CANDECE || Draco Malfoy

𝑐.𝟷𝟷

Buscar, leer, subrayar, anotar, sorbos a la taza de café, las torres de libres asomadas desde el segundo piso.

-Hey, hey, ¿Sigue viva?

Abrí los ojos cuando escuché la voz del señor Malfoy, fregué mis ojos para notar que se encontraban de pie frente a mí.

Estaba recostada en el sillón.

-Perdón, me quedé dormida- hablé mientras me levantaba.

-Si, lo noté, así como su ausencia estos tres días- fruncí el ceño confundida, soltó una risa - Ya veo, ¿Has salido de aquí en estos días? - pregunto, sus ojos comenzaron a observar todo el lugar.

-Si.

-La planta de abajo no cuenta.
-Me puede explicar que no le entiendo- me crucé de brazos frente a él.

-Resulta que usted y yo somos los únicos en esta casa, junto a cinco elfos, claro, pero desde hace tres días que la deje aquí no la volví a ver en ningún pasillo u escuchar. Es raro ya que se la pasa tropezando con todo y usualmente se escuchaba su grito acompañado del objeto que tiro - se sentó encima del escritorio tomando uno de los libros, hojeando cada página - Aún tiene la mancha de café en la blusa, hay ojeras bajo sus ojos acompañada de un cansancio notorio en su rostro y catorce tazas de café - señaló las tazas aun lado de él.

Mierda tan mal me veía, estaba tan enfocada en esto que había olvidado que tenía una vida fuera de aquí.

volvió a hablar -Escucha... Sé que se está esforzando y es admirable en serio, pero no puedes estar sin comer y dormir por tres días, necesitas descansar para entender todo lo que está leyendo, si sigues así no llegarás ni siquiera a hacer el verdadero trabajo.

-Lo sé, pero no me puedo dar ese lujo -. Me levanté del sillón en dirección hacia el escritorio para acomodar el desastre.

En cuanto moví ligeramente uno de los libros, las torres sobre el escritorio se cayeron llevándose las tazas y la tinta manchando el piso.

Maldita sea porque sigo viva.

Mire de inmediato al señor Malfoy que estaba apodado en la pared con una sonrisa divertida por el desastre que acaba de causar, solo con un movimiento.

-Escuche, no sé absolutamente nada sobre la historia de Grecia y pensé que si leía y tomaba notas me ayudaría, pero ahora soy yo la que está escribiendo un libro de la mitología griega - me queje moviendo mis brazos desesperadamente.

Empezó a indicarme con sus manos que me calmara, aún tenía esa sonrisa divertida en su rostro.

-Tranquila, tranquila, la historia es muy larga y no podrás abordarla toda en tres días- dió un suspiro profundo- Mira las personas te van a creer incapaz de hacer las cosas y te dan trabajos de mierda solo para que falles y te rindas, probando que eres lo que ellos piensan y nosotros para demostrar que no es así hacemos cualquier cosa como no aceptar ayuda de los demás-se sentó en la esquina del sillón estirando sus brazos por el borde del respaldo-Estas bien que no quieras ayuda, pero la necesitas.

Lo miré pensando en lo que había dicho quería hacer esto, pero solo con tres días ya quería mandar a la borda todo enserio necesitaba ayuda.
Solo tenía dos opciones aceptar o volver a rechazarla y que me encuentre en unos días en el suelo sin pulso.

-Está bien, entonces, ¿Por dónde comenzamos? -pregunte a el hombre en un tono más tranquilizante.

Soltó una risa que me hizo fruncir el ceño.

-Yo voy a leer sus notas y recoger su desastre- hizo una pausa-Y usted va a ir a descansar-lo mire confundida, entre abrí mi boca, pero volvió hablar-A estado tres días aquí sin comer o dormir bien y necesito que descanse o no me ayudará mucho en su estado, la veo mañana a las seis- se levantó del sillón dándome la espalda dirigiéndose a las escaleras mientras veía su silueta desaparecer.