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𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲

Respiraba con dificultad cuando le echó un vistazo al patio tranquilo y silencioso. Bueno, en realidad estaba lejos de ser tranquilo. Los saltamontes hacían un ruido infernal.

Pero eso era bueno. Le venía bien todo el ruido que hubiera para cubrirlo.

Aunque no es que tuviese que estar parado perdiendo el tiempo. El plan. Apegarse al plan. Pasó el césped trasero hacia la valla a toda velocidad, tanteando el bolsillo de sus vaqueros con la mano mientras iba de camino. Bien, la llave seguía allí. Se la había robado anoche cuando llegó a casa. Fue demasiado fácil.

Escalarla era más difícil de lo que había imaginado, pero finalmente se las arregló para treparla y aterrizar del otro lado con poca gracia. Se levantó y se sacudió la tierra de inmediato.

Después de volver a comprobar que el arma seguía en su sitio, empezó a moverse. Se limitó a seguir la línea de la valla porque el terreno desembocaba en un barranco empinado detrás del vecindario.

Afortunadamente, había algunos destellos de luz de luna llena, así que pudo ver bastante bien a pesar del arbolado. Solo se detuvo cuando llegó a la última de las vallas continuas. Había una pequeña área abierta que tenía que cruzar antes de llegar al bosque junto al camino.

De acuerdo. Respiró profundo. Podía hacer esto. Ya casi llegaba.

Al infiltrarse en la oficina de Harley, pudo ver el cronograma de los guardias y supo que había un cambio de turno de los guardias del perímetro después de la medianoche.

De acuerdo con sus cálculos, había una carretera abandonada para salir del pueblo que nadie vigilaría entre las 12:10 y las 12:25. Bajó la mirada a su reloj que, irónicamente, había sido un regalo de bodas de Wanda.

Ignoró los retortijones de estómago. En menos de media hora estaría saliendo del pueblo a toda velocidad. Todo esto quedaría atrás. De repente sintió que se quedaba sin aliento. Nunca volvería a ver a ninguno de ellos. Jamás.

Se dio vuelta y miró el camino que había recorrido.

Traición.

La palabra le aterrizó justo en las tripas como una carga pesada. Eso es lo significaba la partida de Harry después de su noche juntos: una traición.

Cerró los ojos fuertemente tras al corriente de sentimientos que había intentado suprimir desde que se separó de los brazos del rubio.

«No había ninguna otra manera».

No sabía que se sentiría tan... Se llevó el puño al estómago, sentía que iba a vomitar. Harley lo vigilaba como un halcón. Si pudiera haberse escapado antes, de cualquier otra manera, lo habría hecho. Pero después de una semana, y luego dos, era obvio que, aunque pudiese haber encontrado un vehículo antes, Harley jamás habría bajado la guardia. Ni por un segundo.

Así que se le ocurrió este plan. Le daría lo que quería. Y haría lo único que pudo ocurrírsele para que finalmente bajara la guardia y se convenciera de que había ganado. Se casaría con ellos. Dormiría con ellos. Y luego...

Pero no tenía idea de cómo sería. Hizo votos en la iglesia. Y luego consagraron esos votos con sus cuerpos. Los estaba traicionando.

Tal vez no se había dado cuenta cuando hizo el plan. Pero ¿ahora? Ahora lo sabía.

Se pasó una mano por el cabello y volvió a mirar por el vallado. Y tuvo un pensamiento tan descabellado que inmediatamente empezó a temblar de pies a cabeza.

¿Y si no se iba? ¿Y si...?

¿Y si se quedaba?

Se agachó con las manos en las rodillas. Dios, ¿en qué estaba pensando? Este siempre había sido el plan. Ganarse su confianza, hacer lo que fuera necesario para conseguir satisfacerlos y luego se escaparía...

Virus OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora