CAPÍTULO 3

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Louis pasó de ir casi volando sobre el terreno a quedarse inmóvil. El caballo no hacía más que agitar su majestuosa cola, por más que lo apremiaba. Para cuando se dio cuenta de lo que había ocurrido, el imbécil que lo había provocado había llegado a él.

– Vamos, caballo bonito. No le hagas caso a este don nadie.

– Se diría que eres pura miel, pero eres un mandón, ¿verdad, pequeño príncipe?

– Y tú eres un arrogante.

– Eso es gracioso viniendo de ti – dijo Harry, poniendo las manos en jarras.

– No soy arrogante – contestó, con una voz que habría hecho que la reyna se enorgulleciera –. Soy seguro de mí mismo. Hay una gran diferencia en eso.

– Una diferencia que cabría en el culo de una pulga – contestó él, risueño.

Louis lo insultó en francés con voz suave, pensando que seguramente no lo entendería.

– Genio, genio –, espetó Harry moviendo la cabeza –. Aunque no se vea, se diría que hay una vena pelirroja en esa castaña melena tuya.

– Supongo que tendría que sentirme halagado porque no hayas dicho «rubio», ¿verdad?

– Nunca te confundiría con un chico rubio – habló Harry con seriedad fingida –. Los rubios me gustan.

– Entonces, ¡sí que me siento halagado! – Louis pensó en dar un golpe a las riendas e intentar escapar...

– No cometo el mismo error dos veces. Échate hacia atrás – le dijo el jefe de seguridad, leyéndole el pensamiento.

Louis notó lo grande que era la mano que agarraba las riendas y recordó cómo había sido sentir el contacto en su piel. Su entrepierna se tensó y una oleada de sensaciones deliciosas recorrió su cuerpo. Sorprendido, y jadeante, se recriminó por su respuesta física.

Harry acarició el cuello del caballo e introdujo el pie en el estribo.

– Puedes cabalgar entre mis piernas si quieres, príncipe. ¿Quién sabe? Podría ser divertido.

Él se hizo hacia atrás y apretó los dientes cuando el jefe de seguridad dejó escapar una risa grave y sexy mientras subía fácilmente al caballo, ocupando la mayor parte de la silla. El caballo se movió, acomodándose al cambio de peso.

– Más vale que te agarres – le dijo por encima del hombro, tomando las riendas.

– Ya lo hago.

Harry miró las manos que agarraban la manta de la silla y luego alzó los ojos a los del príncipe. Louis tragó aire, impactado.

– Quería decir agarrarte a mí.

– Sigue soñando – no tenía ninguna intención de agarrarse a él.

El jefe de seguridad sonrió de medio lado, apretó los muslos y el caballo se lanzó hacia delante como si no llevara más que un niño encima.

Instintivamente, el príncipe se agarró a su camisa y se encontró pegado a su espalda. ¡Estaba duro! ¡Y caliente! Incapaz de evitarlo, abrió la mano sobre sus musculosos abdominales, como si necesitara hacerlo para no caerse.

Gregg, su ex, siempre se había quejado de que no era lo bastante sensual con él, pero en ese momento lo dominó el deseo de explorar el musculoso físico del desconocido. Tuvo la sensación de que éste soltaba el aire de golpe y, un poco avergonzado por su temeridad, trasladó los dedos a sus caderas.

Afortunadamente el potro no tardó en llegar al edificio principal. Pero fue tiempo más que suficiente para que su entrepierna se sintiera apretada.

«Mon Dieu».

EL GUARDAESPALDAS DEL PRINCÍPE [LS AP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora