CAPÍTULO 4

66 6 0
                                    

Para un hombre que se autodefinía como «no jugador», Harry había jugado con Louis a acecharlo y evitarlo toda la noche.

Aunque su intención había sido evitarlo, se había perdido en cuanto lo vio entrar con ese ajustado traje que marcaba sus curvas. Tal vez no perdido, más bien hipnotizado. Y lo había irritado mucho notar que varias personas del salón de baile sentían lo mismo. Los casados no podían hacer nada al respecto, pero los solteros habían estado haciendo fila para acercarse al príncipe.

Él, en cambio, había pasado casi toda la noche controlando el impulso de abrirse paso entre los invitados y echárselo al hombro como un cavernícola. Nunca había experimentado una química tan fuerte. Sabía que la mejor forma de atemperarla sería llevándoselo a la cama.

De momento había cumplido su plan de no acercarse a él, pero no tenía por qué hacerlo. Estaba respondiendo como cualquier persona sana que tuviera a un hombre lindo en los brazos. No tenía nada de complicado. Lo preocupante sería no desearlo. Era racional y normal sentir una lujuria demencial por alguien así.

Harry miró el rostro del príncipe. Tenía las mejillas sonrosadas, los labios entreabiertos y la mirada velada, como si también le sorprendiera lo fuerte que era la química entre ellos. Ambos observaban la pista de baile alejados del centro del salón, Louis con una copa de vino, Harry con un tarro de cerveza.

Harry deseó introducir la mano entre su castaño cabello y capturar su boca, pero siguió controlarse hasta ya no poder más. Sin previo aviso se acercó a él lo más que pudo y le susurró:

–Quiero besarte hasta quitarte el sentido y quiero llevarte a mi habitación. No he pensado en otra cosa en todo el día.

Louis se estremeció en su lugar y Harry se sintió al filo de la navaja mientras esperaba su respuesta.

– Yo... – soltó el aire y tragó –. De acuerdo.

Exaltado, él agarró de una mano al príncipe y lo dirigió por un pasillo.

A Louis le habían adjudicado una habitación en el ala este del castillo, Harry lo sabía así que no paró ni a tomar aire hasta llegar ahí. Sin embargo, a mitad de camino, en una sala de la segunda planta, notó un tironcito en la mano. Él se volvió y lo observó pasarse las manos por el saco del traje.

– Harry – carraspeó –. No estoy seguro de que esto sea buena idea.

Pero él sí estaba seguro, tan seguro como que el tono agudo de la voz de Louis al decir su nombre lo retorcía por dentro. Lo retorcía y abrasaba.

– ¿De qué es lo que no estás seguro? ¿De que no sea buena idea? ¿De esto? – lo apretó contra la pared y rodeó su rostro con las manos. Después, reclamó su boca.

Sus sentidos quedaron desbordados por su sabor intenso y embriagador. Había sabido que sería así. Abrumador.

Los labios delgados del príncipe eran más dulces de lo que había imaginado. Cuando Harry los entreabrió y se acercó más, el deseo de seducirlo lo consumió. Hundió los dedos en su cabeza para sujetarlo mejor mientras profundizaba el beso e introducía la lengua en su boca para explorar cada rincón.

– Harry...

El suave gemido lo inflamó hasta la locura. Necesitaba más. Deslizó las manos por sus esbeltas curvas, desesperado por introducirlas dentro del pantalón. Sintió una gran satisfacción al comprobar que el príncipe correspondía a su lujuria. La incertidumbre de unos minutos antes era pasto de las llamas del fuego que había encendido en él.

El jefe de seguridad era un hombre sensacional. Louis no recordaba haber sentido nunca un deseo tan frenético. Por suerte, el ruido de un portazo en algún lugar del corredor le hizo recuperar el sentido común.

EL GUARDAESPALDAS DEL PRINCÍPE [LS AP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora