𝟎𝟔│Sería él

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Cuando llego, el campo de entrenamiento está repleto de gente, aún faltan un par de horas para que entre la noche, pero algunos, tal vez los más curiosos y ansiosos se habían ido amontonando en el lugar sin poder aguardar un momento más la espera.

Desde las gradas busco una cara conocida, Azahar o Rahul, e incluso busco la de Molly, que aunque acabara de conocerla esa misma mañana, era mejor que quedarme sola, apartada, mientras observaba. Ya era lo suficientemente rara como para echarle más leña al fuego.

Pero no encuentro el rosa que busco, ni la frondosa melena, ni las greñas castañas. Entre la multitud que se había reunido no hay rastro de recuerdo, así que decido aguardar en las gradas un poco más antes de acercarme al grupo.

Forman una piña en el centro del campo, amontonados en círculos que más bien parecían figuras asimétricas alargadas por los extremos y estrechas por el centro, algunos de ellos vestían un peculiar uniforme azul marino con una franja amarilla a ambos costados, desde la muñeca hasta los tobillos, parece una sola pieza, una especie similar al atuendo que se ponen los buzos antes de lanzarse al mar. El resto llevaba ropa normal, algunos habían elegido la túnica blanca característica del lugar, y otros, lo primero que habían pillado, tal y como había hecho yo.

Antes de salir de la habitación me dispuse a encontrar mi armario, porque tendría que tenerlo, era demasiado imposible pensar que no tuviera ni una prenda de ropa por allí escondida. Al final, di con ello. Justo al borde del espejo de la pared de la derecha, mirando desde la puerta, se puede divisar una pequeña ranura de separación entre el lugar donde comienza el marco del espejo con el resto de la pared. Al principio puedes pensar que es un fallo arquitectónico o un desconchón de la pintura, pero si aprietas con los dedos, se despliega una puerta tras la que se encuentra el armario.

Se extiende a lo largo de la pared, y ni en mis mejores sueños podría haber imaginado que poseía tal cantidad de ropa. Me tomé un momento para observar desde todos los ángulos, y me sentí muy orgullosa de mi misma al darme cuenta de que mis gustos aún seguían siendo los mismos. A la izquierda se encontraban todos los vestidos y faldas perfectamente colocados, prendas de ropa que se utilizan a la hora de asistir a un evento importante, y a la derecha, limitando con un vestido largo de satén rojo, comenzaba una fila interminable de pantalones y camisetas que me cautivó. No me paré demasiado a elegir qué ponerme, pues no era algo que me tuviera del todo interesada, cogí un pantalón corto de flores, rosas azules, en realidad, y lo combiné con una camiseta básica blanca de tirantes. Al cerrar el armario me puse delante del espejo, era la primera vez que me paraba a mirarme desde que había recuperado mi aspecto. Las ojeras habían desaparecido y el color negro de mi pelo parecía haber recobrado todo su brillo. Me lo recogí en una coleta alta y salí corriendo de la habitación cual niño antes de un viaje apasionante.

—Tú eres la chica de esta mañana, ¿qué tal el golpe, te duele mucho?

No me había dado cuenta de que alguien se había puesto a mi lado, estaba tan fascinada observando a los demás chicos que dejé de prestar atención a lo que me rodeaba.

Ladeo la cabeza hacia un lado para poder observarlo, me suena, pero no acabo de recordar por qué. Juraría que lo había visto antes, y no porque recordase conocerlo, sino porque lo había visto desde mi llegada, al menos un par de veces.

El chico mantenía los brazos cruzados a la espalda, recto, con la mirada clavada en el grupo del campo de entrenamiento, aunque no podría poner la mano en el fuego ante esa afirmación, pues los mechones rubios le caen sobre los ojos. Porque son rubios, ¿no? Me obligo a creer que sí, aunque la luz del sol le arranca reflejos verdes.

Al momento me encuentro avergonzada, lo estaba mirando fijamente y se había dado cuenta. Claro, ¿cómo no se iba a dar cuenta? Ni siquiera había contestado a su pregunta, y estaba ahí parada como una estúpida, observándolo. Si se hubiera ido con los demás y no me hubiera vuelto a dirigir la palabra en la vida, lo comprendería.

Crónicas del Pensamiento | Libro I. Andara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora