando llegara el momento.

Todo lo que importaba ahora era Harry.

Su rostro estaba blanco como un papel, la mirada fija en la de Harley mientras el suelo se acercaba cada vez más.

Era tan jodidamente hermoso. Era perfecto. Lo era todo.

Y Harley no lo entendía. Esa forma en la que se aferró a él en el viaje. Incluso por la forma en que lo miraba ahora mismo como si fuera de camino a un funeral, no a reclamar su libertad, como dijo que quería.

Debía tener la mano acalambrada por lo fuerte que había sujetado la suya durante todo el camino, pero la apretó todavía más a medida que se acercaban a tierra firme.

Dick y Jason habían trazado un área de aterrizaje en un viejo estacionamiento abandonado, justo al lado del parque donde la representante había organizado el encuentro.

Harry apretó los ojos y los mantuvo cerrados los cinco minutos que le llevó a Jason descender y, con más de unos cuantos golpes, aterrizar el helicóptero.

Pero Harley no fue capaz de suspirar con alivio, porque el aterrizaje significaba que Harry iba a dejarlos.

O tal vez no lo haría. Tal vez este viaje aterrador, y enfrentar una posible muerte, lo había hecho reconsiderar sus prioridades. Quería una decisión. Bueno, ahora tenía una. Y tal vez se había dado cuenta de que podía elegirlos por su propia voluntad y eso cambiaría todo...

Pero entonces apartó la mano de la de Harley e inmediatamente se dispuso a soltar las correas de su arnés.

«Sabías que esto era un error desde el principio.».

Era la misma voz que le había estado gritando desde que Harry les dijo que se marchaba.

El omega se quitó el arnés por encima de la cabeza y luego, en el momento en el que Harley no se movió lo suficientemente rápido para su gusto, se subió a su regazo, se sujetó de un lado del helicóptero y bajó.

Se veía pálido y tembloroso. Maldición, se iba a romper la cabeza si no tenía cuidado.

Harley se arrancó su propio arnés. Malditos broches de mierda. Y en su intento de liberarse, rompió las ataduras. Se le revolvía el estómago con cada paso inestable que daba Harry.

Se detuvo con las manos en las rodillas, parecía que estuviera a punto de vomitar. Harley finalmente consiguió desabrochar el maldito broche y se lanzó al suelo.

—¿Estás bien? —preguntó, poniéndole una mano en la parte baja de la espalda—¿Harry te encuentras bien?

No es que pudiera oírlo con el rugido de las aspas del motor todavía zumbando, pero asintió de todos modos, llevándose una mano a la frente y poniéndose de pie.

Cuando tropezó un poco hacia un lado, Harley lo sostuvo de inmediato. Y llegó a la misma conclusión que cada vez que hablaba esa estúpida voz. Lo tomó del brazo y lo alejó del helicóptero.

—Temprano me preguntaste por qué no había explotado. —Tuvo que alzar la voz, pero el helicóptero se silenciaba más cada vez y Harry parecía poder escucharlo. —Por qué no te grité.

Harry asintió con incertidumbre.

Hora de sacarlo todo. Debía intentarlo una última vez. —Te conté de mi hermana. —Otro asentimiento dudoso. —Después de que murió, me aislé. —Harley bajó la mano con firmeza—. Me desprendí. Nada ni nadie volvería a entrar aquí —dijo golpeándose en el pecho.

—Nadie merecía ese tipo de dolor. Nadie. Así que me dediqué a mi trabajo. Arriesgué mi vida un par de veces. Me mantuve seguro en otras. No me importaba. Nada me importaba. Ese era el punto. Pasé los últimos años asegurándome de que nada me importara. —Se acercó al omega—. Hasta que llegaste tú.

Lo vio tragar con fuerza y notó lo tembloroso que estaba su labio inferior. ¿Estaba llegando a él?

—Al principio lo intenté. Pensé que podía mantenerte distanciado. Podía hacer mi trabajo, protegerte, sin que llegara más allá. Sin acercarme demasiado.

Él era el que estaba tragando con fuerza ahora. —Sin enamorarme de ti. Pero estaba equivocado. Dios, estaba tan equivocado.

Harry comenzó a sacudir la cabeza de un lado a otro, pero Harley había comenzado y estaba decidido a terminar.

—La razón por la que no he gritado esta semana es porque por fin comprendí que la razón por la que tenía tanto miedo de amar a alguien no era por lo mucho que me dolió perder a mi hermana. Es por lo absolutamente aterrorizado que he estado de volver a defraudar a alguien como a ella. Ella me amaba. Confiaba en que la mantendría a salvo. Y luego murió de la manera más horrorosa posible porque le fallé.

—Harley, no lo hagas —dijo Harry al tiempo que apartaba la mirada, parpadeando con rapidez y obviamente conteniendo las lágrimas.

—Dejar que te vayas a hacer esto es mi peor miedo —se atrevió a decir—. Enamorarme de ti fue una cosa. Bien, pensé, tan solo no le quitaré los ojos de encima, lo vigilaré las veinticuatro horas del día. Pero al principio no supe que lo haría porque te amaba.

Dejó salir una risa ronca. —O tal vez solo soy un imbécil y disfrutaba lo mucho que solía molestarte.

Alcanzó a ver su débil sonrisa a pesar de que intentó esconderla un segundo después, todavía parpadeando frenéticamente y evitando mirarlo a los ojos.

—Pero esta semana finalmente me di cuenta de que así es el amor. No es algo que pueda controlar. Ni siquiera estoy seguro de que haya sido algo en lo que alguna vez hubiera tenido elección. Y aunque la hubiera tenido, tú mereces la pena. Mereces el dolor. Mereces los malditos años de agonía que me esperan si me dejas ahora mismo. Mereces que lo arriesgue todo. Porque te amo.

Extendió una mano hacia su mejilla, pero Harry retrocedió violentamente. Y por fin, por fin lo miró.

Estaba respirando tan fuerte que sus orificios nasales se dilataron, y había un indicio de lágrimas en sus ojos que parecía decidido a evitar derramar.

Sacudió la cabeza, su barbilla temblando más que nunca. —Voy a llegar tarde.

Seguidamente se volvió y se marchó en dirección al parque.

Virus OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora