Capítulo 2- Dos anillos de oro.

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Ryan dormía profundamente apoyado en el pecho de Chad, habían tenido una salvaje bienvenida que había causado que terminaran agotados irremediablemente. El cuerpo de Chad se resentía un poco, después de una dura jornada de competencias, regresar a casa y realizar ejercicio físico al extremo lo había dejado físicamente quebrado, pero su mente no descansaba.

Seguía reproduciendo la llamada de Troy en su cabeza una y otra vez, sabiendo que el hombre se casaría en una boda donde todos sus amigos irían a apoyarlo y celebrar juntos.

Miró fijamente el angelical rostro de Ryan, siguiendo su vista hacia la mano izquierda que estaba apoyada en su pecho, donde descansaba un anillo de compromiso de oro, algo más ancho que los anillos usuales para mujeres, cuyo diamante central grande tenía un corte cuadrado sostenido por las puntas y a los laterales de este, siguiendo la dirección circular del anillo, se mostraban tres rombos de diamantes medianos con el oro tallado a su alrededor y el borde de ambos lados recubierto por una senda de diamantes pequeños.

Puede que fuera algo ostentoso, pero sabía que Ryan no se merecía menos que eso y había dedicado mucho tiempo a encontrar el anillo perfecto.

Recordaba que había pensado en pedirle matrimonio a Ryan desde que era un adolescente sin sentido de la vida, que simplemente se deleitaba con la vista del amanecer golpeando el cuerpo desnudo de Ryan, cubierto apenas por unas sábanas ligeras, mientras el rubio permanecía dormido en su cama en Lava Springs, en una de esas tantas mañanas en que Chad amanecía con él después de una noche particularmente activa.

Había pensado que Ryan era el ser más hermoso que había visto y una de las personas más nobles que habitaban la tierra, esa sensación se extendió como un calor por su cuerpo y el pensamiento de que daría lo que fuera por pasar toda su vida al lado de aquel chico lo abrumó e hizo sentir pleno a la vez.

Cuando decidió pedirle matrimonio a Ryan, habían pasado ya años desde aquel pensamiento. Tenían 25 años y Chad llevaba un año perteneciendo a los Knicks, pero finalmente había alcanzado el puesto de titular por el que tanto había luchado, adoptando la posición de escolta, una con la que estaba familiarizado y le venía bien considerando sus habilidades y estatura, porque Chad era consciente de que no era tan alto como requeriría el básquet.

Estaba pletórico de felicidad y solo soltó un suspiro desganado al darse cuenta de que Ryan estaba fuera de la ciudad, siendo este la única persona con quien le interesaba celebrar su logro. Los pensamientos de pasar toda su vida al lado de ese hombre volvieron con más fuerza y antes de darse cuenta, Chad estaba usando su tiempo libre para recorrer cada joyería posible en busca del anillo perfecto antes de que Ryan regresara de su viaje en dos días.

Pasó incontables horas analizando cientos de piezas de joyería admirables, pero ninguna le gritaba Ryan Evans. Por eso, totalmente desesperado, recurrió a quien único jamás pensó ir por ayuda.

—Sharpay — pronunció dubitativo al escuchar el saludo irritante de Sharpay desde el otro lado hacia, quien ella suponía, era un total extraño —. Es Chad.

—¿Qué haces tú llamándome? —reclamó la rubia diva, quien se encontraba en uno de sus extraños tiempos vacacionales luego de filmar algunas películas, porque sí, muy temprano Sharpay notó que solo Hollywood podía otorgarle la atención que ella buscaba y se había ido a perseguir sus deseos de forma aplastante.

—Ryan me dio tu número hace unos meses, en caso de que pasara alguna emergencia —explicó Chad con nerviosismo patentado mientras se mantenía delante de un mostrador lleno de anillos.

—¿Le pasó algo a mi hermano? —en ese tono preocupado que dejaba detrás toda pretensión, Chad pudo notar a la Sharpay de la que Ryan ocasionalmente hablaba.

Nuestro baile final.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora