Capítulo 1

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América. New York. Año 1858.

El matrimonio de Mile y Cornelia Perkins siempre demostraban ser el ejemplo de un matrimonio perfectos, sus hijos eran la envidia de muchas madres jóvenes; al ser tan preciosos con rubios cabellos y ojos claros. Luna Perkins, ya tenía ocho años y Cameron Perkins diez años.

Mile y Cornelia amaban a sus hijos pero había momentos en los que se portaban caprichosos por lo que  debían encontrar la manera de hablar con ellos y corregirlos. Aunque todos los padres son diferentes, igual como es que todos los niños siempre son curiosos o más difíciles de educar. A veces los padres no pueden entenderlo pero no significaba que no los amaran.

¡No quiero usar eso! le grito Beatrice a su madre.

—Pero es muy lindo, Tris estos colores cálidos van muy bien contigo intentó Diana convencer a la niña de nueve años.

—¡Que no me gusta mamá! 

—¿Por qué pelean ahora ustedes dos? preguntó su esposo Shawn entrando a la habitación al escuchar los gritos desde afuera de la puerta.

—Es el cumpleaños de tu tía Cokkie, Tris por lo menos dame el gusto de verte con este vestido.

El caso con Beatrice Perkins es que ella tenía un carácter que a veces podía ser difícil, mientras Diana ayudaba a su hija a vestirse, pensaba que no podía entender como su Beatrice podía haber salido tan diferente a ella. Tris amaba correr, se comportaba de forma desastrosa, y no lograba hacer que se interesar en actividades más delicadas y femeninas.  Iba a volverse más vieja a ese paso.

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—¡¿Qué haces Lewis?! ¡Deja de abrazar a mi hermana! le gritó Cameron al otro niño que tenía casi su misma edad y no dejaba de fastidiar a su hermanita.

—No. —espetó, apretando más a Luna. —Es muy linda.

—¡Ya lo sé pero no es tu muñeca!

—¿Entonces es la tuya?

—¡Tampoco, Luna no es un juguete! —Lewis sonrió mientras que Luna no parecía molestarle se abrazada por el niño.

—¿Acaso ustedes no pueden llevarse bien? preguntó lady Maeve, la madre de Lewis y al lado de ella estaba Sofía Genco, su hija más pequeña de seis años.

—¡Él no quiere soltar a mi hermana!

—Es muy bella y linda. Mi hermana no es tan adorable. —Sofía se molestó y le pego un punta pie.

—¡Tú tampoco eres tan lindo! ¡De hecho eres muy feo! gritó la rubiecita de ojos oscuros. 

Maeve se divirtió al mirar a los niños pelearse y discutir. Cuando por fin llegaron Diana y Shawn con su hija Beatrice, Cameron sonrió aunque la castaña pero la niña no tenía la misma expresión de alegría, de hecho se le notaba en el rostro lo molesta que estaba.

—No quería usar esto. —respondió Tris cuando Cameron le preguntó el porqué de su molestia.

—Pero si te ves muy bella tris.

—¿En serio lo crees?

—Sí, ¿Cuál es el problema?

Mi madre no es como la tuya.

Tienes razón, la tía Diana no es como mi madre. Mi madre es mucho más dura que la tía Di, tú no la conoces como yo. Tris deberías intentar no pensar así, la tía Di siempre hace las cosas para que te sientes bien, puedo apostar que intentó razonar contigo y te ofreció algo para que vistieras así. ella se quedó callada, eso era lo que su madre había hecho. Beatrice no por ser una niña linda siempre se te perdonará que seas así de malcriada.

Tris se quedó sin saber que decirle. De entre todos sus primos, Cameron era al que más quería y admiraba, él siempre la aconsejaba, la cuidaba mucho y la hacía sentir bien. Cuando no podían verse se escribían, aunque la caligrafía de Beatrice daba mucho que desear al ser más tosca que la perfecta letra de Cameron.

Muchas situaciones siempre están fuera de nuestro control que quisiéramos intervenir no podríamos. Ese día todo se trataba de pasar un resto agradable con la familia, Beatrice siempre siendo tan bromista, no pensó que al dejar correr libre al perrito de los hermanos Genco, este correría para ir a molestar y asustar a los caballos. Ni que esto haría que la yegua que montaba su madre se asustara haciendo que Diana fuera arrojada al suelo de forma brusca.

Beatrice se había quedado paralizada, tan pálida al ver a su madre caer. Hubo gritos y maldiciones, mientras Diana era atendida por un médico al que su esposo y su cuñado corrieron a buscar. Cameron no vio a Beatrice, se había escondido pero él sabía dónde encontrarla. En la última habitación de la residencia, la más abandonada de toda la enorme casa, ahí encontró a Tris llorando y abrazando sus piernas. Se acercó para arrodillarse frente a ella, quería reconfortarle, darle a entender que él estaba ahí para ella.

—Cam... los ojos de Beatrice estaban hinchados y rojos.

—Tranquila. Estoy aquí... dijo para sentarse junto a ella, rodear sus hombros con su brazo, acercándola a él.

—¿Por qué soy así Cam?

—¿De qué hablas Tris?

—¿Por qué no soy perfecta? ¿Por qué no haga nada bien? los labios de Beatrice comenzaron a temblar mientras sus ojos se aguaban ¡No quería que le pasara eso a mi madre! Fue mi culpa. Soy una inútil lamentó la niña con los ojos llenos de lágrimas.

—Tris...

—¡Soy mala!

—¡Basta! Beatrice, tú eres buena. La más buena que conozco él apartó el cabello que cubría su rostro y besó su frente. La tía Diana estará a salvo. No llores más, por favor....

Tris sentía que le faltaba el aire pero no dejaban de salir lágrimas. El sollozo de ella hacía sentir muy mal a Cameron, la abrazaba más y parecía que no lograba calmarla, acunó su rostro para que lo mira.

Acentrado. dijo de repente. La confusión se formó en la cara de Tris. Padre me ha enseñado una nueva palabra. Acentrado; significa puro, sin macha y defecto.

Para su sorpresa eso pareció calmarla un poco.

—Siempre aprendes una nueva palabra con cada día. Eres muy inteligente.  —el rubio sonrió.

—Tú también lo eres. la abrazo Quiero distraerte y con nuevas palabras puedo lograrlo.

—Si. Si puedes, yo tengo una palabra.

—Te escucho.

—Ramé: algo que es caótico y hermoso —Beatrice se acurrucó en el pecho de su primo, sintiéndose más calmada. —Seré buena, muy buena. Dejare de ser mala.

—No hables así. No eres mala Tris. —habló Cameron pero Tris no lo escuchó.

—No quiero volver a sentir que voy a perder a mi madre.

—Debes entender que no fue tu culpa, no me gustaría que cambiaras todo lo que te hacer ser tú, te quiero así.

—Soy un caos.

—Entonces eres mi dulce caos.

Él estaba siempre conmigo. Cameron era como un príncipe dorado o así lo veía yo. Un príncipe dorado que yo quería”. Eso pensaba Beatrice mientras era abrazada por él.

Mi dulce Caos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora