Capítulo 3- A la intemperie.

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Ryan sabía que algo pasaba, pero no llegaba a comprender qué era o por qué nadie quería decirle. Chad había estado comportándose extraño desde que había regresado de su último juego fuera de Nueva York y sobre todo, después de haber recibido aquella llamada de Troy para invitarlo a su boda. Ryan lo había notado, pero también había preferido hacer que no veía nada en espera de que su esposo le contara por su propia cuenta. Esto no había pasado.

— Ryan, empezamos en cinco— Sheila, una de las agradables bailarinas con las que compartía escenario esa noche, le habló desde la entrada a su camerino, mostrando su adorable cabello rizado enmarcando el perfecto maquillaje que llevaba, con un conjunto blanco elegido específicamente por Ryan para destacar su oscura piel y llamar más la atención.

Ryan asintió sonriente, viéndola irse segundos después, complacida con la respuesta no verbal que había recibido. Observó su reflejo en el espejo del camerino, traía su rubio cabello peinado con laca y mucha brillantina en su maquillaje y cuerpo, usaba pestañas postizas verdes de un largo exagerado y en general se veía extravagante. Una sonrisa se mostró en sus labios, sí, le encantaba haber podido coreografiar aquella obra a su gusto y dirigirla, la prensa tendría mucho en su plato si todo salía como esperaba.

Llenándose de confianza y dejando de lado los pensamientos negativos, Ryan entró en modo trabajo profundo y salió del camerino con una confianza que opacaba a los demás. Se reunió con el resto del elenco y después de desearse a coro que todos se rompieran una pierna la cortina se levantó y Sheila hizo su aparición primera.

Durante el tiempo que duró la obra, Ryan solo podía funcionar como una masa de emociones revoltosas que no pensaba y se dejaba llevar. Cada segundo que estuvo encima del escenario se mostró tal cual era él, dejando que el mundo viera que su edad no era impedimento para seguir brillando como desde sus años de juventud.

Terminó enseñándole a todos una versión altamente mejorada de sus cualidades, haciendo lo que todos creían ya imposible, perfeccionando aún más el estilo Evans, sorprendiendo como solo él sabía hacer y elevando Broadway a una ovación de pie cuando el telón se cerró y los bailarines hicieron sus respectivas reverencias.

Detrás del escenario todos gritaban eufóricos y reían, abranzándose y celebrando la maravillosa ejecución que habían presentado. Tendrían más obras lo que quedaba de mes, pero este era el cierre del año para Ryan, que ya había anunciado que regresaba a su lugar de nacimiento por las festividades, para el disgusto de todos.

— Eso fue impresionante, Ryan— comentó Josh, acercándose con ese aire coqueto que siempre lo rodeaba. Ryan lo miró con una sonrisa educada, pero manteniendo la distancia.

— Muchas gracias, Josh— respondió cortésmente.

Josh era uno de los bailarines principales, había entrado a Broadway dos años antes que Ryan y cuando este ingresó, el mayor no tardó en mostrar su interés inmediato. Ryan admitía que lo encontraba apuesto, era un hombre alto con un interesante tono de ojos casi anaranjados, que siempre mantenía su negro cabello peinado hacia atrás, dándole un aire serio a sus relajadas facciones que lo ayudaban a coquetear con mayor facilidad, algo que hacía todo el tiempo, pero Ryan estaba perdidamente enamorado de Chad y jamás le dedicó al bailarín ni dos miradas seguidas.

Pensó que el encaprichamiento de Josh desaparecía con los años al ver que Ryan no le prestaba atención, pero eso no pasó. No importaba si el hombre salía con muchos de sus compañeros de elenco de forma casual o si directamente estaba en una relación seria, nunca dejaba de coquetear con Ryan en busca de una oportunidad. Lo que para el rubio originalmente no era más que una mala broma, pero con el paso del tiempo pudo notar la seriedad de Josh hacia él, sobre todo con el recuerdo del día en que apareció con la alianza de compromiso en el dedo.

Nuestro baile final.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora