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𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲

𝑉𝑒𝑖𝑛𝑡𝑒 𝑚𝑖𝑛𝑢𝑡𝑜𝑠 𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠

Harry había estado trabajando toda la semana en la estúpida tienda; lo habían obligado a soportar a Sam y a sus malvados perros guardianes.

Así que venía todas las mañanas acompañado por Harley sin decir ni una sola palabra.

Pero, aun así, Harry podía sentir la mirada asquerosa de cualquiera de los otros alfas del beta, que pasara el día con él recorriendo su cuerpo todo el rato.

Sam lo ignoraba, fingía que ni siquiera podía escuchar.

Cuando Harry lo miraba y le preguntaba cómo lo soportaba, Sam seguía haciendo lo que estaba haciendo y lo ignoraba.

«Tonterías», dijo Harry. «Están abusando de ti».

Pero Sam solo dijo que era mejor que lo que pasaba en el resto del mundo. Y sin decir una palabra más siguió con sus labores.

Fue desagradable, pero Harry podía soportar estar en un mal ambiente de trabajo. Cuando el mundo se acababa, era sorprendente lo mucho que podías adaptarte. Así que seguía levantándose de la cama a rastras cada mañana.

Hoy no había sido tan malo, la verdad.

Harley llegaría en veinte minutos, él no hacía nada más cuando iba, solo se quedaba de pie con los brazos cruzados, vigilándolo. El gran gorila del esposo de Sam, no intentaba hacer nada cuando estaba Harley allí siendo tan observador.

Pero entonces llamaron a Dick veinte minutos antes de que llegara Harley.

Llegó un mensajero de la oficina de tecnología y después de que hablaran con él durante un par de minutos, Dick se acercó a él —Lo lamento, debo irme. Puede que haya una falla en seguridad y necesitan que revise las imágenes satelitales. Pero aquí está Erik y no te apartará de su vista, ¿verdad?

Dick miró al grandulón, que asintió y una sonrisa espeluznante se esparció por su rostro.

—No, espera, Dick... —comenzó a decir Harry, pero ya iba directo a la puerta de salida. Y fue entonces cuando se abrió la puerta trasera y entró Zemo.

Al diablo sus advertencias. Harry saltó y abrió la boca para gritarle a Dick, pero Zemo fue demasiado rápido al ponerle la mano en la boca antes de que pudiera emitir un grito de ayuda. Erik agarró a Harry inmediatamente, le bajó las manos y le envolvió un brazo en la cintura para inmovilizarlas a sus costados.

—Todavía tengo dolor en la pierna que me disparaste —le susurró Zemo al oído—. Tendré esa cicatriz de por vida. Es hora de que pagues por ello.

Zemo apartó la mano de su boca por el tiempo suficiente para ser reemplazada por la de Erik. Gritó en el breve segundo que tuvo oportunidad de hacerlo y rezó: «Por favor, por favor, que alguien me escuche».

Por su parte, Zemo le desabotonó los vaqueros y comenzó a bajarlos lentamente.

Gritó en la mano del moreno e intentó morderlo y quitárselo de encima, pero fue inútil. Lo tenía presionado demasiado fuerte.

Zemo se rio de una forma oscura y espantosa, sacudiendo la mano dentro de él y haciéndolo gritar. Con su mano libre, comenzó a tirar de su cinturón bruscamente.

—Muy pronto el infeliz de Harley Kenner aprenderá un par de lecciones de vida con respecto a quién es el más hombre. Todo lo que tiene ese imbécil será mío, comenzando contigo. Y lo más divertido: tu palabra contra la mía. Ni siquiera te creería.

Harry solo pudo mirarlo con odio. Estaba equivocado. Muy equivocado. Porque Harley le creería.

A pesar de lo mal que habían estado las cosas entre ellos, pensó en hablar con él y contarle todo. Lo imaginó abrazándolo y consolándolo. Diciéndole que no tenía que preocuparse más. Que él se encargaría de todo.

Y lo haría. Estrangularía a este bastardo hasta que se ahogara con su propia lengua. Imaginar la venganza que Harley haría en su nombre fue suficiente para que sonriera bajo la asquerosa mano de Erik.

Una de las cejas de Zemo se levantó. —Tal vez te creería. —Asintió—. Es como un niño explorador. Probablemente lo haría. — Sonrió de forma malévola—. Supongo que entonces no tendría más remedio que matarlo.

«No antes de que te mate a ti», pensó Harry con ardiente odio. Zemo solo continuó riéndose.

—Sé lo que estás pensando. Está escrito por todo tu rostro. Pero ¿crees que solo somos nosotros cinco los que queremos vivir bajo nuestras propias reglas y dirigir como queramos? El comandante no tiene idea de lo que verdaderamente pasa en este pueblo. Ahora mismo seguimos sus reglas. Pero nuestro día llegará. Y pronto.

Se inclinó y se rio de la lucha de Harry contra la continua invasión de su mano.

—Todo lo que tengo que hacer es parpadear hacia los lados y le pedirán a Harley que vaya a una peligrosa misión de seguridad, y entonces —dijo elevando ambas cejas—, bam, los refuerzos no llegan cuando los llama. Adiós, Harley Kenner.

El aliento de Harry se aceleró, las lágrimas de furia lo estaban ahogando.

—Hay protocolos establecidos en caso de que yo desaparezca repentinamente, así que no creas que deshacerse de mí será suficiente para resolver tu problemita. Como dije —Sacudió la mano hacia arriba haciéndolo gritar—, somos una multitud. Como en la maldita Biblia. Tenemos hombres en todas partes.

—¿Hola? —llamó una voz distante desde la entrada de la tienda. La cabeza de Harry se levantó de golpe. Harley. Era la voz de Harley. Sintió un subidón de esperanza y miedo. Él lo salvaría.

Pero después Zemo lo mataría.

Este solo volvió a reírse. Finalmente se alejó de él y apartó la mano de entre sus piernas. —Recuerda, shhhhh. O muere. Y también el resto de ellos.

Entonces Erik le quitó la mano y los dos salieron por la puerta trasera.

Harry dejó salir un grito ahogado y se subió los pantalones de golpe, luego corrió hacia el frente de la tienda mientras se abrochaba el pantalón. Y no dejó de correr, excepto por un breve momento para gritarle al rubio cuando se interpuso en su camino, algo por lo que se sintió culpable de inmediato, hasta seguir a casa y subir a su dormitorio.

Se lavó todo el cuerpo una y otra vez con agua y jabón, luego verificó dos veces que su ventana estuviera cerrada. Y luego se lavó un poco más.

Había metido varios pasadores gruesos entre la ventana y el marco de modo que, si alguien lograba abrir la cerradura, la ventana seguiría totalmente cerrada. No iba a tener ningún otro visitante inesperado a la medianoche. Los verificó y se aseguró de que estuvieran bien puestos.

Entonces se acostó.

Una semana más tarde, todavía no salía mucho más que para ir al baño. Porque no veía ninguna salida. Tarde o temprano Zemo lo encontraría solo y nadie llegaría a tiempo.

Y si les decía algo a sus esposos, los condenaría a una sentencia de muerte.

Virus OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora