Conocía a Sora desde hacía ya un par de semanas, en realidad, ese dato era realmente falso, teniendo en cuenta que seguramente ya lo conocía de mucho antes.
No me habían dado demasiados datos sobre él, a parte de saber que Ruy era su pupilo, Mikko su hermano, Lérie su novia y que provenía de un largo y exitoso linaje en Andara, poco más sabía sobre el mayor.
Sora era lo que se podría denominar como un hombre reservado, cuando me encontraba con él tenía la ligera sensación de que me ignoraba o incluso me evitaba, si le saludaba me devolvía el gesto levantando la barbilla, pero siempre pasaba de largo, y las palabras entre nosotros eran más bien escasas.
Tal vez fuese ese el motivo de que conocer que me había concertado en su despacho me había cogido por sorpresa. ¿De qué querría hablar conmigo? Si cada vez que intentaba tener una conversación con él me rehuía. Tengo que encontrar la manera de conseguir que se abra a mí y saber si su comportamiento actual es algo nuevo o entre nosotros la relación siempre ha sido igual. Pues lo noto frío cuando recuerdo calor, y siento distancia cuando extraño su cercanía.
Esa misma mañana había madrugado para prepararme para la reunión, quería tener un aspecto más arreglado y formal, debido a que, al ser nuestra primera charla oficial, quería causar una buena impresión. Es cierto que era una tontería teniendo en cuenta que ya me conocía, bueno, conocía a la antigua yo, pero la nueva tiene que presentarse nuevamente.
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— Todo estaba predestinado, no habían tenido ni una opción de elegir desde el mismo momento de su nacimiento. La profecía hablaba del bien, de la mayor pureza conocida. Dos niñas portadoras de sangre angelical fueron las elegidas por la naturaleza para que el bien alcanzase su máxima gloria.
Maccaria había dado a luz a dos idénticas, pero diferentes gemelas. La mayor, Elinor, mantenía una enmarañada melena negra que desprendía destellos rojizos cuando la más mínima luz los rozaba. Por el contrario, la pequeña Galathea de cabellos blancos, no tenía nada que envidiar a su hermana.
Ambas desarrollaron un gran vínculo que las conectaba. Sabían en todo momento el estado de la otra, y se protegían incansablemente. Las pequeñas compartían la alegría y el amor de sus padres, así como el de la comunidad de Andara; eran la armonía, eran la paz.
Por desgracia aquello no duró mucho tiempo, y Andara quedó desolada ante la terrible noticia de la caída de Elinor. Nunca se atisbó el más mínimo detalle de maldad en el corazón de la niña, pero parece que el ángel había nacido para gobernar las sombras. Ahora es uno de los principales demonios que existen, y la principal enemiga de la soberana Galathea.
El bien y el mal nunca estarán en paz.
— ¿Cuál fue la razón por la que Elinor descendió? Si era un ángel, y como dices, nunca hubo mal en ella, ¿no pudo alguien forzarla o inducirle esas ideas?
— Se han debatido todas las posibilidades que se te puedan llegar a ocurrir, pero no se ha dado con la correcta.
— ¿Se desconoce la causa?
— En efecto.
— ¿Y su hermana?
— La soberana intentó tener acceso a ella y hacerla volver, pero Elinor nunca habló, ni titubeó jamás sobre la decisión que había tomado.
— Pero tiene que haber una explicación.
— Aunque la haya ya da igual, ha dejado de tener importancia. La profecía estaba equivocada.
— ¿Quién lo escribió? Porque alguien tuvo que ser el que lo viera.
— Está firmado por Lathèsa.
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Crónicas del Pensamiento | Libro I. Andara.
Teen FictionLunna, una joven que despierta en un lugar desconocido, aturdida, desorientada y sin memoria, cree plenamente que la locura gobierna dentro de ella, y lucha constantemente por encontrar una muy ansiada realidad. Un mundo donde la verdad está permiti...