Podría pasarme la vida aquí.
Mis instintos primarios pasaron completamente a un segundo plano, quedando en mi cabeza como recuerdos de lo que una vez fue importante para mi, de lo que una vez incluso, necesité para sobrevivir.
Siento un pinchazo, una punzada que atraviesa mi pecho, una sensación molesta que solo llega a doler los primeros segundos, y luego, desaparece. Se lleva por un momento todo lo que me rodea y cambio repentinamente de escenario. No estoy en la terraza con Rahul, ni siquiera estoy en la escena, ¡ah, sí, ya me veo! Pero...
—Lunna, no toques eso.
—No te preocupes Daniyyel, puede tocar todo lo que quiera, lo repondrán más tarde.— El adulto vigilaba a la niña en todo momento, como si hubiera prometido que jamás le quitaría los ojos de encima. Era su devoción, y se notaba en la manera de mirarla y de tratarla, que no haría nada más en la vida que velar por su seguridad.
La pelinegra apenas había cumplido su decimoséptimo mes cuando ya se movía con gran soltura. No caminaba aún, ni siquiera era capaz de mantenerse de pie, pero sí gateaba, o más bien, se arrastraba. Todo le llamaba la atención, era demasiado curiosa. —¿Has pensado en lo que te dije?
Daniyyel desvía la mirada por primera vez ahora de su hija y se centra en el superior. Un hombre que daba la impresión de saber más que nadie en el mundo, pero que a pesar de eso, no debía de superar los cuarenta años.
—Aún es pequeña...— Aunque intenta ser convincente e imponer sus ideas, no es capaz.
—Cuanto antes empiece, mejor.
—No sabe andar, ni siquiera pronuncia las palabras que sabe con exactitud.
—Al igual que tú, yo también quiero lo mejor para ella.
—¿Y eso es lo mejor?, ¿someterla a los entrenamientos con tan solo diecisiete meses? Tendrá mucho tiempo para poder hacerlo cuando sea mayor.
—No, no será suficiente. Nunca lo será. Ni aunque empecemos ahora.— Daniyyel observaba como Lunna recorría con la lengua la estatua de un caballo de porcelana, y como cuando la niña ve que su padre le está prestando atención, agita sus pequeñas manos mientras de su boca salen melodiosos sonidos sin ninguna clase de sentido. —No podemos esperar más....
Esperar más....
Esperar más....
Esperar más....
—Lunna, ¿Lunna?, ¿me estás escuchando?
Tan rápido como la imagen se había ido, ahora, acaba de volver. La mano de Rahul está sobre la mía y aprieta mis dedos como si estuviésemos asistiendo a un evento de vida o muerte, creyendo que me había perdido, pero no era así, solo estaba en otro lugar, viendo otra clase de cosas.
—¿Hm?
—Lo has visto, ¿verdad? — Centro toda la atención que momentos antes tenía puesta en esos dos desconocidos hombres en Rahul, el cual parece entender mejor que yo lo que acaba de pasar, como siempre. —Ya ha empezado. — Y sonríe como un maldito idiota.
—¿Quién es Daniyyel?
—Es tu padre, Lunna.
Mi padre, dice. -¿Por qué no me acuerdo de él? — Ese rostro era el que esperaba haberme encontrado cuando desperté en la cama de la habitación 502. El de mi padre, el de mi madre, el de mi familia, pero no fue así. Es extraño, pues no me había parado a pensar en dónde estaba mi familia y por qué no estaba ahí conmigo, aunque es cierto que tampoco había tenido mucho tiempo para pensar, en general, y el que tenía lo había utilizado en otra serie de cosas.
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Crónicas del Pensamiento | Libro I. Andara.
Teen FictionLunna, una joven que despierta en un lugar desconocido, aturdida, desorientada y sin memoria, cree plenamente que la locura gobierna dentro de ella, y lucha constantemente por encontrar una muy ansiada realidad. Un mundo donde la verdad está permiti...