CAPÍTULO 2

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Louis admitió que no era más fácil escalar un muro siendo adulto. De hecho, le había dado mucho miedo y le había demostrado su falta de forma. Le dolían los músculos de las piernas y los brazos.

Además, había descubierto que habían talado el viejo castaño con el que había contado para el descenso, y ahora dos guardias de seguridad lo apuntaban con armas cortas y largas.

No había pensado que Liam habría contratado seguridad adicional para la boda. Por supuesto, los hombres no se habían creído lo del accidente de coche. Lo único que faltaba para completar el día era que los helicópteros de la prensa lo vieran.

Mirando el terreno irregular donde había estado el magnífico árbol, se dijo que todo era culpa de Liam. Sin duda habían elevado el muro desde la última vez que lo había escalado con trece años.

– Si buscan a unos doscientos metros de aquí a la carretera, encontraran mi auto y sabrán que digo la verdad – les dijo a los dos guardias, intentando contener su mal genio del que tanto se quejaba su madre.

– Lo siento, señor. Son órdenes del jefe – dijo el que tenía un aspecto más compasivo de los dos.

– Ya. Pero tengo dolor de cabeza y me gustaría bajar.

– Lo siento, señor...

Louis se preguntó qué harían los dos hombres si decidía saltar. No era una opción práctica, porque probablemente se rompería un tobillo. Cerró los ojos y se tocó la frente. Tenía un chichón tan enorme como un huevo. Una ola de irritación estuvo a punto de hacerle caer. Se dijo que era irracional enfadarse con los guardias, dado que era culpa suya. Pero se sentía como un tonto trepado ahí en el muro.

– ¿Y dónde está ese jefe de ustedes? – les preguntó.

– Llegará pronto, señor.

–También llegaría la Navidad. En cuatro meses...

Un ruido hizo que Louis girara la cabeza. De repente un destello blanco entre el verdor captó su atención. Louis se quedó absorto mirando al bello semental que llegaba al galope, pero fue el jinete quien lo dejó sin aliento. El pelo castaño ondulado un poco largo y revuelto enmarcaba un rostro orgulloso, de nariz fuerte y mandíbula cuadrada. Los anchos hombros y el torso marcado estaban cubiertos por un polo negro ajustado. Las piernas largas y musculosas, perfectamente delineadas por los pantalones y botas altas de montar.

Percibió que aquel hombre estaba furioso, aunque él no había movido un músculo de la cara. Lo miraba con la intensidad de un depredador. Incluso cuando el caballo se removió con impaciencia y agitó la cola, el jinete siguió inmóvil.

Louis, con el pulso acelerado, se agarró al muro. El calor estaba relajándole las extremidades. Se dijo que era culpa del sol y no del guerrero que lo miraba con una arrogancia casi insolente.

– ¿Eres la razón de que aún siga en este muro? – le dijo, sin pensarlo. Se arrepintió de inmediato. Había pretendido ser agradable, poner fin a la situación cuanto antes. Pero al ver como el jinete tensaba la mandíbula supo que eso no ocurriría.

Harry no movió un músculo mientras lo examinaba. No se había equivocado. El hombre atrapado en el muro se veía de difícil carácter, también era atractivo. Increíblemente atractivo. Tenía pómulos altos, piel dorada como la miel, ojos tristes pero profundos, pelo castaño con un mechón al frente y una boca que daba la impresión de estar esperando ser besada.

Desechó con impaciencia el inesperado pensamiento que vino a su mente y bajó la mirada hacia la camisa que el viento pegaba contra el cuerpo de aquel hombrecillo, delineándole la cintura, y los pantalones que se ajustaban a las caderas y a los muslos firmes de sus piernas. Descubrió que estaba descalzo.

EL GUARDAESPALDAS DEL PRINCÍPE [LS AP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora