Capitulo 2

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Los rayos del sol iluminaron la mañana siguiente dando paso a un radiante día después de una noche ajetreada por la luna de sangre, en la vivienda de la doctora Ana todo era silencio, la noche había terminado de ser apacible, el bebé había dormido tranquilamente levantándose solo cuando tenía hambre, ella lo alimento encantada de la vida.

Pero ahora era otra historia, había llegado el día y con él sus responsabilidades, ¿qué haría con el pequeño cachorro?, Debía ir al centro de salud a monitorear al paciente que aún tenía allí, además de hacer una visita a la casa principal del jefe de la manada para hacerle un control al bebé Suppasit.

Aún no había llegado el momento de hacer conocida la presencia de su pequeño Kanawut, si lo hacía en esos momentos todos comenzarían a sospechar y sabrían que era un niño nacido en luna de sangre y por ende le colocarían la etiqueta de niño maldito, ella no quería eso para su cachorro que ahora estaba despierto reclamando su atención.

—Bebé, ¿qué haré contigo?—, hablo en voz alta mientras lo cargaba y le daba su leche —Eres un hermoso bebé muy tranquilo pero no puedo dejarte solo en casa—. Así que tomando una decisión llamo a Gaby, la enfermera que trabajaba con ella.

Tendría que confiarle su secreto, confiar que la ayudaría a mantener a salvo al pequeño, le saco los gases al bebé y lo acostó nuevamente entre las almohadas, tomo una respiración profunda antes de agarrar el teléfono y marcarle a su amiga.

—Hola—. Escucho la voz adormilada desde el otro lado de la línea.

—Gaby sé que es temprano para llamarte, sobre todo porque te quedaste casi toda la noche en el centro de salud, pero necesito tu ayuda...

— ¿Mi ayuda?, ¿para qué?

—No es algo que te pueda decir por teléfono, necesito que vengas a mi casa, sé que es mucho pedir pero no lo haría si de verdad no necesitará ayuda—. Le pidió nuevamente tratando de convencerla.

—Está bien, deja que le prepare el desayuno a mi esposo y cachorros... En aproximadamente una hora estoy allá—, dijo la mujer mirando el reloj de la mesa de noche aun algo adormilada.

—Te lo agradezco, no sabes lo aliviada que estoy de que vayas a venir...

—Olvídalo, nunca me pides nada y lo que sea que te esté pasando tiene que ser muy importante como para que me llamaras, no te preocupes.

Con esas últimas palabras se terminó la llamada telefónica, Ana estaba aliviada de que la mujer hubiese accedido a ir a su casa sin muchas explicaciones, pero no podía decirle nada por el teléfono, su enfermera estaba en casa con su esposo y con el oído desarrollado que ellos tenían se enteraría de todo en un abrir y cerrar de ojos, a veces odiaba esa parte de su especie, no podían hablar de cualquier cosa sin que los demás se enteraran.

Por eso vivía un poco alejada del centro de lo que era el pueblo en sí y había mandado a insonorizar las paredes de su casa, amaba su privacidad y en esos momentos estaba agradecida de que así fuera para poder proteger al pequeño pelinegro que ahora formaría parte de su vida, ese niño sería un Traipipattanapong como ella, solo debía esperar por lo menos dos días más.

Una hora después como su amiga había dicho el timbre de su casa comenzó a sonar, se apresuró abrir la puerta —Espero que lo tengas que decir sea bueno, mira que he perdido varias horas de sueño por ti—. Fue lo primero que dijo Gaby al entrar a la casa.

— ¡Ya me disculpé!, Y sabes que si no fuera importante jamás te hubiera llamado... — Y como si fuera una señal el pequeño Kanawut comenzó a llorar.

— ¿Que fue eso? ¿Tienes un bebé en casa?

— ¡Sorpresa!, Esa es la razón por la que te llame, acompáñame—. La condujo hasta la habitación en donde Gaby se quedó embelesada viendo al bebé.

El Destino De La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora