𝟎 𝟗│La morada de los ángeles

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La destrucción crea un principio, no un final.

Antes de que el mundo fuera tal y como lo conocemos ahora, hubo más, mucho más. La vida estaba organizada de otra manera, pero nos vimos forzados al cambio, al caos y a la destrucción por la primera de las guerras naturales que recordamos hoy en día.

El cambio fue más que notable, y los seres de luz dejaron de ver su hogar tal y como lo conocían. Aquello conllevó la creación de un nuevo mundo donde pudieran resguardarse de las adversidades y esconderse de sus enemigos.

Entre tinieblas en medio de la nada se creó entonces un todo; Andara.

Los supervivientes de la guerra construyeron la ciudad tan rápido como pudieron, volviendo a traer la paz a su reino, volviendo asumir de luz la vida.

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—Creo que tenemos que hablar.

Rahul ni siquiera levanta la mirada ante mis palabras, cerca de la zona del SDB, con un cielo radiante y el calor del sol, el joven se disponía a llevar a un grupo de niños a una simulación.

—¿Te parece el momento idóneo?

—Contigo no existe el momento idóneo.

—Voy a llevarme a los niños dentro y los iré preparando.

Una tercera persona aparece al lado de los niños, persona en la que ni siquiera había reparado en presencia. Alienta a todo el grupo a pasar por la puerta, dejando a Rahul a solas conmigo.

—¿Y bien?

Solo le ha faltado decir, "no tengo todo el día", mientras cruza los brazos y retiene un suspiro antes de mandarme de vuelta a la cueva.

—¿Vais a explicarme algo de mi vida en algún momento o tenéis pensado que lo averigüe todo sola? — Podría haberle dicho alguna cosa más, pero ahorro en sufrimiento para no verlo fruncir el ceño.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que llevo más de un mes aquí y a nadie le parece nunca un momento adecuado para explicarme ciertas cosas que debería saber. Me gustaría comprender por qué diantres aún se me oculta cierta información relevante.

—No se te oculta nada, sino se te ha contado algo es porque no es el momento. Tu cerebro se hizo papilla, Lunna, quizás deberías comenzar a entender que no se te puede introducir toda la información de nuevo. — El suspiro que había reprimido finalmente se escapa de entre los labios contrarios.

—Comprendo que las dos primeras semanas no me pueda sobrecargar de información, pero cuando ya ha pasado un mes me aventuraría a decir que ya tengo el cerebro lo suficientemente despierto como para que dejéis de mentirme. No aguanto más esta situación, y si para ello tengo que volver a intentar salir de aquí, te prometo que lo haré. — Y bien sabía Rahul que mis amenazas siempre se veían cumplidas, aunque yo aún no tuviera la suficiente constancia de ello.

—Sora.— Ni siquiera se gira para llamar la atención de la persona que se estaba llevando a los niños hacia el simular, por alguna razón sabía que seguía lo suficiente cerca como para que pudiera oírle. El joven se acerca, notablemente más alto que Rahul y de algunos años por encima que nosotros. —Voy a llevar a Lunna al edificio central. ¿Te importaría dar el entrenamiento solo?

Por un momento mi mirada se centra en el mayor, aquel del que tanto había oído hablar. —Así qué tú eres Sora, debo confesar que estaba deseando conocerte.

—Lunna, siempre es un placer volver a verte.—Una de las niñas se había enganchado a su mano y tiraba del mayor hacia el simulador. —Descuida, haz lo que tengas que hacer.— Se había dado la vuelta para marcharse, dejando que la pequeña se lo llevara como si realmente tuviera la suficiente fuerza como para conseguirlo. —Hablaremos pronto.

Crónicas del Pensamiento | Libro I. Andara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora